Extraer de la historia contemporánea de Almería dos hechos que se corresponden con guerras civiles, de enfrentamiento entre españoles, con una única visión, y convertirlos en el referente histórico de la ciudad, me parece corto de miras y sectario. Y más cuando estos hechos no tuvieron como protagonistas a almerienses, sino que estos se vieron involucrados involuntariamente y sufrieron sus consecuencias. Uno de los hechos es el de los coloraos, que fue una operación militar cuya decisión de llevarla a cabo fue tomada en Londres, financiada por el gobierno británico (¿con apoyo hispanoamericano?) y organizada en la colonia de Gibraltar, con el objetivo de tomar una ciudad costera para irradiar hacia el interior peninsular el movimiento liberal. Almería era un buen objetivo ya que en esa época era una ciudad “aislada” por tierra, distando dos días a caballo de Guadix y otros tantos de la comarca de los Vélez, lo que a la expedición de los coloraos les daba ese margen de dos días para asegurar el control de la ciudad y su puerto antes de la llegada de fuerzas absolutistas y a su vez recibir refuerzos. Y para ello esperaron contar con el apoyo imprescindible de colaboracionistas (quinta columna) en la ciudad, pero al ser anulados por las fuerzas locales, lo buscaron en las partidas de contrabandistas, sin tener claro a cambio de qué. Este hecho acabó con su derrota y la asunción de sus responsabilidades, de las que eran conocedores antes de iniciar la acción militar, que sería su fusilamiento de acuerdo al procedimiento establecido legalmente. La autoridad local actuó de acuerdo a la ley, como habrían hecho los liberales en caso contrario, y ni el pueblo almeriense ni la milicia local se opuso a ello.
El otro hecho es el de la desbandá en la que la ciudad de Almería sufrió la llegada de miles de refugiados y de milicianos armados que ya tuvieron que correr para alcanzar Motril antes que las unidades motorizadas italianas, que iban devolviendo a Málaga a cuantos superaron en esta carrera. Una actitud vergonzosa de los milicianos que debieron ser juzgados a su llegada a Almería y, desde mi punto de vista, fusilados sus jefes por abandonar el campo de batalla, dando la espalda al enemigo y abandonando a su suerte a los refugiados. Tuvieron que ser unidades de internacionales las que se desplazasen urgentemente para poder cerrar la brecha abierta en la costa desde Málaga a Almería, y bastante trabajo tuvo el gobernador civil de Almería para poder desarmar a los milicianos y concentrarlos en el campamento de Viator. Y en su huida, estos milicianos dejaron el recuerdo de los saqueos y asesinatos de civiles inocentes en los pueblos (en zona republicana) por los que fueron pasando.
Estos dos hechos han sido convertidos por el espectro político de la izquierda en referente de la historia contemporánea de Almería, hechos en los que en el caso de los coloraos los almerienses se mantuvieron leales al poder constituido, y en el caso de la desbandá, tuvieron que poner orden en la turba malagueña que inundó la ciudad mezclada con cobardes milicianos armados. Me sorprende su interés en darles el mayor realce posible y adoctrinamiento en las aulas dado su posicionamiento ideológico alejado del liberalismo por un lado y no habiendo sido denunciado ante los organismos internacionales por el gobierno de la república el hecho de la desbandá, lo que da a entender hasta qué punto estaba el gobierno republicano de los anarquistas malagueños.
La historia no puede ser un monopolio de un sector ideológico interesado en mantener un relato silenciando a aquellos que discrepan de ese relato, y además interpretando esos hechos históricos con los valores actuales, como si hubieran tenido lugar hoy en día. El valor de la vida entonces nada tenía que ver con el actual, y todos los bandos de estas guerras civiles actuaron igual, con el mismo desprecio a la vida del enemigo, ya fuesen liberales o absolutistas, azules o rojos.
Escribía Sánchez Albornoz en la introducción de la VI edición de “España. Un enigma histórico”: “Pretender explicar la historia de un pueblo es una empresa ardua que fuerza más que al orgullo a la humildad. No cabe dar cortes en los siglos para arrancar de una fecha precisa y de unos precisos sucesos el origen de la formación del talante de la comunidad nacional estudiada. Y es aún menos lícito aventurar explicaciones naturales del ayer de un pueblo, eligiendo una sola de las facies de ese ayer…”