Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Qué alegría comprobar que en la selva de la política hay lugar para la ternura, la inocencia y la buena fe. El portavoz de Vox en el Parlamento de Andalucía, el gaditano Manuel Gavira, de la cofradía apócrifa de gafapastas de las Cinco Llagas, ha declarado en Canal Sur Televisión (un saludo a Juande Mellado) que si Moreno pierde la mayoría absoluta, su partido exigirá entrar en el Gobierno andaluz. Gavira, que tiene el buen gusto de ser paseante veraniego de la playa de Santa Catalina, asegura que en 2018 fueron engañados por aquel correoso PP del dilecto Elías Bendodo en Sevilla y Teodoro García Egea en Madrid. Gavira ha hecho como el que cogió el espray y pintó con cabreo en la pared del pueblo: “Emo sido engañao”. Es insólito que un dirigente político reconozca que timaron a su partido, porque en el fondo exhibe bisoñez y debilidad. Es llamativo que lance advertencias de cara al futuro sin que haya cazado el oso del que ya pide la piel. Sería mejor no reconocer aquel supuesto engaño, sino recordar que el partido prefirió quedarse de correoso socio parlamentario y aprender el funcionamiento de las instituciones. Queda inocente cuanto ha dicho Gavira, del que siempre seguimos con interés sus desacomplejadas intervenciones. Tendría que tener en cuenta que su partido abandonó varios gobiernos autonómicos de buenas a primeras, apostó por fidelizar a su parroquia en un momento de declive antes que asumir la responsabilidad de gobernar. Después se produjo la victoria de Trump (80 millones de votantes en los Estados Unidos) y la marca Vox ha recuperado mucho apoyo en los sondeos. Pero Vox tuvo consejerías de gobierno y el control de presupuestos públicos para acabar dejándolo todo. ¿Acaso no podría interpretarse que Vox engañó a sus votantes de esas regiones?
Compartimos el análisis de comentaristas serios y moderados, caso de Bieito Rubido, que alguna vez ha apuntado a que la asignatura pendiente de Vox es la de cumplir con una suerte de proceso de institucionalización. Esto es, hacerse mayores, adultos, responsables, demostrar que sus ideas son defendibles desde el gobierno, más allá del tono bronco de la oposición; llevar a la práctica sus postulados dentro de la vida institucional y el juego democrático. Y no incurrir en la espantá de un sujeto como Pablo Iglesias que, al final, se tuvo que marchar. El PP andaluz no engañó a Vox. Solamente ocurrió que tenía en plantilla a políticos con mucha más experiencia. Se ventiló a Ciudadanos sin esfuerzo. Baste recordar los cero diputados de Juan Marín. Y Vox le hizo en 2018 el inmenso regalo de que no pedir parcela de gobierno. No hubo engaño. Fue un caso de inexperiencia, orgullo mal administrado y palmaria bisoñez. Mejor no haber entrado en el Ejecutivo en aquella ocasión, por supuesto, antes que cometer después el error de abandonar las responsabilidades de gobierno. Eso que se ha ahorrado Vox en Andalucía. Sean positivos. Y no dejen nunca la inocencia. Resulta entrañable entre tanto fango.
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