Riazor y la madre de todos los despropósitos
DEPORTIVO CORUÑA 3-1 UD ALMERÍA | El Acta de Vivancos
Lázaro, el peor de los peores, aguantó sobre el césped hasta el minuto 80
El Almería entra en barrena en La Coruña

Almería/Rubi le tomó el pelo a todos los aficionados. O quizá a sí mismo. El técnico catalán volvió a jugar con un once plagado de delanteros (ni el Barça se atreve a tanto) y como ocurrió en las primeras jornadas cuando el Almería llegó a estar en descenso, sobrevino una nueva debacle a domicilio que por desgracia se vislumbraba en cuanto se supo la alineación inicial. Lo hizo en el Carlos Belmonte, pero peor aún en Riazor, donde literalmente no respetó las virtudes futbolísticas de su rival.
Rubi obvió las peligrosas bandas de su oponente planteando un choque sin ningún rigor defensivo, ese que le llevó a revertir la situación de los albores de la competición. Eso de ir tan sobrado no se lo permite ningún equipo profesional en la actualidad. Si además tuvo Rubi la feliz idea de contar con Lázaro por una banda, que ni atacó bien ni defendió (marca de la casa) y con Melamed en una posición más conveniente para Arribas, el cóctel que el mismo técnico rojiblanco diseñó le explotó en sus propias manos, ya que la debilidad no vino exactamente de la línea defensiva, sino que partió de un centro del campo debilitado por la obsesión ofensiva de su entrenador.
Y para esa obsesión que de por sí era suicida y que sólo le ha traído disgustos en esta temporada, se dejó en el banquillo a Arribas. No tiene explicación alguna, Rubi. Es como hacerse el harakiri sabiéndolo de antemano. Pero sí, todavía se podía rizar el rizo, y tras la goleada encajada en la primera mitad, Rubi decide dejar intacto ese once inicial, ese esquema que él mismo diseñó con tantos errores. Ni siquiera sentó a Lázaro que, además de inoperante en ataque, se mostraba insolidario con sus compañeros al bajar los brazos a la hora de defender, por la banda donde se encontraban a un metro su técnico.
La decisión de Rubi de mantener ese mismo esquema y a esos mismos hombres sin rectificación alguna sólo puede calificarse como un insulto futbolístico. Nunca en mi vida he visto, desde que analizo fútbol hace casi medio siglo que, con la goleada encajada y con los errores cometidos, no se realice ningún cambio en el descanso, máxime cuando en el banquillo se tenían elementos interesantes. Como se comprobó en la última media hora, esos elementos te podían ayudar a revertir, o al menos igualar, una situación límite.
Sin embargo, Rubi admitió al término del encuentro que los cambios iban destinados a intentar recortar la desventaja. ¿Cuándo, Rubi? ¿A los quice minutos de la segunda mitad? Y ya, la madre de todos los despropósitos vino cuando Lázaro, el peor de los peores, aguantó sobre el césped de Riazor hasta el minuto 80, como si esa decisión la hubiera podido tomar el entrenador del Depor en beneficio de su equipo. ¿Por qué se incurre de nuevo en la suficiencia de Albacete, pero al cubo?
Y eso que Rubi admitió su error en aquel encuentro. Por cierto, no estaría mal contemplar la vuelta a la titularidad de Fernando. Y una anécdota, el primer tanto del Dépor partió de un fuera de juego claro, pese a la aprobación del VAR. Es hora de volver a remangarse la camisa, de volver a entrar en el fango de la Segunda para jugar con intensidad, para luchar y para anular al contrario con esquemas defensivos si se precisa. De esa forma se salió a flote junto a la calidad de Suárez o Arribas. Sólo de esa manera se podrá ascender. Con la vuelta a las andadas, como últimamente pretende Rubi, que se olvide.
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