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Irene Moreno Gutiérrez

Constructores de moléculas

13 de junio 2025 - 03:09

Desde hace millones de años, la naturaleza ha sido la mejor química que existe. Plantas, hongos, bacterias, algas… todos ellos producen moléculas sorprendentes, únicas y poderosas. Algunas de estas moléculas nos salvan la vida, como la morfina, un potente analgésico natural que ha calmado dolores insoportables durante siglos. Otras, en cambio, pueden ser letales, como la estricnina, un veneno famoso por su alta toxicidad. Y luego están aquellas que nos fascinan por su aroma, como el ámbar gris: sí, ese misterioso “vómito” de ballena que se ha convertido en sinónimo de lujo y exclusividad en el mundo de la perfumería. Durante mucho tiempo, se creyó que estas moléculas solo podían provenir de seres vivos, gracias a una supuesta fuerza vital que solo la naturaleza poseía. Esta idea se llamaba vitalismo y parecía indiscutible. Pero todo cambió en 1828, cuando un químico alemán llamado Friedrich Wöhler intentó fabricar un compuesto muy simple: el cianato de amonio. Para su sorpresa, y la de toda la comunidad científica, el resultado de su experimento fue la síntesis de urea, una sustancia que hasta entonces solo se encontraba en la orina de animales. Este descubrimiento fue revolucionario: demostró que no hacía falta una “fuerza vital” para crear moléculas orgánicas, sino simplemente entender y aplicar las reglas de la química. Fue como si alguien hubiese inventado pan sin necesidad de trigo. Pero si la naturaleza ya produce estas moléculas, ¿para qué fabricarlas en el laboratorio? La respuesta está en los retos que implica obtenerlas directamente de los seres vivos. Para extraer miligramos de ciertas moléculas, a menudo se necesitan toneladas de materia prima. La alternativa es la síntesis química, que convierte a los químicos en verdaderos arquitectos moleculares, diseñando meticulosamente cada paso de la construcción, cada unión y cada giro de la molécula, tal como un arquitecto diseña un edificio complejo.

Gracias a la síntesis hoy contamos con medicamentos que salvan millones de vidas, perfumes que despiertan emociones y materiales que impulsan la tecnología. La química humana, inspirada por la naturaleza, va más allá. Los científicos somos capaces de crear y transformar el mundo, molécula a molécula.

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