'El Cojo', el eterno torero de los astados de luces y fuego
Gabriel Herrera, pirotécnico de profesión durante dos décadas, lleva tres décadas brindando el primer toro de fuego al Cristo de la Luz durante las fiestas patronales
Virgitano de nacimiento, ejidense de adopción y daliense de corazón. Gabriel Herrera es conocido dentro y fuera de El Ejido como el Cojo. Su apodo le viene desde niño por la cojera que padece en su pierna derecha. "Soy cojo de nacimiento, por eso me manejo y lo llevo tan bien", afirmaba sonriente. Pero si por algo es conocido es por ser una de las figuras principales de la semana grande de Dalías, la celebración de sus fiestas patronales en honor al Santísimo Cristo de la Luz. Cada tercer miércoles de septiembre los Toros de Fuego invaden la plaza del Ayuntamiento, pero nadie que haya acudido puede imaginarlos sin la presencia del Cojo. Cientos de fieles y devotos del Cristo se rinden a esta tradición en la que una carretilla cubierta con una estructura metálica con forma de toro, desde la que brotan cohetes ratoneros, corre de una lado a otro. Mientras, los "toreros", ataviados con su típico pañuelo rojo, intentan sortear al toro y a sus petardos. Siempre es la misma estructura, que pesa en torno a cien kilos, aunque "es fácil de manejar cuando le pillas el truco y sabes mantener el equilibrio", sostenía, pero se le va cambiando a lo largo de la jornada festiva la carga de pólvora que se coloca en los anclajes que lleva el armazón.
Antes de que salga el primer toro, el más importante, el Cojo sube la escalinata de la iglesia de Santa María de Ambrox, se quita su montera y le hace una reverencia al Cristo, para bajar y comenzar a correr el Toro de Fuego. Aunque esta tradición existe en Dalías desde el año 1984, ya desde cinco años antes, Gabriel acudía a dar estallidos de luz, color y pólvora al cielo daliense durante sus fiestas.
Y es que el Cojo, a sus 53 años, ha trabajado durante más de dos décadas en la empresa virgitana de pirotecnia Nuestra Señora de Gádor con la que ha recorrido múltiples fiestas populares de dentro y fuera de la provincia trasladando todo tipo de artículos y productos relacionados con el sector de la pirotecnia, desde cohetes, tracas alpujarreñas, castillos aéreos, acuáticos o piromusicales, "aunque te puedo asegurar que realmente pueblo tan espectacular y donde se reconozca la labor de la pirotecnia como en Dalías no hay otro", apostilla.
Gabriel es un hombre noble que se emociona cuando cuenta su experiencia como pirotécnico. "Es un trabajo que tiene que gustarte y has de vivirlo para saber lo que es. Aunque es muy arriesgado, no hay que tenerle miedo pero sí respeto. Es que es muy distinto. Si respetas lo que tienes entre las manos es una ventaja, pero si no lo respetas por mucho miedo que le tengas, puedes llevarte un susto". Desde su infancia ha sido un amante de la pólvora. "Recuerdo que cuando eran las fiestas de Berja, venía a casa de mi abuela el dueño de la empresa de pirotecnia y siempre me regalaba una bengalilla y yo era el niño más feliz del mundo cuando la encendía". A pesar de su pasión, hace once años abandonó su trabajo como pirotécnico tras conseguir un empleo en la ONCE. Por eso se trasladó a vivir a El Ejido. "Lo dejé porque estaba muy cansado de estar todo el día de pueblo en pueblo. Necesitaba tranquilidad, pero me quedaba el gusanillo y por eso voy todos los años a los Toros de Fuego de Dalías. Es la única reliquia que me ha quedado de mi trabajo y por eso espero poder seguir acudiendo durante muchos años".
Su labor en esta tradición le ha llevado a ser reconocido por el propio Ayuntamiento en dos ocasiones. En el año 2004 "me entregaron una estatuilla de bronce, un torero, por mi dedicación a las fiestas y el año pasado me volvieron a hacer un homenaje al cumplir mis 30 años de dedicación a la pirotecnia en Dalías", contaba orgulloso.
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