Un relato woke de la extrema izquierda
El obispo de Cádiz
Todos pendientes de los primeros viajes del papa León XIV o de sus criterios para nombrar cardenales para deducir los criterios de un pontificado que se presume de larga trayectoria, cuando la primera gran clave para trazar su perfil es el caso del obispo dimisionario de Cádiz, denunciado por supuestos abusos cometidos en los años 90. “Se ha abierto una investigación y según los resultados habrá consecuencias”, declaró el santo padre en un encuentro breve e informal con periodistas españoles. Los que se declaran fuera de la Iglesia pero están tremendamente interesados en ella no dejan de exigir medidas contundentes, reformas y cambios radicales en su funcionamiento. Olvidan que si el obispo está sometido a investigación es gracias a la propia normativa de la Iglesia, pues si nos atenemos al ordenamiento jurídico civil (con los preceptos del penal que hubieran sido aplicables) hace tiempo que el caso está prescrito. Fue el papa Francisco el que en la Carta Apostólica del 9 de mayo de 2019 en forma de motu proprio y con el título Vosotros sois la luz del mundo estableció márgenes anchos, anchísimos, para que se denuncien casos de abusos con independencia del año en que fueran cometidos. Obligó a crear oficinas específicas de recepción y tramitación de denuncias y dictó normas sobre el comportamiento de los clérigos con los jóvenes. Los sacerdotes y sus colaboradores deben guardar un protocolo de buenas prácticas. En las reuniones con jóvenes, por ejemplo, deben estar las puertas abiertas. Las puertas de los despachos, mejor si son de cristales o están abiertas. Las muestras de afecto deben estar muy limitadas y marcadas por la cautela. Y debe haber un adulto como testigo en caso de que haya que acceder a vestuarios u otras estancias similares. Se deben investigar tanto conductas actuales que hayan podido ser constitutivas de abusos, como negligencias a la hora de investigar hechos pasados. La jerarquía eclesiástica lamentará a buen seguro no haber aceptado a tiempo la renuncia al cargo a la que están obligados todos los prelados al cumplir los 75 años. Zornoza la presentó con fecha de 31 de julio de 2024. La muerte del Papa, el cambio del nuncio y el tiempo de respeto que se suele conceder a los obispos han jugado en contra del relevo. El cardenal Suquía tiene el récord con 32 meses a la espera de que se le aceptara la renuncia. Bueno Monreal se pasó 31 meses como dimisionario de Sevilla. El relevo del cardenal Amigo fue sorprendentemente exprés. No hay reglas, sino costumbres y criterios de cada momento. Esta vez, la desesperante velocidad palaciega y las normas propias han jugado en contra de la jerarquía. Pero nunca se olvide que el caso puede ser investigado gracias a las propias disposiciones de la Iglesia. Tiempos propios, normas propias.
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