NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
Más que sus tres volcanes durmientes, lo que retumba en Arequipa son las pisadas de las comisiones, apresurándose en llegar al X Congreso de la Lengua Española antes del próximo día 13. Antes de esta nueva singladura, las aguas oceánicas ya andan revueltas. El pasado jueves, en los desayunos promovidos por el Foro de la Nueva Economía, Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, criticó severamente a la RAE. El peor parado fue su presidente, Santiago Muñoz Machado, con quien mantiene una contumaz enemistad, según la prensa madrileña. Por descontado, ello motivó la inmediata repulsa de los restantes académicos.
No puedo entrar en la discusión personal por dos razones obvias. De un lado, la desconozco por completo y, de otro, García Montero fue profesor mío en Granada, del que conservo un recuerdo excelente, además de ser uno de mis poetas de cabecera desde siempre. Difícilmente puedo ser objetivo.
Otra cosa son los argumentos manejados que, para empezar, me conciernen directamente, como lingüista que soy. García Montero se queja de que la RAE “esté en manos de un experto en llevar negocios desde su despacho para empresas multimillonarias”. Es una queja incontestable, a la par que generosa. El listado podría extenderse. En ello radica uno de los problemas más graves de esa ilustre casa, integrada por personas tan respetabilísimas como desconocedoras de la gestión de las lenguas, o lo que es lo mismo, de la planificación lingüística. Esa, naturalmente, es la siguiente queja del director del Cervantes. Una lengua como el español ha de afrontar retos de enorme envergadura, como su diversidad interna, su convivencia con otras lenguas, su diálogo con las nuevas tecnologías o su expansión por el mundo. Para eso se requiere de profesionales cualificados y eficaces en lingüística aplicada. España los tiene, solo que no en la RAE. La intervención de García Montero, por último, destapa un problema estructural de suma gravedad en cuanto a la gestión del español. Se precisa de una entidad especializada en esa planificación lingüística que no puede acometerla RAE. Para eso solo hay dos soluciones: o crear instituciones específicas, como se ha hecho en Francia, manteniendo la Academia como un mausoleo cultural, o ampliando los cometidos del Cervantes, dotándolo de competencias exclusivas en ese ámbito. Yo me fío más de esa segunda opción.
También te puede interesar
Lo último