Botellón: el rugido que no duerme

Aunque los agentes han reducido las concentraciones, los jóvenes siguen ocupando los espacios públicos para beber viernes y sábado

Hasta 300 euros de multa tienen estos gestos.
R. E.

05 de abril 2015 - 01:00

Los vecinos del casco histórico están desesperados. Y es que el botellón se ha convertido en el ave fénix del centro de la capital. Ha renacido de sus cenizas y aunque no lo ha hecho con la misma intensidad que antaño, está ocasionando ciento y una molestia a los vecinos, quienes, acostumbrados a una calma estable, han vuelto a la época que tanto odiaban. Y el caso es que el Ayuntamiento se ha puesto manos a la obra. Movilizó a la Policía Local e incluso pidió ayuda a la Nacional para llevar a cabo un control exhaustivo del botellón. Pero, claro, el contexto es la palabra clave. Y el contexto dice que la situación económica no permite tener a los agentes necesarios para llevar a cabo las funciones obligadas de cada noche, más aún cuando es fin de semana, por lo que no se termina de acabar con el botellón.

El caso es que las multas comenzaron aplicarse con disciplina y se dio la órden de llevarlas a cabo como método de erradicación. Y se hizo. De hecho, durante los primeros meses de la puerta en marcha de este plan se multiplicaron por cuatro e incluso cinco el número de denuncias. Estas son de 300 euros, 150 si se pagan a tiempo.

Hubo un tiempo en el que la fiesta era propiedad de la calle. No había impedimentos para abastecerse de ron, vodka o whisky y abrir las botellas en el parque Nicolás Salmerón, pleno centro de la capital. No es que no fuera un botellón incontrolado, pues había presencia policial, pero existía libertad para el bullicio y este no solo ponía en jaque el sueño de los vecinos limítrofes a esta zona, también dormían a medias los de las calles cercanas, pues el goteo de gente que llega y se va era incesante. Pero la fiesta terminó. En noviembre 2006, el Parlamento aprobó la Ley Antibotellón y esta la ley permitía a los alcaldes inhabilitar a los empresarios que la incumplan y a los ayuntamientos determinar los espacios abiertos o 'botellódromos'. Pero claro, en Almería no hay ningún espacio habilitado para ello, no se puede beber en la calle. Durante siete años, los almerienses han respetado esta norma y apenas se han levantado actas, pero, de repente, ahí está, el botellón se ha despertado, el sueño le ha durado ocho años y, claro, ahora, en plena crisis, a ver cómo se zanja. Primero porque no hay demasiados medios municipales para hacerlo; tres parejas de la Policía Local tienen que hacer frente a todo el recorrido por el casco histórico. Los jóvenes han comenzado a tener nuevas citas con el alcohol. Pero hay más puntos, Bendicho, Virgen del Mar, Séneca, Eduardo Pérez, Solís, Careaga, Arco o Masnou. Y también en viejos conocidos como el parque Nicolás Salmerón. En la actualidad, el Ayuntamiento de Almería aplica la Ley Antibotellón decretada a nivel autonómico desde 2006. En ella, dentro del capítulo 2 (régimen sancionador) se exponen como motivo de infracción leve "la permanencia y concentración de personas que se encuentren consumiendo bebidas o realizando otras actividades que pongan en peligro la pacífica convivencia ciudadana fuera de las zonas del término municipal que el Ayuntamiento haya establecido como permitidas". En la capital no hay ninguna de estas zonas, es decir, no existen los conocidos como botellódromos, por lo que cualquier concentración en la calle para consumir alcohol (excepto en ocasiones especiales como Feria) debe ser sancionada. La infracción es leve, así que puede llegar hasta los 300 euros. Tras las protestas vecinales, si el problema va en aumento, el alcalde convocaría una Junta Local de Seguridad y ahí se analizaría la posibilidad de pedir refuerzos a otros Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.

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