La cuarta pared

13 rue del percebe

Las revistas pasaban de hermanos a primos hasta que las hojas se deshacían de tanto pasarlas

No podía faltar en esta sección de "La cuarta Pared", un guiño o pequeño homenaje a esta genial serie de historietas en la que precisamente se rompe esa famosa "cuarta pared". Se rompe hasta el extremo de que literalmente desaparece, quedando al descubierto las tripas de un edificio de comunidad en el que los personajes y sus devenires diarios se exponen en absoluto diálogo con el espectador. Como casi todos los de mi generación, crecí devorando los Tebeos e historietas de Mortadelo y Filemón, Pepe Gotera y Otilio, Zipi y Zape o Super López por mencionar algunos de los más exitosos de la época. Pero sin duda, de todos ellos, 13 Rue del Percebe era mi favorito con diferencia.

Tal vez fuese su simplicidad repetitiva. Tal vez que las historias ocupasen solo una página, o el hecho de que pudiese ser leído de forma desordenada con una aparente independencia de cada viñeta o vivienda con respecto a las demás. Solo aparente, pues en el fondo siempre había algo más para esa segunda y tercera pasada. Eran otros tiempos, en los que las cosas no eran tan efímeras. Las revistas se heredaban y pasaban de hermanos a primos hasta que las hojas se deshacían de tanto pasarlas. El maestro Francisco Ibáñez, con su ibérico y genial sello personal era capaz de hacer magia con unos muy limitados recursos llevados al extremo del minimalismo en esta tira cómica que transcendió fronteras, siendo un gran éxito en Alemania bajo el impronunciable "Ausgeflippt - Fischstrasse 13 - irre Typen, heisse Sprüche". Me imagino a José María Carrascal leyendo este título y ya no me parece tan impronunciable. Siempre me ha apasionado el humor gráfico, y me puedo pasar horas mirando viñetas de Uderzo, Mordillo, o Quino. Tal vez estas algo más "adultas" y "serias" que las socarronas e infantiles "filemonadas" de Ibáñez. Pero desde muy pequeño, esa forzada perspectiva de un solo punto de fuga lateral en la que se ve en primer término una habitación de cada casa, y¡ en la que se atisba lo que parece pasar dentro, con su imposible escalera entorno al hueco del ascensor, despertaron en mí la curiosidad por los edificios y las ganas de dibujar sus tripas. Algún que otro "14 Calle de la Cococha" habrá en algún cajón de la casa de mis padres. Hoy, cuando intervengo en obras de reforma en viviendas de edificios, en la fase de demolición es inevitable que se me escape alguna sonrisa cuando cae algún tabique dejando al descubierto esa habitación que tantas veces he recreado en mi infancia de viñetas.

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