Cincuenta caballos sobre el albero en un festival de raza y pura sangre

Multitud de equinos lucieron en la plaza de Toros del municipio en una serie de diferentes actuaciones donde el flamenco se erigió como una de las protagonistas principales de la noche

Cincuenta caballos sobre el albero en un festival de raza y pura sangre
Ricardo Alba / Vera

16 de agosto 2012 - 05:01

Un caballo blanco color blanco de luna; un caballo de belleza noble levanta olas de albero en el coso veratense. Charo Gutiérrez, Sandra Ber y Felipe Portillo, del club hípico Titu de Vera, atentos desde la contrabarrera no sea que el animal tensara los nervios. Unas palabras se esparcen entre las gradas "Pura Sangre es el festival de los caballos, aunque intervienen artistas, hombres, mujeres, niños, luces, sonidos y efectos especiales. Señoras y señores, quiero recordarles que el auténtico y principal protagonista esta noche es el caballo español. El caballo es uno de los animales favoritos del ser humano. Es bello, hermoso, dócil, vigoroso, cualidades innatas en él que le hacen ser acreedor de admiración y sorpresa. Señoras y señores, con el impulso y fuerza del caballo español, les hacemos partícipes de esta exhibición de arte ecuestre". Otra voz, esta desde el tendido, exclama ¡estamos sorprendidos!

Era la noche del martes en la Plaza de Toros de Vera, noche abierta a un mundo de misterio, entre tinieblas, caballo y jinete refulgen la silueta con destellos de luz , una figura luminosa parece flotar en el aire de las cabriolas.

'Pura Sangre', caballo, jinete y bailaora en el centro del ruedo. Dentro de la oscuridad una luz, redonda como luna llena, alumbra la estampa. Ella pisa firme el albero con su danza; el jinete la galantea a requiebros de su caballo; si García Lorca los viera les haría un poema de junco, luna y retama, un jinete y su corcel en el talle de una dama cabalgan. A un lado, el cante y la guitarra.

Una amazona de porte aristocrático funde en su estampa la elegancia de la hípica. Sólo el caballo nota y obedece las suaves órdenes de su dueña. Por momentos, asemejan una delicada figura de porcelana.

Un grupo de ponis montados por niños dibujan filigranas en el albero. Los más pequeños son los protagonistas; ahora un carrusel, después un cruce y se sabe, se percibe que llevan en sus cabalgaduras el futuro de devenir ecuestre.

Tras ello, un carrusel de tres caballos y jinetes que portan 'garrochas' prendidas en fuego, simula la faena de recogida de los toros en el campo, al caer la tarde.

Un caballo blanco de la escuela jerezana , inmóvil como el de un fotógrafo, es testigo de las andanzas de domador y caballo , un caballo que a un ligero movimiento de quien mejor le conoce se levanta sobre las ancas , se pone de manos como un heráldico rampante digno de un escudo Pura Sangre.

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