SEMANA SANTA EN ALMERÍA

La Escucha, máxima expresión almeriense

  • Una corporación capitular que lleva la esperanza a todos los fieles

El Santo Cristo de la Escucha saliendo de la Catedral El Santo Cristo de la Escucha saliendo de la Catedral

El Santo Cristo de la Escucha saliendo de la Catedral / Javier Alonso (Almería)

A las 5:00 horas de un fresca madrugada, poco primaveral, en la indaliana capital almeriense, miles de almas venidas de todos los barrios y otras muchas desde fuera de la ciudad , se encontraron fraternalmente en la plaza de la Catedral y calles adyacentes, así como en el interior del apostólico templo catedralicio de la Encarnación a la espera que sonasen las campanas y comenzase el ritual litúrgico del Vía Crucis con el devocional y fervoroso Santísimo Cristo de la Escucha, de estilo gótico obra del imaginero – escultora almeriense Jesús de Perceval, y cuya dirección espiritual al canónigo Maestro de Capilla Juan Torrecillas Cano.

Sí algo caracteriza a este Vía Crucis penitencial, no solo es la hora del comienzo del mismo, en la penumbra oscura de la madrugada, sino el inmenso y mortificante silencio entre los miles de participantes, que tienen clavado en su corazón, que Cristo ha muerto tras las últimas siete palabra, y que con apesadumbramiento hay que acompañarlo en esas horas cruciales para que nunca deje de tener misericordia y compasión por el género humano tras la resurrección.

Cada año que he hecho la crónica, no puedo dejar de recordar a sacerdotes que fueron pilares del nacimiento y crecimiento de este Vía Crucis, los los canónigos Rafael Romero Robles, Lucas Ramos EstradaJuan López Martín y Beneficiado Felipe Sánchez, quienes bien merecían tener presente en su barrio una efigie en mármol de Macael sufragada por el ámbito cofrade y autorización eclesiástica y municipal.

Tampoco puedo dejar de nombrar a Javier Arcos Quero e Ignacio Salas, respectivamente, Hermanos Mayores, “in pectore” de esta Mayordomía del Cabildo Catedral, a la Adoración Nocturna y Hora Santa que durante muchos años fueron los ejes vertebradores de este Vía Crucis y el de Cristo de la Pobreza y al capataz del austero paso en oscuro caoba Adolfo Pageo Benete, quien dirigió el mismo con ese sentir propio de los almerienses y su último recordatorio fue para el cofrade y boxeador recientemente fallecido Juan Francisco Rodríguez, para que su alma se encuentre en la vida Eterna.

Tras pasar por el dominico Santuario de la Virgen del Mar coronada y alcaldesa perpetua de la ciudad, iglesia de san Pedro, se llegó a los Conventos de las Madres Clarisas y las Puras, estando presentes las piadosas monjas entre rejas claustrales, esas mujeres de infinita vocación a Dios y al prójimo. El cielo comenzaba a abrirse muy lentamente, notaba el mismo los estertores de la muerte del Divino Redentor y el Vía – Crucis regresaba al templo catedralicio confluyendo en la plaza abovedada con palmeras todas las personas que habían asistido al mismo.

Quedaba por entonar la XIV Estación, alzándose entre la multitud la voz santa de un sacerdote, entre el impresionante silencio recordándonos que el camino del dolor de Cristo es el mismo que el de la Humanidad, dolor de los parados, jóvenes descreídos manipulados, matrimonios deshechos, familias rotas por la eutanasia y los abortos, personas mayores o no sin esperanza en la enfermedad ni en residencias de asilo.

Fue todo un Vía Crucis por la paz y el amor, ya que un cristiano ha de saber que no puede construir una paz al margen de Dios, al estar Cristo vivo entre nosotros en el Sagrario, por lo que, la última bendición impartida desde el dintel de la puerta catedralicia es para seguir testimoniando la fe al amparo y la sombra de la Cruz.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios