Recientemente dando un paseo al atardecer por el casco histórico, me acerqué a la plaza de la constitución (nombre oficial) o plaza vieja (nombre popular) para disfrutar del campo visual de esta plaza. Desde la calle Real, entré por el arco existente en la calle Mariana y cual fue mi sorpresa que la vista de la plaza quedaba anulada por un “muro verde” (los árboles), es decir, ya dentro de la plaza no tenía una panorámica visual de conjunto hasta sobrepasar ese “muro verde”. Pero aún así, una vez superado, la visión de la plaza y, en especial, la Casa Consistorial, quedaba entorpecida por ese mamotreto masónico conocido popularmente como “pingurucho”, por lo que tuve que colocarme delante de él para poder visualizar perfectamente en todo su conjunto la Casa Consistorial sin entorpecimiento alguno (salvo algún viandante), evitando así mismo una palmera que hay entre los árboles y el mamotreto masónico.
Esta situación me llevó a preguntarme a mí mismo cual era la principal referencia de esta plaza; si en ella está la Casa Consistorial, la casa de todos los almerienses, desde la que se dirige la política municipal, lo normal es que sea esa la referencia, y que se pueda disfrutar visualmente de ella en todo su esplendor, más cuando después de años, se ha conseguido remodelar. Pero por la distribución de los elementos ornamentales en la plaza, da la impresión de que se ha querido que la referencia sea el mamotreto masónico, cuestión controvertida desde el punto de vista de que no es un referente histórico almeriense de relieve, puesto que no fue protagonizado por almerienses. El otro elemento visual que no creo que sea una referencia en la plaza es el “muro verde” que la rodea, excepto en el frontal de la Casa Consistorial, donde no hay, supongo que para no entorpecer su visión. Este “muro verde” también entorpece la fachada del convento de Las Claras que da a la plaza, declarado Bien de Interés Cultural (BIC).
Insisto en la pregunta de cual es la referencia en esta plaza, teniendo claro desde mi punto de vista que debe ser la Casa Consistorial y que, por tanto, cuando se acceda a la plaza por cualquiera de las entradas, debe tenerse una panorámica de conjunto de la misma, sin interferencias como los árboles, la palmera o el mamotreto masónico, teniendo en cuenta por otra parte que tanto los árboles como la palmera o el mamotreto pueden trasladarse, pero no así los edificios.
No sé qué va a ocurrir si el Parlamento andaluz aprueba el Proyecto de Ley de Patrimonio Cultural de Andalucía, iniciativa legislativa publicada recientemente en el Boletín Oficial del Parlamento de Andalucía (BOPA), en cuyo artículo 78 (contaminación visual) en su apartado 1 se dice textualmente “se entiende por contaminación visual o perspectiva, a los efectos de esta ley, aquella intervención, uso o acción en el bien o en su entorno de protección que degrade los valores de un bien inmueble integrante del patrimonio cultural y toda interferencia que impida o distorsione su contemplación”. Si este proyecto de Ley se aprobase, podría interpretarse que el pingurucho y los árboles contaminan visualmente a un BIC (Las Claras) y a un bien protegido (La Casa Consistorial).
Para colmo, dentro de la plaza, lo descrito en el pingurucho no se ajusta a los hechos históricos que pretende ensalzar, utilizando la palabra mártir para definir a los fusilados el 24 de agosto de 1824, cuando fueron derrotados en combate, capturados y fusilados en cumplimiento de las leyes vigentes; como ellos, en esa guerra civil entre absolutistas y liberales, hubo miles.
Además, el mamotreto situado en la misma plaza y que fue destruido en 1943, tenía en las cuatro caras al término del basamento y anteriores a la columna, cruces católicas, puesto que hay que recordar que de los 22 fusilados ese 24 de agosto, 21 quisieron morir dentro de la fe cristiana. En la reconstrucción de 1988 bien pudieron haberse mantenido, pero claro, en un monumento masónico ¡cómo va a ver cruces cristianas!
Y sobre los coloraos, espero que algún día alguno de los “hooligans” del bando liberal en esa guerra civil de hace ya dos siglos nos hablen de la oferta de los exiliados liberales de tomar Ceuta para el Sultán de Marruecos, además de ofrecer la Isla de Perejil a los ingleses, a cambio del reconocimiento de los nuevos estados americanos y el apoyo a los colombianos para llevar la guerra a nuestras costas desde el puerto de Tanger.