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Como manda la tradición, los quintos (niños en edad de ir a la mili) de Bacares trabajaron toda la madrugada del sábado al domingo para construirle una cueva de flores a Jesús, lugar en el que permaneció hasta que la Virgen de Los Dolores fue a su encuentro. En este recorrido, la Madre de Dios procesiona vestida con manto negro, símbolo de luto. Una vez que encuentra al Niño, los miembros de la Hermandad ascienden al trono y en un sencillo gesto cambian el manto de luto por uno de color blanco. Entonces, la Virgen y el Niño Jesús procesionaron por las calles del municipio hasta alcanzar la iglesia de Santa María de Bacares. La Virgen era portada por un grupo de valientes mujeres, mientras que el resucitado lo llevaban a hombros los quintos.
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