La última muñeca

19 de febrero 2025 - 03:09

Primero fue Johnny Thunders, en extrañas circunstancias mientras se encontraba en New Orleans intentando grabar algunas canciones. Incluso han hecho una película sobre este hecho, un poco peliculera pero una película al fin y al cabo. Después fue Jerry Nolan, en circunstancias que eran de esperar. Después fue un sentador de cabezas con ínfulas religiosas llamado Arthur Kane (primero Killer Kane), fue por el buen camino e incluso participó en una reunión y concierto, rescató su bajo de un cashconverter. Y pensar que un coleccionista, después de años empeñado, lo podría haber conseguido por unos dólares. Luego le tocó el turno a un poco notorio Sylvain Sylvain. Prácticamente nadie se enteró. Y ahora, el eterno aspirante a estrella David Johansen agoniza con cáncer y problemas varios requiriendo atención continua que, vaya por dios, no puede pagar, en un sistema sanitario que no cuida a todo el mundo. A todo el mundo que no tenga pasta. Y su familia se enreda en un crowfunding para ayudar al perdedor que quiso vestirse de ganador, cuando sus cartas ya estaban echadas el día que fundaron los New York Dolls. Una suerte de ensayo americano previo de los Sex Pistols, que no salió bien. Luego Malcom Mclaren, que ejerció de manager en EEUU de estos pelanas, volvió a Inglaterra y con unos muchachotes de escasos modales ya sí lo hizo bien, los Pistols, los famosos Sex Pistols, que tampoco acabaron demasiado bien, pero sí, fueron los primeros grandes del punk. Aún viven a costa de esta aventura. Pero los Dolls, últimos retazos del glam en connivencia con los bajos fondos de Nueva York, siguen en la estantería de muchos que vinieron después. Nunca tuvieron éxito de verdad, aunque se hicieron un poco famosetes. El susodicho superviviente, hoy en regular estado, participó en varias películas, algunas de éxito. Recuerdan al taxista, fantasma de las navidades pasadas, de la peli Los fantasmas atacan al Jefe. Sí, si lo ven, claro que les suena. Un remedo de A Christmas Carol, el tacaño Scrooge, esta vez encarnado en un despiadado Bill Murray, directivo de televisión sin escrúpulos. Pues el fantasma taxista era el susodicho. Después de estirar la familla lo que pudo inventó una especie de crooner maldito que no le sacó de pobre, ni de rico, ni de nada. Y ahora es un ángel que delira, en una cama de hospital, cantándole a la luna, la canción de cuna, de la noche y los tejados.

stats