NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Los profesores recuperan el control de las aulas
Unos, ahítos de sarao; otros, emigrados, viviendo un fugaz retorno a su tierra madre; otros más, ajenos a estas fiestas cada vez más exigentes de ánimo, paciencia y bolsillo; otros más allá, haciendo turismo en tierra extraña, con o sin suspiros de España y voz de la Piquer en disco de pizarra. De forma que, cada cual como vaya pudiendo y haya elegido, llegamos a la parte final del año. Asimismo, llegamos al ecuador de las Navidades y sus vacaciones (que son las escolares, no nos engañemos). Al punto de inflexión que anticipa el ya algo decadente cotillón y las uvas que preceden al agridulce frenesí del abrazo. Desde primero del Año Nuevo, el ciclo navideño (o festivo, para los puntillosos) decae hasta la próxima, previa visita de los Magos de Oriente, que dejando regalos se beben, y hablo por mi casa, media copita de guinda de El Clavel, y se tapiñan un mantecado de la fábrica de los Trigo, parientes que hacen tradición y delicia singular de la marca Ntra. Sra. del Monte.
Tengo algo más de un cuarterón cazallero, y precisamente el día de Nochebuena volvió a hacer años de la fuga de María, abuela y sencilla reina maga de casi cincuenta nietos, incluido quien suscribe. Dejarse un mantecado de Trigo y a medias una copa del Clavel es un desatino que sólo se le puede perdonar a un Rey Mago; total, darles la queja es complicado. Permita usted este aspirante patriotismo de Sierra Morena. Que es de ilusión de arraigo, más que de cotidianidad ni presencia. Un día, Joaquín Atalaya Centeno, amigo y titular del bar El Litrón, ante mi algo desamparada pregunta “pero yo no soy forastero, ¿no, Quini?”, respondió, con un senequismo de dehesa que no del todo manejo ni descifro: “Tacho, tú eres forastero de aquí”.
Toma oxímoron. Pero uno de verdad, no por mera contradicción de dos conceptos: esa expresión ilumina una condición nueva. La de quien pertenece, pero no del todo, a un lugar del que es forastero, que tampoco lo es del todo. Todo va más o menos así en la vida. En fin, que yo me siento forastero de unas Navidades tan largas y vertiginosas, como las de aquí. Digo, las de ahora. Las Navidades se han acabado... ¡Ah, no! El cuarterón de la ilusión resurge y pone su coda entre el 5 y el 6 de enero. Mientras tanto, campanadas, uvas y tarjetazos. Que el ritmo no pare: arriba la fusión.
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