Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Hay que ser irresponsable, temerario , inelegante y burdo para arremeter contra Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia, en los términos groseros en que lo ha hecho Luis García Montero, director del Instituto Cervantes. El poeta ha tenido menos delicadeza que aquel Tarzán Migueli que frenaba a lo bestia a aquellos delanteros melenudos y bigotudos de los años noventa. Migueli tenía guadañas más que piernas, segaba la hierba del rival y cumplía el objetivo de no permitir ningún avance del contrario. El director del Instituto Cervantes (¡se dice pronto, oiga!) ha irrumpido en la escena haciendo eso tan propio de los envidiosos como laminar el prestigio ajeno con acusaciones falsas o insostenibles. No puede sembrar sospechas sobre el honor de una personalidad con la ligereza que lo ha hecho. No es que don Santiago no sea filólogo –cosa que García Montero le reprocha– es que es uno de los grandes humanistas de la España del siglo XXI. Más perfiles como el suyo necesita la sociedad actual. La astracanada de García Montero, al que cabría exigirle más sentido institucional, solo se comprende por posibles intereses en las elecciones que convocará la institución el próximo año. Alguien está interesado en rebajar el nivel de la Academia, controlarla, someterla a los criterios de la dictadura de lo políticamente correcto, segar su independencia y colocarla al servicio de sus intereses. No se entiende de otra forma la repentina prepotencia del poeta que, para colmo, ha generado reacciones que emponzoñan más un ámbito que debería estar reservado al estudio, la reflexión y el pensamiento. García Montero, por cierto, se ha olvidado de un gran dato del currículum de Muñoz Machado para su lista improvisada de disparatados agravios. Don Santiago es nada menos que ganadero de reses bravas, propietario del hierro Jaralta. El que le ha encargado la invectiva no hace los deberes, no estudia, no saca partido de los que el poder establecido hoy considera flancos débiles. A la prepotencia hay que sumar la flojera, la vagancia. ¡Si es que hasta para tener colmillo hay que trabajar! García Montero debe su nombramiento al Consejo de Ministros. Muñoz Machado, a sus compañeros de la Academia que lo eligen democráticamente. En la España en que Óscar Puente ha llegado a ministro y se comporta y habla como un mostrenco, en la España en que se demoniza el trabajo desde el Ministerio responsable y se anuncian “chuladas”, y en la España en la que el presidente se ríe del rival como un pandillero, no extraña que el director del Cervantes sea un ejemplo más de la degradación de la vida pública. ¡Que siga la Fiesta! La de los toros.
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