Galletas de lodo para 'matar' el hambre en Puerto Príncipe
Devastador terremoto en el caribe El barro es un ingrediente tradicional
Aunque antes del seísmo era habitual alimentarse con tierra en el barrio marginal de Cité Soleil, tras el desastre del pasado día 12 su consumo se ha generalizado
Nadia Guerrier está sentada sobre una lona en Cité Soleil, un barrio marginal, pobre y violento de la capital de Haití. Con las manos bate, lentamente, una mezcla de tierra, mantequilla, sal y agua con la que hará galletas de lodo.
Toma la ligera masa con una cuchara y le va dando forma con círculos sobre la lona. Una a una, las va colocando en hileras y las deja al sol. "El sol las seca. Después, ya están limpias", dice su sobrino Fumi Ricardo, de 26 años.
La fabricación de galletas de lodo es una costumbre en Haití que existe desde antes del terremoto de 7 grados Richter que devastó la ciudad y dejó más de 170.000 muertos y a 600.000 personas sin techo. Sin embargo, tras esta tragedia su consumo se ha generalizado.
Algunos aseguran que aunque les gusta el sabor a mantequilla y sal, las galletas les dan muchos dolores de estómago. El lodo es ya una tradición que usan como fuente de calcio y antiácido.
"Muchas mujeres embarazadas lo comen porque parece que es muy nutritivo", dijo Michael Kuehn, director regional de la organización alemana Welthungerhilfe (Agro Acción Alemana).
"Ahora, por supuesto es también una expresión de la pobreza, pero es una exageración decir que porque hay hambre en Haití la gente tiene que comer esto", señaló el técnico.
El propio Kuehn las ha probado. "Yo no puedo recomendar el comer eso, claro que no, pero no es algo que refleje la pobreza, sino que hay un factor cultural".
Para Guerrier, que tiene 36 años y seis hijos, elaborar galletas con estos ingredientes para sacar negocio de ello es una forma de sustento económico para toda la familia.
En su día a día Guerrier se levanta a las cuatro de la mañana y trabaja hasta las tres de la tarde en su elaboración.
"Hago unas 100 o 150 cada día", dice en créole, levantando apenas la cabeza, sin descuidar la tarea. Cada galleta cuesta cinco gourdes (13 centavos de dólar). Los vecinos pasan y se quedan viéndola mientras trabaja. "A mí no me gustan", admite Fumi, pero son "nutritivas" y "cuando la gente no tiene nada que comer, son buenas".
Guerrier las prepara sentada frente a su pequeña casa de lámina. Sus hijos se asoman desde la puerta, mientras ella bate y bate la mezcla. Algunos vecinos pisan al pasar con los zapatos el lugar sobre el que descansarán las galletas. En Cité Soleil las galletas de lodo son parte de lo cotidiano, además de la basura, la inseguridad y el hacinamiento.
Para Kuehn, un punto clave para mejorar la alimentación en Haití, el país más pobre del continente, es aumentar la producción nacional y la distribución de la comida de una manera más justa.
"Hay que tener en el país la política de darle a la gente la posibilidad de comprar la comida disponible en el mercado en lugar de importar", señala.
Sin embargo, lo de la tierra no le asusta demasiado. "Eso de usar la tierra es una cosa cultural también", dice. "Yo recuerdo que mi mamá cuando se le caía el cabello comía una cosa que en Alemania se llama Kieselerde (tierra de sílice), que tiene muchos minerales".
Unas sencillas galletas de lodo, sal y mantequilla han pasado de ser el principal sustento de las personas de los barrios más pobres de Puerto Príncipe, a convertirse en un alimento muy demandado y deseado entre la población.
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