Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Es curioso lo que ocurre. Resulta que a la gente no le afecta en su vida diaria esta proliferación de grupos fascistas que ya sin rubor alguno muestran su violencia verbal o fáctica. Sus actividades son carne de periódico e imágenes de televisión, llena espacio en las páginas y suministra temas a las tertulias, pero a la gente todo eso no le cambia la vida para nada. No es que no importe esta vuelta al fascismo que auspicia Trump, es que se ve lejano, algo que pasa en Madrid, en Washington o en Fernando Poo, pero no aquí, en mi barrio, en mi calle, al lado de mi casa. Es esa percepción de lejanía de lo que ocurre lo que aprovechan, precisamente, el PP y el fascismo para embarrar la política, para insultar, exagerar y amenazar la convivencia en paz de la gente, la supervivencia de nuestra democracia. Sobre todo, la gente joven ni se imagina qué puede ser eso del fascismo, no lo vivió, no lo ha leído ni se ha informado de esos episodios de la Historia que tan ilustradores podrían ser para ellos.
En un programa de televisión les preguntan a unos jóvenes si les suenan los nombres de Hitler, Mussolini, Franco, y responden cosas tan peregrinas que uno se sorprende de la escasa educación que han recibido. En todos estos años de democracia, y con los antecedentes de dos dictaduras, una guerra civil y una larguísima posguerra de hambre y miedo, nadie les ha ilustrado sobre lo que es el fascismo o lo que supondría la pérdida de las libertades de que ellos disfrutan desde el nacimiento. No tienen ni idea de cómo sería la vida sin libertad de expresión, por ejemplo, de manifestación, de opinión. No saben que el fascismo es la supresión del diferente, la exclusión de la mitad de la población, la mujer, el sometimiento de la mayoría a una parte mínima de la sociedad. Y, sobre todo, el dominio del neoliberalismo tiránico que algunos todavía dejan aflorar en sus entrevistas, como la del presidente de los empresarios recientemente.
Ha faltado educación para la convivencia, para la democracia y para el ejercicio responsable de la libertad. Será por deformación profesional, pero yo lo atribuyo todo, todo a una mala educación, a una falta de cultura, a una deficiente formación humana y social. Los socialistas no supieron, con Felipe, construir una educación pública de calidad. Perdimos esa oportunidad. Y de esos polvos vienen ahora estos lodos. Con el fascismo, cosas veremos.
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