El lado oscuro de Almería

El hundimiento del Príncipe de Asturias

  • Hace 103 años, catorce almerienses perdían la vida en una de las mayores catástrofes marítimas del siglo pasado. Murieron ahogadas 445 personas en las costas de Brasil

El lujoso buque Príncipe de Asturias

El lujoso buque Príncipe de Asturias

Dentro de las tragedias en la mar ocurridas a lo largo del pasado siglo XX uno de los casos más famosos y dramáticos, fue sin género de duda el naufragio del buque "Príncipe de Asturias" el más lujoso de España junto a su gemelo "Infanta Isabel" que la madrugada del 5 de marzo de 1916 a consecuencia de una fuerte tempestad de viento y lluvia se hundió a escasamente milla y media de las costas de Brasil cuando el buque se dirigía al puerto argentino de Buenos Aires. A bordo del “Titanic” español, viajaban 193 tripulantes y 395 pasajeros, muchos de ellos emigrantes andaluces que se fueron a hacer las Américas en busca de mejor fortuna.

Hubo 143 supervivientes y murieron ahogadas 445 personas. Entre ese terrible censo de víctimas mortales figuraban catorce vecinos de la localidad almeriense de Albanchez. Desde 1915, un año más tarde de ocurrir la tragedia, un monolito costeado por suscripción popular y ubicado en el centro del camposanto de esta localidad recuerda el nombre de estas personas que fallecieron en el luctuoso suceso.  En el dramático accidente perdieron la vida ahogados, Miguel Linares Palenciano, su esposa y sus ocho hijos en edades comprendidas entre los 20 años el mayor y la menor de tres meses, junto a otras cuatro mujeres, entre ellas una madre y su hija de doce años y otras dos parientas más de 18 y 24 años de edad.

La tragedia del “Príncipe de Asturias” salpicó a la provincia de Almería. Al parecer hubo también otros vecinos de localidades cercanas a Albanchéz que fallecieron en el mismo naufragio aunque respecto a esta circunstancia los datos son algo más confusos. No obstante entre muchas personas de la zona norte de la provincia se tiene la convicción de que un indeterminado número de hombres todos de la comarca perdieron la vida en este naufragio por lo que el número de almerienses fallecidos en la tragedia podría ser mucho más elevado.

La instalación del monolito, según Francisco Martínez Botella, historiador y enamorado de su pueblo, se acordó en el transcurso de un pleno extraordinario celebrado en el Ayuntamiento de Albanchéz y todavía se conserva el acta de la sesión en la casa consistorial.  Una misa multitudinaria por el alma de los fallecidos en el mismo cementerio, al que acudieron centenares de vecinos de toda la provincia acompañó al descubrimiento del monumento conmemorativo de las muertes de sus convecinos. El monolito está construido en mármol de color gris sobre una base de unos cuatro metros cuadrados y dividido en tres gradas de mármol blanco, con una altura superior a los tres metros.

Una placa recuerda la efeméride

“Albanchéz a las víctimas del Príncipe de Asturias hundido en las costas de San Sebastián (Brasil)”. Al parecer estas familias que perdieron vida en la tragedia, embarcaron en Cádiz procedentes de Almería, unos días después de que el buque saliese de Barcelona el 17 de febrero tras hacer escala en Valencia. “El príncipe de Asturias” antes de producirse el hundimiento hizo su última escala en el puerto de Las Palmas de Gran Canaria. 

Miguel Linares era arriero y se dedicaba a dar viajes con sus reatas de caballerías desde el pueblo hasta la capital, al tiempo que se encarga de gestionar los pasajes ante el consulado de Brasil en Almería que desde el año 1885 tenía el país carioca en nuestra ciudad a los vecinos de la zona que habían decido emigrar. Según se comentaba entonces, su funcionamiento era un tanto irregular ya que a modo y usanza de cómo hoy actúan las mafias dedicadas a la prostitución o de tráfico de inmigrantes, buena parte de estos almerienses eran engañados ofreciéndoles pasaje gratis y una vez en su destino, chantajeados trabajando duro en los cafetales y otras penosas labores hasta que, con los réditos acumulados lograban pagar el precio del pasaje cuyo valor a veces se triplicaba.

Un monolito en Albanchez recuerda el nombre de las personas fallecidas en la tragedia

 Un mal día, Miguel Linares deslumbrado por todo ese despejado horizonte que le brindaban estos países sudamericanos, acordó con su familia emigrar a Argentina sumándose a la aventura otras cuatro vecinas del pueblo, todos ellos posteriormente muertos en el naufragio.

El hundimiento del “Príncipe de Asturias” ocurrió a las cuatro y veinte de la madrugada a unos quinientos metros de la costa en una zona de arrecifes situada en Ilhabela cerca de Punta Pirabura a milla y media de Punta do Boi conocida por los españoles como isla de San Sebastián.

El mal tiempo reinante, con fuertes vientos y la escasa visibilidad provocó el desvió del compás magistral colisionando contra las rocas. El impacto provocó una brecha en la línea de flotación del barco de más de cuarenta metros de longitud.  Al penetrar el agua en la sala de máquinas explotaron las calderas lo que hizo que el buque de 16.500 toneladas, de 140 metros de eslora y veinte de manga se hundiera en apenas unos diez minutos.

La muerte cogió al pasaje y tripulación por sorpresa. El buque desmantelado, llevaba entre las cinco mil toneladas de mercancía diversa, veinte estatuas de bronce regalo de la colonia española de Buenos Aires al pueblo argentino valoradas en unas 40.000 libras esterlinas.

Hubo 143 supervivientes. Hubo 143 supervivientes.

Hubo 143 supervivientes.

Entre el pasaje además de numerosas personalidades del mundo de las finanzas, periodismo, espectáculos, etc iban también muchos inmigrantes españoles clandestinos viajando ocultos como polizones quienes burlando la vigilancia de la tripulación del barco lograron introducirse camuflándose con el resto de los pasajeros.  Tras el brutal choque contra los arrecifes, el “Príncipe de Asturias” desapareció en el mar en una profundidad de entre 20 y 50 metros.

Los 143 supervivientes se salvaron al arrojarse al agua en lanchas salvavidas permaneciendo varias horas en la mar, hasta que fueron rescatados por el carguero francés Vega que fue la primera embarcación que acudió en auxilio de los náufragos tras captar los escasos mensajes de socorro que pudo emitir el telegrafista del buque que murió ahogado en su puesto de servicio.

El barco era propiedad de la naviera Pinillos Izquierdo y Cia y había entrado en servicio el 16 de agosto de 1914, unos dos años escasos antes de producirse el hundimiento y tanto el capitán José Lotina y el primer oficial, José Salazar eran expertos marinos con muchas travesías realizadas.

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