Calle San Ildefonso (II)
Biografía ignorada. En la de María Pérez Enciso -vecina de mayor renombre nacida en el barrio- se contemplan diferentes facetas diferenciadas y complementarias: la humanística, literaria y política
Pa cantar bien por fandangos
que den pena o alegría
es preciso haber nacío
en un barrio de Almería
EL populoso Reducto -en alusión al baluarte defensivo en la falda de la Alcazaba, demolido en el siglo XIX- cedió su protagonismo original en favor del genérico "Plaza de Pavía-Pescadería" en cuanto a la denominación del barrio que desde el cuartel de La Misericordia asciende hasta la fortaleza; limitado al este y oeste por la ermita de san Antón y la rambla de La Chanca. En el triangular entramado urbano destaca la calle san Ildefonso, en cuyo nº 27 nació María Pérez Enciso, ilustre escritora que firmaba con un escueto "María Enciso". La recuerda desde 2012 una cerámica descubierta por el Ayuntamiento a instancia de la AA.VV. Casco Histórico. Salvo esta iniciativa, ni una calle o plaza, ni un espacio cultural, sala de lectura, premio literario o cursos veraniegos de la UAL rinden memoria a la única almeriense perteneciente a la llamada Generación del 27. Mujer con la que la España democrática sigue en deuda y más aún en su cuna natal.
Resulta descorazonador comprobar como sus paisanos ignoran que su abnegación logró salvar de la muerte a decenas y decenas de niños españoles internados en campos de refugiados del sur de Francia, huidos por la frontera ante la inminente entrada de las tropas franquistas en Barcelona. A mayor abundamiento, María falleció en el exilio con la palabra "Almería" en su boca y a veces dudo si el manto de silencio que la cubre es fruto del desconocimiento o de la mala fe de algunos dado su posicionamiento ideológico. Lo sugería tiempo atrás e insisto ahora: entre las visitas guiadas del área municipal de Turismo se hace necesaria una específica por calles y plazas donde lucen placas que perpetúan el buen nombre de tantas mujeres y hombres singulares nacidos y/o avecindados en el Casco Histórico. En esa ruta María Enciso tendría una parada obligada en la que glosasen su ejemplar vida e importante obra en prosa y verso. Disponen de suficiente material didáctico en la magnífica biografía escrita por Arturo Medina (viudo de Celia Viñas) y en la que elaboré para el IEA, en formato reducido y revisada tras consultar distintas fuentes. Aprovecho la cita para agradecer públicamente a su sobrino, Antonio Morales, la generosidad al proporcionarme su archivo, notas y libros originales.
INJUSTAMENTE OLVIDADA
Francisco Pérez Castro, maquinista en la naviera del todopoderoso Juan March contrajo matrimonio con Dolores Enciso Amat, perteneciente a la pequeña burguesía local en la que destacaba su hermano José Gabriel, dirigente de Izquierda Republicana y farmacéutico con oficina abierta en el Paseo. La joven pareja se instaló en nuestra calle donde en la mañana del 31 de marzo de 1908 vino al mundo María de los Dolores. A ella le siguió Francisco, fallecido a corta edad, y Guillermo, nacido en Barcelona (en la que residieron temporalmente por motivos laborales del pater familia). Los dos hermanos se reunirían más adelante en América, donde este ostentaría una cátedra de Psicología en la Universidad de Caracas.
De regreso a Almería, en septiembre de 1923 asistió a la Normal de Maestras, en c/. Pedro Jover. Residiendo ya definitivamente en la Ciudad Condal, María ingresó en aquella Escuela de Magisterio (cursos 1923/27) al trasladarle el tío materno y tutor la matrícula. No nos consta que accediese a la Universidad, pero sí de que frecuentó diversos foros intelectuales; caso de la Residencia de Estudiantes de Ríos Rosas, en la que cimentó su vasta cultura y escuchó la palabra poética de la chilena Gabriela Mistral. Destacada militante en UGT, utilizó el seudónimo de "Rosario del Olmo" siendo responsable del gabinete de Prensa Extranjera del Partido Socialista Unificado de Cataluña y del Institut D` Adaptació Profesional de la Dona. Ahí se casó, nació su única hija, Rosa, y se divorció -acogida a la ley de 1932- de José del Olmo, empresario y juez durante la guerra civil. Mientras tanto, la madre, Dolores Enciso, permaneció en Almería malviviendo al frente de una pequeña mercería en La Almedina; trasladada a Villa Dolores (Zapillo), el Dr. Pérez Rodríguez la asistió hasta su fallecimiento el 7-IV-1961.
DE HORROR EN HORROR
Ante la inmediata toma de Barcelona por el ejército de Franco, huyó junto a miles de españoles ganando a pie la frontera francesa por Cerbére. Lo hizo en enero de 1939 como delegada de Evacuación de Niños a Bélgica, adscrita a la diplomacia sudamericana. El doloroso cometido -en el que le acompañó la diputada belga Isabelle Blume- consistió en la recogida de numerosos menores malviviendo en condiciones infrahumanas en campos de refugiados en Saint Cyprien, Clermont-Ferrand y Argelés-sur-Mer para su posterior entrega en adopción a familias respetables de Bruselas, Amberes, Gantes, etc. En esta hermosa tarea, no exenta de peligro, se hallaba cuando Bélgica fue ocupada por la Alemania nazi. Tras los horrores de la guerra civil española, el drama personal continuaba. Llevando de la mano a su hija de corta edad, escapó a Francia y desde el puerto de El Havre a Inglaterra. El encargo humanitario quedaba truncado y sólo entonces buscó su propia libertad en el exilio americano. Como si de una catarsis purificadora se tratara, de esta azarosa etapa de su vida dejó pormenorizada reseña en el libro Europa Fugitiva.
AMÉRICA, AMÉRICA
Después de veinte días de travesía, de Liverpool arribó a Barranquilla (Colombia). Y de allí a Bogotá, donde residió un lustro. En Cataluña había ejercido la profesión periodística, lo que le resultará providencial para subsistir en tierra ajena, acogida en el verano de 1940 por la colonia de expatriados españoles. En la capital bogotana colaboró en los semanarios Sábado, Revista de las Indias y Tiempo, abordando temas "serios". Sin embargo, exigida por las necesidades económicas, se vio obligada a firmar columnas de corte populista; caso del magacín Paquita del Jueves (Méjico) y Diario de la Marina (La Habana). En Colombia publicó sus dos primeros títulos: Europa Fugitiva y Cristal de las Horas.
En La Habana vivió varios meses en casa del periodista Eduardo Ortega y Gasset para posteriormente afincarse (1945) en México DF, donde le sorprendió la muerte a finales de marzo de 1949. Muerte callada y a destiempo, cuando cumplía tan solo 41 años de edad. Ahí ejerció de maestra, trabajó en las redacciones de El Nacional y Las Españas y editó el poemario De Mar a Mar y el ensayo en prosa Raíz al Viento. La también almeriense Mercedes Rull Alonso -a la que conoció en Cuba- fue su fiel compañera en el postrer momento de su azarosa existencia y quien en tan amargo trance se hizo cargo de su hijita Rosa. Operada de apendicitis, una mala praxis médica condujo a la tumba a María de los Dolores Pérez Enciso:
Aquella muerte fue horrible, un caso de mala suerte y de negligencia porque ella no estaba enferma, era una mujer alta, bien desarrollada, llena de salud…
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