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El castillo de naipes del Almería, al suelo

  • Francisco baila a un Almería sin alma, sin tensión, sin fe, sin ganas de subir a Primera División

  • Queda la épica, pero es mejor no hacerse ilusiones

Gestos de entrega y derrota en los jugadores.

Gestos de entrega y derrota en los jugadores. / LaLiga

Montilivi, primera parada para el Almería en esta promoción de ascenso. Y tiene pinta que última. Tal cual la temporada pasada, con un cambio importante: el público. Hace un año, meses después del duro confinamiento primaveral y tras la astracanada del caso Fuenlabrada, nadie ponía en duda que el fútbol se tenía que jugar a puerta cerrada.

Esta temporada también estaba asumido que se iba a disputar sin público en las gradas, hasta que el CSD firmó otro nuevo capítulo del absurdo en el que se han convertido las decisiones que toma. Primero permitó el acceso de gente sólo a unos equipos [dependía de la situación epidemiológica de su región] y ayer, a falta de pocas horas para que se jugara en Gerona, hizo lo propio para la promoción de ascenso. Total, un carajal en Montilivi para ver cómo articulaba la vuelta de los aficionados. Lo bueno es que el Almería también contará con 1.500 aficionados el sábado, aunque visto lo visto, pocas ganas tendrá el público de sufrir otro escarnio.

Por lo menos durante la previa se mantuvo la pasión, la ilusión.. Había ganas de ver el once de Rubi: continuidad al teórico titular o alguna cara nueva visto lo visto en las últimas jornadas. De la Hoz se había ganado un puesto y el técnico fue justo. Al césped para tratar de ser ese engranaje en la medular para que el equipo no se partiera en el ida y vuelta. No se partió ahí, sino que hizo crack a las primeras de cambio.

Toda la previa, toda la teoría, toda ilusión de la semana, echada a perder en menos de 300 segundos. Lo que es lo mismo, en menos de cinco minutos. Un equipo que sale sin alma, a verlas venir, sin corazón a una promoción de ascenso, no merece subir. Y el Almería lleva toda la segunda vuelta sin el hambre que necesita un equipo profesional. El Girona salió a merendarse a los rojiblancos y le metió dos mordiscos seguidos. Dos balones al corazón del área, uno de falta y otro de jugada a la espalda de la defensa, para que Bárcenas y Couto hicieran apagar la televisión a los aficionados rojiblancos que creían en la supuesta mejora de su equipo por haber ganado con problemas al Logroñés y haber sabido jugar con la ansiedad del Sporting. Se nececesita algo más para ser temido y respetado en esta categoría.

Morlanes y Sadiq, superados y cabizbajos. Morlanes y Sadiq, superados y cabizbajos.

Morlanes y Sadiq, superados y cabizbajos. / LaLiga

A partir de ahí, uno espera algo de amor propio en su equipo. Las grandes remontadas no se consiguen con fútbol, sino con fe. Por lo menos hay que ir, hay que percutir, hay que demostrar que te duele que un equipo que ha quedado por detrás en la clasificación [aunque sea muy superior], te baile de manera tan descarada y dolorosa.

El Almería no sabía por dónde le venían las tortas. Tenía un plan de partido y como no le salió, se bloqueó. Alguna tímida contra conducida por Ramazani, sin definición. La única bien trenzada significó un mano a mano de Sadiq con Juan Carlos, pero como hace tiempo que al nigeriano sólo le gustan las florituras, perdió la oportunidad.

La eliminatoria se cerrará el próximo sábado a las 21:00 en el Mediterráneo

Quedaba la esperanza de un cambio táctico en el vestuario, un golpe de entrenador que saliera bien y elevara algo la moral de la tropa. Nada de nada. Hombre por hombre y el Girona a seguir mandando con tranquilidad en la zona ancha. No hubo más mejora que la que permitieron los locales, que con el 2-0 hacían palmas con las orejas. Los de Francisco defendían cómodamente en su campo y cedieron el balón a los almerienses, que movían sin saber qué hacer con el balón. Ante la más mínima presión gerundense, pérdida.

El único al que se le veía que quería, que intentaba algo distinto era a Ramazani. El belga [¡qué carajo haría en el filial con Gomes!] ganaba carreras, encaraba y se marchaba. Lo mínimo que se le pide a unos profesionales que no tienen una mala nómina. Pues era el único en la primera y en la segunda parte. Le regaló un gol a Lazo con un pase de la muerte fantástico, pero el gaditano ni la tocó.

En cuanto el Girona sintió que el Almería se le podía subir a las barbas, le paró los pies. No lo hizo a base de pérdidas de tiempo, sino con un gol que sentenciaba la eliminatoria. Como no, con un nuevo desastre defensivo, incapaz de despejar hasta un saque de portería. Sylla y Bárcenas torearon a la zaga y pusieron el 3-0 en el marcador. ¿Se merecía esto realmente la afición rojiblanca? Habrá tiempo de analizar la temporada, pero Turki y su equipo podrían dejarse de fuegos de artificio y hacer un equipo de verdad. Un equipo que tenga aspiraciones de verdad y no se descomponga como un azucarillo cuando exige que se juegue al fútbol.

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