Crecer o no crecer (o decrecer): esta puede ser la cuestión

Más de uno preguntará que a quién le interesa tal cuestión. La gran mayoría da por hecho que el éxito de cualquier política económica, y por tanto, de cualquier gobierno se mide en el incremento del PIB. Crecer, crecer y crecer es el objetivo de la acción de gobierno. Crecer=éxito. Estancamiento=fracaso. Toda la actividad de la sociedad debe estar dirigida a fomentar y a “disfrutar” del crecimiento. Pero, para bien o para mal, también hay minorías que piensan de modo diferente. Son unas minorías con preparación suficiente más que demostrada que ven ese crecimiento sin límites como un abismo. Se me dirá, como suelen reaccionar los defensores a ultranza del crecimiento, que esto no es más que “ideología”. ¿Y qué se quiere decir con eso? ¿Tal vez que es una reacción irracional, por no decir sentimental? ¿Que es una reacción visceral ante los problemas que nos envuelven? Espero que no. Supongo que querrán decir que se dejan guiar por unos valores que tal vez no tengan justificación racional, y que no están en concordancia con lo que ellos tienen, es decir, con esa otra “ideología”. Las dos ideologías tienen en común el dar prioridad a la vida humana. Se diferencian, sin embargo, en un aspecto importante: el grado de prioridad en que se apoyan. Es una diferencia que tiene como consecuencia qué medios pueden ser utilizados para el mantenimiento de la vida humana. El crecimiento no repara en gastos. El decrecimiento defiende la mesura. Un aspecto en el que chocan se refiere, por ejemplo, al consumo de energía y de materias primas. Las consecuencias del derroche son evidentes para los defensores del decrecimiento. Antonio Turiel (para algunos que han oído hablar de él es como si les nombrara a la bicha) dice que el crecimiento sin límites es como alimentar un cáncer que nos llevará a la autodestrucción más pronto que tarde. Tal vez consideren esta predicción como una profecía sin fundamento; pero algunas están a la vista. Por ejemplo, la degradación del medio ambiente que conlleva un cambio climático que algunos se empeñan en negar con la misma energía con que tozudamente nos lo muestra la realidad. Claro que también habían predicho que se produciría un apagón bastante antes de que se produjera, y ahí está. Cuáles fueran las causas inmediatas del apagón, investíguense hasta la saciedad. Pero más nos valdría volvernos al origen que dio lugar al apagón: el crecimiento sin límites.