Crónicas desde la ciudad

Cementerio Civil o “Neutro”

  • Influenciado por el clero, el Ayuntamiento demoró injustificadamente la construcción de un cementerio donde dar sepultura a ateos, suicidas y a quienes no profesaban la fe católica

Lápida de Francisco Salmerón

Lápida de Francisco Salmerón / José A. Márquez

Días atrás en Diputación Provincial se presentó REAL, revista digital a editar semestralmente por el Instituto de Estudios Almerienses, en cuyo primer número colaboraré con el artículo “La ciudad de los muertos”. A tal fin giré la enésima visita al antiguo cementerio civil o neutro, integrado en el general de San José (el postizo de “y Santa Adela”, huelga por inexacto, ridículo e innecesario), acompañado de mis amigos Antonio Andrés Díaz y José A. Márquez. El minúsculo recinto -uno de los cinco en que se subdivide la principal necrópolis municipal- alberga una densa y valiosa página de la historia local que, más allá de lo lúgubre del lugar, no deja de brindarnos información

Discretamente situada en la parte inferior del lienzo de nichos fronterizo con el Cementerio Inglés, la sorpresa surgió en forma de modesta lápida de granito borrosa por el paso del tiempo. Junto al cenotafio del catedrático de Ciencias, Manuel Pérez García (1867-1927), con dificultad podemos leer: “A perpetuidad. Concedido por el Excmo. Ayuntamiento en sesión ordinaria celebrada el 14 de noviembre de 1932. Francisco Salmerón y Alonso”. Pleno presidido por el alcalde Antonio Oliveros Ruiz en el que acordaron ampliar a 19 titulares más dicha concesión, “para evitar la (hipotética) exhumación de los cadáveres”. ¿Era Francisco, hermano mayor de D. Nicolás, el distinguido por el Municipio?, ¿o un familiar descendiente en primer o segundo grado? El acta no lo precisa y el registro general del cementerio (digital e informatizado) no recoge enterramiento alguno con tal nombre, en ninguna época. 

A comienzos de la miserable posguerra la ira fascista profanó la tumba de José Jesús García

En cualquier caso, la inconmensurable autoridad ética y política del que fuera presidente de la Iª República eclipsó en gran medida la brillante trayectoria del ilustre alhameño, nacido circunstancialmente en Torrejón de Ardoz en marzo de 1822 y fallecido en noviembre de 1878 en Madrid: abogado, concejal en aquel Municipio, diputado al Congreso por Almería y Canjáyar, presidente de las Cortes, ministro de Ultramar, etc. Lo cierto es que sus restos no fueron traídos de la villa y corte, donde reposan en un cementerio laico y no en Almería, a pesar de la ambigua resolución plenaria (la ubicación de la placa adosada y superpuesta longitudinalmente a un nicho ajeno así lo corrobora). Salvo que se refiriese a un descendiente, debió constituir un acto simbólico de reconocimiento público al instaurarse la II República Española, hecho del que la prensa no se hizo eco. Un dato inédito en la bibliografía provincial a añadir a su biografía y que presumiblemente estimulará la curiosidad de los paisanos. 

José Jesús Garcìa. Óleo de Ángel de la Fuente José Jesús Garcìa. Óleo de Ángel de la Fuente

José Jesús Garcìa. Óleo de Ángel de la Fuente

Espacio neutro

 

El articulado de la primera Ordenanza Municipal (1864) no diferencia en cuanto a creencias de los fallecidos, pero se tenía por axioma incontestable que tanto el antiguo de Belén como el nuevo del Marchal de Iniesta estaban destinados a fieles católicos. La condición de ateo llevaba aparejada su exclusión del “camposanto”. Sin embargo, no todos los miembros de logias masónicas corrieron idéntica suerte ya que cabía la posibilidad de acuerdo (económico o de otra índole) con el obispado o párroco de turno, a pesar de la resistencia secular. 

Tuvo que producirse el “escándalo José Litrán” (al que fechas atrás hacíamos protagonista) para que el Consistorio, pese a las reticencias eclesiásticas, atendiese las requisitorias del Gobierno sobre dotar a la ciudad de un digno lugar de enterramientos diferenciado del católico. La anómala situación se desbloqueó en el pleno del 11 de marzo de 1889: 

Que debiendo procederse a la construcción de un Cementerio Civil en esta localidad y no existiendo partida en el presupuesto… Se consigne al presupuesto adicional cantidad bastante para llevar a efecto tan útil obra… 

En diez mil pesetas cifraron la construcción del recinto civil o “neutro”, a continuación del destinado a criptas y capillas suntuosas. La comisión de Ornato, Sanidad y Beneficencia negoció con Juan de Oña, exalcalde y propietario del solar en el Marchal de Iniesta, adquirido a Isabel Quesada. Al realizarse la medición no llegaron a un entendimiento, siendo el propio gobernador quien lo deslindase del solar privado. En noviembre del mismo año aprobaron el proyecto y planos del arquitecto Trinidad Cuartara, dando comienzo las obras. En enero de 1891 se adjudica al constructor Manuel Torres el acondicionamiento del camino entre ambas áreas mortuorias. Al igual que en el católico, inhumaron en tierra hasta que quedó pequeño frente a las necesidades crecientes, obligándose a habilitar series de nichos adosados al perímetro mural. Durante el periodo 1931/39 se ocupó todo el cuadrilátero con fallecidos no creyentes, ateos, aconfesionales o con el marchamo de “Judicial”, epígrafe que incluía a suicidas, ahogados, homicidas y muertes violentas. 

Desde 1932 una modesta y discreta lápida recuerda a perpetuidad a Francisco Salmerón Alonso

En este recorrido piadoso y melancólico queda por inventariar el 5º y último trazado, el más lúgubre y desolador; el que de niños llamábamos de los “ahorcados”. Una mínima y semi desconocida parcela al norte, cubierta de maleza (hoy mejor atendida), en la que se suceden humildes lápidas en fosas con uno o varios cadáveres y en el que se depositaban, además, restos de forensías, amputaciones, fetos… ¡Ufff! Las inscripciones indican que desde los años 60 hubo un notable incremento de entierros de adultos y niños. 

Pepe Jesús 

Recto el carácter, franca la alegría,

fértil ingenio, mente soñadora,

en la hora alegre y en la triste hora,

altivo y desdeñoso, se reía 

Francisco Salmerón y Alonso Francisco Salmerón y Alonso

Francisco Salmerón y Alonso

José Jesús García Gómez (1865-1916), abogado, concejal electo, diputado a Cortes (1905-1907), líder republicano, autor de las novelas Tomás Iº, Quitolis, Broza y La Aparcera, fundador de cabeceras periodísticas (caso de El Radical) en las que firmó como Rigoletto y Perico el de los Palotes (seudónimo también utilizado por Carmen de Burgos en los inicios de su carrera literaria), es el predecesor almeriense de las afamadas “greguerías” de Gómez de la Serna. A su sentida muerte, el Ayuntamiento acordó, dada la precariedad familiar, conceder una pensión a la viuda, Ángeles Belner (hermana de la primera mujer), becar los estudios de un hijo (dejó cinco), emplazar un busto en el Parque, rotular con su nombre la calle Murcia y conceder a perpetuidad el terreno del “civil” en el que fue acogido una lluviosa mañana de marzo de 1916, envuelto en la bandera de Almería y “bajo la sombra de un árbol amigo”. La ira fascista se cebó con su última morada, destrozando la lápida con letras doradas donadas por el congresista y arquitecto socialista Gabriel Pradal. Ante la indiferencia general, unos burdos brochazos de negra pintura sobre el mármol blanco señalan hoy el lugar. ¿Se restaurará alguna vez la dignidad perdida y honrará como merece la inmensa figura de Pepe Jesús García? El señor alcalde tiene la palabra. 

 

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