NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
Nunca vienen mal 10.000 eurillos para brindar por una buena noticia. Es la cantidad que el Tribunal Supremo declara que deberá pagar el fiscal general del Estado Álvaro García Ortiz al Ciudadano Particular, por daños morales, en el fallo de la sentencia condenatoria. No se podrá quejar la presidenta de la comunidad de Madrid, de lo bien que le van las cosas. Un día su pareja compra el ático del que disfrutan en amor y compaña, y al siguiente el Tribunal Supremo le endiña 10.000 euros para que celebren la compra brindando con champán. En cuanto a la causa, se veía venir una sentencia condenatoria. No puede haber una prueba más eficaz para demostrar que el fiscal general del Estado filtró la noticia del fraude del Ciudadano Particular, que la intuición de un testigo con el pelo blanco que reconoce que “Era un mensaje sin apoyo en ninguna fuente. Yo soy periodista y trabajo en política. No soy un notario…” Santa palabra. Con una prueba testifical tan evidente, ya tiene el Tribunal Supremo la sartén por el mango para condenar al fiscal general. Pero cuando la intuición de un testigo con el pelo blanco, garantizaba el dictamen de una sentencia condenatoria, no se le ocurre otra cosa al periodista José Precedo, testigo de la defensa, que decir bajo juramento que sabía a ciencia cierta que el fiscal general es inocente, porque no sólo tenía la información filtrada tiempo antes de que le llegara al fiscal, sino que conoce exactamente quien lo filtró. La respuesta de Martínez Arrieta, presidente de la sala segunda del Tribunal Supremo era de esperar: “No nos amenace”. ¿Se siente Martínez Arrieta amenazado? Eso parece. Cuando había argumentos sobrados para dictar una sentencia condenatoria con la declaración del señor del pelo blanco, cuya intuición es infalible, un simple periodista amenaza al presidente del alto tribunal diciendo que tenía la certeza de que el fiscal general es inocente. El hecho de que el presidente del tribunal que esta juzgando una causa se sienta amenazado por la declaración de un testigo es preocupante. ¿Se siente Martínez Arrieta amenazado porque la declaración del periodista José Precedo ponga en peligro su compromiso de dictar una sentencia condenando al fiscal general del Estado?, pregunto.
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