Un relato woke de la extrema izquierda
El espejismo woke
Mi alumna era una feminista comprometida, y activa, y firme, y tenaz, y yo lo sabía. Era también una persona audaz y persistente, por momentos irreductible. Así que le propuse un tema de tesis extraordinariamente novedoso que requería de valentía y constancia. Aceptó, aunque se atrevió a deslizarme una petición ya de partida: que no la obligase a redactar con desdobles de género. Había escrito un trabajo así, nada menos que de 348 páginas, e incluso a ella le había resultado insoportable. Lo es. Le comenté que a mí me había sucedido algo similar, solo que en las clases de un curso. Como lingüista que pretendo ser debería haberlo supuesto. El lenguaje tiende a la economía. Esto es un universal. Cualquier solución que se adopte para evitar connotación patriarcales ha de apuntar necesariamente en esa dirección. Lo contrario simplemente no funciona.
El director del Cervantes parece remar en la dirección contraria, lo que no deja de ser curioso. Se ha formado como filólogo y, por tanto, debe haber conocido todo ello de sobra.
Pero no parece que haya sido así. Primero fue la Constitución a la que acusó de antidemocrática, por estar transcrita en un lenguaje patriarcal. No se basa en ningún estudio científico concreto y, en todo caso, estamos casi todos de acuerdo en que los objetivos eran otros. Indulgencia máxima para un texto, el constitucional, que quizá cometiera ese (y otros) deslices, pero que, a cambio, reportó un marco de diálogo y tolerancia en España, algo casi inaudito en nuestra historia.
La siguiente ocurrencia ha sido proponer que la IA reescriba el Quijote, adecuándolo a una perspectiva ecológica, de género y de respeto a la minorías. El Quijote woke de García Montero quizá inaugure la próxima encomienda a la IA, reescribir textos en función de las apetencias de los lectores, como, por ejemplo, una versión fascista de la poesía del director del Cervantes.
Después de esto García Montero tendrá unos cuantos puntos más en su carrera para ser Ministro de Cultura. Es una opción improbable (debe mantenerse Sánchez), personal, pero también inadecuada. Las instituciones no están al servicio de quienes las dirigen, ni de sus frivolidades, sus caprichos o sus obsesiones. Hace unas semanas pensé que García Montero abría un halo de esperanza, de cordura en la planificación lingüística hispánica. Reconozco mi clamoroso error. Era un espejismo woke.
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