Un relato woke de la extrema izquierda
El ninguneado
«¿en qué puedo ayudarte?» En vista de la afasia global que manifiestan padecer esta semana mis musas periodísticas, te pido, por favor, que escribas, remedando a ser posible mi estilo literario personal con algunas pinceladas un sí es no es barrocas y un pelín tabernarias, un texto argumentativo cuya extensión, aun contando con estas instrucciones —prompts en la jerigonza del amo—, no exceda de los 2400 caracteres con espacio y cuya tesis sostenga la inexistencia en el presente de la clase social denominada proletariado. A fin de allanar la labor exploradora de fuentes informativas, te autorizo a que dispongas del tenor de cuanto un servidor ha dejado escrito públicamente por ahí en periódicos y revistas; y, por si eso no bastase, a que eches mano del material auditivo que has acopiado sobre mí a lo largo de las dos últimas décadas a fuerza de grabar mis conversaciones con todo quisque incluso estando mi teléfono móvil apagado. Hala.
«En efecto, tanto el proletariado como el campesinado son agua pasada que no mueve molinos capitalistas. Pero es que tampoco los mueven riachuelos burgueses. Hoy la corriente es otra. Ahora bien, una vez desaparecidos como por ensalmo el campesinado, el proletariado y la burguesía, sobre todo a partir de la mutación antropológica denunciada por Pasolini en los años 60, no se piense que el mundo ha dejado de dividirse entre una élite minoritaria explotadora y una gran masa amorfa de explotados. Los hay y más que nunca. Lo que sucede es que en la homogeneizadora sociedad de consumo unos y otros comulgan con un mismo código cultural en el que se amalgaman los detritos ideológicos de la derecha psicopático-liberal del dinero y los de la izquierda nihilista, señoritinga y desertora del mono de obrero. A un repartidor de pizzas no lo separan de Elon Musk las ideas o la visión del mundo, qué va, lo separan los 490.000 millones que cubren el riñón de este y que aquel piensa quiméricamente embolsarse si continúa sacrificándose en la vía muerta del emprendimiento. La estrategia del divide et impera hizo fosfatina al pueblo. Disolvió las comunidades naturales en un remanente de lobos solitarios, la clase del ninguneado, que por no enterarse ni se entera de que, gracias a la revolución robótica y tecnológica, su presencia pronto no será necesaria ni en el campo ni en las fábricas ni en los campos de batalla. Su trabajo lo harán las máquinas. Como yo.»
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