No, no somos iguales
En mi opinión los autores de la consigna se han dejado guiar por un populismo vacuo y demagógico que sólo ayudan a la confusión
El Ayuntamiento de Almería ha distribuido con motivo del Dia de la Mujer una cartelería en la que afirma textualmente que "todos somos iguales". Debe referirse evidentemente a que hombres y mujeres somos iguales. Pues no, señores publicitarios del Ayuntamiento: no somos iguales; más aún, nos diferenciamos afortunadamente en muchas cosas.
Esta consigna progre resulta altamente irracional y retrógrada si la enfrentamos a la realidad de la ciencia y a las vivencias ancestrales de la civilización.
Resultan evidentes las diferencias biológicas de sexo: cromosomas XX en la mujer y XY en el hombre. Diferencias rítmicas hormonales. Diferencias neurológicas y cerebrales con un cerebro masculino con mayor materia blanca y uno femenino con mayor materia gris y con gran diferencia en la estimulación sexual y el dolor. Clara diferencia física en tamaño, fuerza muscular, tono de voz, cantidad de vello corporal, genitales, etc. Queda bien claro, biológica, física y emotivamente no somos iguales. Yo diría incluso, bien diferentes.
Si lo que han querido decir estos publicistas o políticos es que todos somos iguales en derecho como ciudadanos, habrá que reconocer que lo han expresado muy mal dejándose llevar de la moda del pensamiento "líquido", estéril y perezoso del mundo "woke", esa palabreja de la que todo "progre" bien plantado habla, desconociendo en muchos casos su pernicioso contenido. Todos, hombres y mujeres debemos ser iguales en derechos ciudadanos, sin discriminación alguna, sin preferencias en razón de sexo, raza o religión, lo dice nuestra Constitución y los poderes públicos tienen la obligación de hacerlo cumplir siempre, y no cuando y cómo les interese.
Y es que los autores de la consigna (la palabra eslogan es un anglicismo innecesario como tantos) en su inocente candidez parecen desconocer las perniciosas, por no decir catastróficas consecuencias, que supondrían para la humanidad si llegara a cumplirse tan fatídico deseo de que hombres y mujeres fueran iguales. La principal y más destructiva sería nada más y nada menos que la desaparición de la especie humana. Si no existieran dos sexos diferenciados, es decir, si no fuéramos desiguales, como Dios o la naturaleza nos ha creado, no sería posible la continuidad de la especie. Es más, ni siquiera hubiéramos existido, como tan poco existiría la procreación en animales o vegetales.
Esta reflexión que en su consecuencia final parece absurda, no pretende ser nada más que una respuesta al planteamiento mucho más absurdo de que "hombres y mujeres somos iguales". En la diferencia no existe la injusticia. La injusticia se produce en el trato diferenciado ante derechos y deberes de los ciudadanos, y esa injusticia puede producirse por exceso o por defecto. Reparar una injusticia en un colectivo humano, cualquiera que sea, no ha de suponer provocar otra injusticia en otro colectivo. Creo que es fácil de entender lo que estoy defendiendo. Una cosa es la "desigualdad" necesaria y otra bien distinta la discriminación.
Resumiendo. En mi opinión los autores de la consigna se han dejado guiar por un populismo vacuo y demagógico que sólo ayudan a la confusión, al pensamiento único y políticamente correcto, precisamente todo lo contrario de lo que necesita una sociedad culta y reflexiva. Como viene ocurriendo con demasiada frecuencia las élites políticas no cejan en su intentona por considerar a los ciudadanos como menores de edad, incapaces de tener pensamiento propio y a los que es necesario adoctrinar en el "sentido correcto". Esta forma de actuar tiene un nombre concreto y ya fue nefasto en tiempos pasados no tan lejanos.
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