De frente, paso ligero

09 de diciembre 2025 - 03:06

El burro, delante, para que no se espante”; el dicho se refiere a que alguien proteja al animal y le dé seguridad. También, al vicio de hablar de uno mismo; venga: yo hice la mili, y, entre miles, este burro, que era un potro, vistió el último caqui de faena –“verde OTAN”, se lo decía– antes de que la indumentaria mutara al “mimetizado”. Soldado que hizo el “campamento” en el CIR (Centro de Instrucción de Reclutas) de Campo Soto, San Fernando, Cádiz, donde me puse cuadrado, entré a comer “a la puta carrera”, y en cuya playa disparé al amanecer tiros y ráfagas a dianas en la orilla del mar, con un fusil de asalto cuyas cachas eran aún de madera, tumbado en la arena en línea con otros cientos de reclutas. Pelados, uniformados, indistintos. A la orden.

Había leído el Ardor guerrero de Muñoz Molina, y, acuartelado en Málaga antes de volar en Chinook a uno de los “Peñones de Soberanía” (Chafarinas en Melilla, Veléz-La Gomera frente a Ceuta, y Alhucemas a solas frente a Marruecos), recordaba, discrepante, la depresiva vivencia del escritor. Por entonces, la mili constaba de un par de meses de instrucción... y otros diez inexplicables. Hoy, al Ejército español no le interesa de ningún modo recibir cohortes de reclutas a quienes mantener, sin la vocación de emplearse de ellos. Con un Ministerio de Defensa incapaz de mantener sus soldadas. No es el cole, un cuartel.

Fui uno de últimos mohicanos del servicio militar obligatorio español; ya acabada la carrera y con un empleo que mantuve, subcontratándolo. Jugué, sin éxito, a las prórrogas, y no me planteaba la “objeción de conciencia”. Me destinaron a Melilla, y “serví” varios meses en el Peñón de Alhucemas, en Transmisiones: créanme, un paraíso de la memoria. Los recuerdos, y sus trances, son olvidadizos y románticos.

El Ejército es una institución silente en Estados libres; jerárquica y sujeta a normas y organización estrictas: si en algo se parecen los países es en las maneras militares. El ejército va, en nuestra modernidad, delante de los ciudadanos a los que defiende... “para que no se espanten”. Ahora, en la UE, Alemania y otros acosados por el militarista Putin –y en duda la OTAN– retornan a la obligación de que sus recién mayores de edad sepan de esto. Ya, a cambio de un digno sueldo y sus cotizaciones. Presupuestos mediante.

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