NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
Estaba viendo hace unos días un partido de tenis (soy muy aficionado) y empecé a fijarme en algo que hasta el momento no es que se me pasara desapercibido, porque lo veía; pero no se me había ocurrido detenerme un poquito sobre el asunto. Ese “algo” eran los recogepelotas. Empecé a observar en detalle con qué seriedad asumen su papel, de qué manera cumplían rigurosamente con los protocolos a la hora de recoger y entregar las pelotas, los gestos para dar a entender que ya no tenían ninguna que ofrecer, y la inmovilidad de la que hacían gala mientras se desarrollaba el punto. Su misión es importante en el tenis profesional; imprescindible.
Obviamente, si el partido es un tostón y los espectadores se aburren nadie culpa a los críos que están cumpliendo su misión, sino a los jugadores. Y si el partido es muy bueno, la gloria va indefectiblemente a estos últimos. Aquí no se produce ninguna cadena ascendente si las cosas van bien, ni descendente cuando las cosas no funcionan. Yo llamaría a eso asumir la realidad, una especie de justicia de “a cada cual lo suyo”. Se reparte bien. Y me llama la atención que no vea esa actitud en más ocasiones. Más bien veo un desaparecer cuando pintan bastos pero hinchando el pecho cuando, muchas veces sin merecerlo, algo sale bien. Aún no tengo indicios para saber cuál será la respuesta del gobierno actual ante el “apagón”. ¿Dará la cara asumiendo la responsabilidad que pueda tener? En todo caso, si quiere hacerse el sueco tiene ejemplos cercanos en los que inspirarse. Aquí tenemos al señor Mazón y otros consejeros ante la Dana.
Aquí se muestra brillante al ir recorriendo eslabones descendentes en la cadena (de mando) a la hora de buscar responsables. El presidente se exculpa diciendo que él no estaba, que estaba en otras cosas y que las competencias eran de su consejera. La consejera, a su vez, después de reconocer su desconocimiento y su incapacidad ante este tipo de fenómenos, descarga toda su responsabilidad no en quien la nombró para algo para lo que no sirve, sino en su segundo de a bordo, y éste a su vez culpa a los técnicos que no le dijeron lo que tenía que hacer y ellos son los culpables.
Y como sigan así terminarán culpando al conserje por no haberles abierto bien la puerta o al personal de limpieza. Sin embargo, a la hora de ponerse medallas, Mazón es el primero: lidera la reconstrucción aunque ignoro que haya tomado decisión alguna en ese sentido.
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