Andalucía, donde nacían las frutas y las hortalizas más tempranas

Anuario de Agricultura & Agroalimentación 2024

Nos encontramos ante situaciones inexploradas, que requieren manejos extraños a los que los agricultores no estamos acostumbrados

Tomates.
Andrés Góngora
- Secretario Provincial de COAG Almería y Responsable de Frutas y Hortalizas de COAG

07 de octubre 2024 - 21:00

El titular parafrasea la letra de un conocido fandango para referir la capacidad del sector hortofrutícola almeriense y, en general, andaluz también, de llegar, cada temporada, a los mercados con las primeras frutas y verduras en cada estación. Un hecho que hasta ahora había caracterizado históricamente a nuestra comunidad y que había llenado de orgullo al sector al ser los primeros en llevar frutas y hortalizas de primera calidad hasta las mesas de consumidores, españoles y europeos.

Las peculiares características climáticas y geográficas de la comunidad andaluza permitían esta realidad, haciendo posible que nuestras fresas encabezaran la temporada de primavera; nuestras sandías y melones se adelantaran al verano; o nuestros cítricos vieran despuntar en primer lugar, el otoño. Todas ellas eran las primeras piezas de fruta mediterránea que podían disfrutar nuestros vecinos del norte, desde Francia, hasta Noruega, y todo ello, además, con unos estándares de calidad acordes a la buena mano de agricultores y agricultoras andaluces.

La desaparición de las estaciones, también en los alimentos, no es ya una idea novedosa. Todos podemos percibir en los estantes de cualquier supermercado que los productos ‘de temporada’ a parecen permanentemente acompañados de sus homólogos ‘fuera de temporada’. Y en este giro, de consecuencias inesperadas y un tanto inciertas, existen otros factores que nada tienen que ver con el cambio climático. El comercio global empuja ciegamente, y sin vacilación ética alguna, los movimientos de alimentos a través de circuitos comerciales, dispuestos, además, al servicio de la satisfacción inmediata del consumidor en cualquier temporada y ante cualquier circunstancia; sin mencionar lo lucrativo que resulta, para el canal distribuidor, esta disposición a cubrir necesidades en cualquier momento del año.

Y es aquí donde entran en juego las importaciones de terceros países, dando al traste con una dinámica que se ha desarrollado a lo largo de siglos de historia. En Europa éramos ‘los tempranos’, como ya decía el fandango. Los primeros en llegar con nuestras frutas y hortalizas en cada campaña. Y ahora ya, juego comercial de por medio, ni naranjas ni sandías, ni limones ni tomates, ni pepinos ni fresas. Hemos perdido por el camino ese concepto que había sido punta de lanza en las producciones andaluzas desde siempre.

Este nuevo escenario nos plantea retos y desafíos desconocidos para el sector. Nos encontramos ante situaciones inexploradas, que requieren maniobras y manejos extraños, a los que los agricultores no estamos acostumbrados y ante los que nunca antes nos habíamos visto expuestos. Encontrar en los lineales melones en marzo o incluso febrero, nos deja a muchos sin palabras, atónitos; pensando en cuáles podrán ser las repercusiones; temiendo, más bien, los caminos hacia los que esta situación nos empuja; con consecuencias sobre la salud de la población, por ejemplo y por mencionar solo algunas, con alimentos que llegan en condiciones mediocres de calidad o incluso tratados con productos fitosanitarios, prohibidos desde hace años en nuestros mercados.

Hasta ahora agricultores y agricultoras andaluzas nos habíamos encontrado solos en esta lucha, denunciando las posibles consecuencias, reclamando una atención de otras zonas productoras y de la opinión pública, avisándoles sobre lo que estaba por venir. Un hecho que para nosotros resultaba evidente pues el primer golpe lo recibieron nuestros productos al no ser ya los primeros de cada temporada, al no inaugurar las joviales mesas veraniegas españolas y europeas. Pero ese primer golpe nos ayudó a ser conscientes, antes que el resto, de la peligrosa traza que despliegan tras de sí las importaciones sin control. Consumada ya la situación, otras zonas productoras están abriendo los ojos también, uniéndose a plantar cara a una situación, de últimas, calamitosa para la agricultura. La modificación de las fechas de consumo, fuerza a su vez cambios en la siembra y momentos de consumo; lo que, en consecuencia, provoca fricciones entre los propios productores, acostumbrado a una dinámica, en la que nuestra comunidad era pionera, en tiempo y en calidad de producto. Ya no merece la pena sembrar sandía temprana. Ahora es mejor retrasar el cultivo. Y las comarcas limítrofes se alarman pues, a la vez y de forma indirecta, estamos presionando sus dinámicas de cultivo.

Las importaciones españolas de frutas y hortalizas frescas han crecido de forma constante en las últimas décadas. Las frutas han pasado de 701.000 a 2,47 millones de toneladas; y las hortalizas de 543.000 a 1,87 millones de toneladas, lo que ha supuesto que las importaciones totales de frutas y hortalizas frescas hayan crecido un 250% entre 1995 y 2023, pasado de 1,24 a 4,34 millones de toneladas. Las dinámicas del mercado siguen cambiando, esto no acaba aquí, continuaremos con fluctuaciones de precios, manipulaciones del circuito comercial y virajes abruptos que nos obliguen a reaccionar de forma certera y con la mayor resiliencia de la que seamos capaces. Hay que seguir peleando contra este nuevo escenario, plantarse frente a él y reaccionar, si no queremos que el control de nuestros alimentos y de los alimentos de nuestros hijos estén en manos de los caprichos de esos circuitos comerciales sin nombre.

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