Almería, ciudad arábigo-andaluza (I)

Crónicas desde la ciudad

Cuatro libros (prosa y verso) publicó María Pérez Enciso (Almería, 1908-México D.F. 1949). En el cuarto y último, Raíz al Viento, nos ofrece una descripción serena y nostálgica de su ciudad natal

Almería, ciudad arábigo-andaluza (I)
Antonio Sevillano / / Historiador

28 de abril 2012 - 01:00

ME reincorporo a mis citas fin de semana tras un breve parón motivado precisamente por la colaboración, muy gustosa, en los menesteres que paso a relatar. Sin desvelar secreto de sumario o confesionario alguno puesto que el grueso de actividades que la AA.VV. "Casco Histórico" tiene prevista para la primera quincena del próximo mes, dentro de su anuales Semanas Culturales, está ya cerrado y solo a la espera de su "puesta" en sociedad ante los medios de comunicación. Entre otros significados actos incluidos en el programa está la colocación de una placa-homenaje a Arturo Medina Padilla (Almería 1915-Madrid 1995) en su casa de La Almedina, concretamente en la esquina de la calle Descanso (del Agua) con la de Chantre. Reconocimiento que salda, mínimamente, la deuda de gratitud que el mundo de la Cultura y la ciudadanía almeriense en su conjunto tienen contraída con él.

ARTURO MEDINA PADILLA

Aún cuando a D. Arturo, "almeriense apasionado", se le recuerda prácticamente, o casi, por ser el marido de la también literata y profesora Celia Viñas Olivella y recopilador y catalogador de su obra escrita, Medina Padilla fue un reputado especialista en Literatura infantil (La tía Mirlí, El silbo del aire o Pinto Maraña), doctorado en Magisterio, docente en Almería, Sevilla, Ávila y Madrid (ciudad en la que falleció a los 80 años de edad), prologuista, conferenciante y autor de la biografía de la injustamente olvidada María Pérez Enciso: "María Enciso, escritora almeriense en el exilio. Estudio y antología", publicada por la Diputación Provincial en 1987. En la tarde-noche de ese mismo día, en la casa solariega de Los Puche -plaza Bendicho, de los Olmos o de la Princesa, rótulos que rezaron sus cartelas en tiempos pretéritos- hoy felizmente rescatada de la incuria por la Cofradía del Prendimiento y restaurada -en un ejercicio de respeto a la construcción original del arquitecto Ramón de Torres- tendremos la satisfacción de presentar, junto al amigo Antonio Torres Flores, una revisión biográfica encargada por el Instituto de Estudios Almerienses, necesariamente reducida, sobre tan extraordinaria mujer nacida en el Reducto y tristemente fallecida, trasterrada y a deshora, en el exilio mejicano. Dado que por su extensión no ha sido posible incluirlo en la publicación pendiente de ver la luz editorial, el artículo que da título a esta crónica lo reproduzco en su literalidad entre hoy y mañana.

RAÍZ AL VIENTO

De periocidad mensual, Las Españas, revista de pensamiento y ensayo político, fue fundada en México D.F. (1946) por Manuel Andújar y José Ramón Arana, dos de los miles de desterrados españoles acogidos por el Gobierno del presidente Cárdenas. En este crisol republicano de opinión y crítica literaria entregaban sus originales el propio Manuel Andújar o José Bergamín. En la sección "España en el Recuerdo", María Enciso publicó (enero, 1947) el artículo Almería, ciudad arábigo-andaluza, reproducido con ligeras modificaciones en Raíz al Viento, libro que completaba su cuatrilogía en verso y prosa. Aquí sustituye la letra de un fandango anterior por los cuatro versos octosílabos que desde enero de este año lucen en el azulejo-recordatorio de la casa del Reducto en donde nació:

Pa cantar el fandanguillo

que dé pena y alegría

es preciso haber nacido

en un barrio de Almería

Raíz al Viento, al igual que De mar a mar, está impreso en México (noviembre, 1947) en los talleres de Editorial Costa-Amic (Ediapsa). Consta de 197 páginas estructuradas alrededor de tres grandes bloques (Ensayos, Crónicas y Notas), en los que recopila buena parte de sus escritos de Bogotá, Barranquilla y México (en prensa); prologado por Nieto Caballero, embajador de Colombia en este país México.

En su continua evocación de lugares, situaciones y nombres propios, expone con finura y sin ambages su ideario, opinión y admiración por grandes figuras de las Letras españolas: Antonio Machado, Benito Pérez Galdós, Concepción Arenal, Rosalía de Castro, Juan Maragall y Juan Company; por los poetas colombianos León de Greiff y Porfirio Barba Jacob, al libertador Bolívar y la chilena Gabriela Mistral, en rendido homenaje a quien con extrema sensibilidad despertó su vocación por la Literatura tras escucharla en la barcelonesa Residencia de Estudiantes de Ríos Rosas.

En Notas y Crónicas se deslizan con fluidez los paisajes de la Bélgica liberada y los campos de concentración; Cartagena de Indias y Bogotá; La Habana de luz y color junto a las siluetas de México y, ya en España, la Semana Santa en Abril. Dos breves textos sobre la Canción popular y Canciones en el alba dan paso a Almería, ciudad arábigo-andaluza. Recorrido retrospectivo desde la antigüedad de caridemo a la de sus conocidos espacios urbanos del primer tercio del siglo XX, sus gentes, su carácter, su economía y desarrollo, sus esperanzas y desesperanzas… La vida en definitiva que fluye. Cuatro páginas en un capítulo que por sí solo -desde la autoestima almeriense- justificaría el postrer trabajo de María Enciso. Una andaluza contemporánea, ejemplo de abnegación y heroísmo, de generosidad no retribuida en cariño, inteligente y culta; excelente prosista, mejor poeta… Madre y hermana de dos inconmensurables figuras de la Ciencia en el continente americano. Las cenizas de María Pérez Enciso, que no su espíritu, reposan en el Panteón Español de un cementerio de Ciudad de México. Paz a sus restos

ARÁBIGO ANDALUZA…

Decir Almería es como pronunciar las palabras mar y aire de otro modo distinto, tanta es la influencia de la luz mediterránea en su vida y en su paisaje.

Viniendo de Levante, al llegar al puerto, dejando atrás el cabo de Gata, la ciudad se aparece enseguida toda blanca. A un lado la Vega y el desembarcadero de mineral; al otro, las pajizas montañas coronadas de cal, y al fondo, en un altozano, dominándola, el baluarte moro de la Alcazaba y la torre erguida de su campana de la Vela. Una pincelada de cal en la ciudad quieta y provinciana en donde nunca ocurre nada. Sus calles y plazas, la de Careaga, rosales y azulejos; la de los Olmos, árboles centenarios y bancos de hierro, son como el sello distintivo de una ciudad plácida, silenciosa, en donde los días transcurren deliciosamente iguales.

La plaza de la catedral con su mole de piedra berroqueña, tiene en sus esquinas un viento perenne que la envuelve con su misterio. Por ella pasan los coches muy fin de siglo, las berlinas, con sus caballos somnolientos, coches en los que un viaje es plácido e interminable, hasta para acercarse a los pueblos más próximos. No lejos de allì, la calle de la Reina, piso de guijarros puntiagudos, rejas hasta el suelo. Rejas florecidas guardadas con celosías de madera. Detrás de ellas, mujeres que sueñan, con el alma secular árabe prendida en los ojos, costumbres y tradiciones familiares, y la blanda molicie de una vida en la que todo lo que ha de suceder se sabe ya. .. Continúa y finaliza mañana

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