Hace medio siglo que quisieron derribar el Teatro Cervantes
Almería
A finales de 1973, la piqueta estuvo a punto de demoler el edificio del Círculo Mercantil para construir un bloque de cemento y cristal
¿Se imaginan que una noche llegara una piqueta mecánica al Paseo y derribara el Teatro Cervantes…? Pues hace 50 años estuvo a punto de ocurrir. Y con el visto bueno de muchos almerienses. Pero no. El maravilloso edificio del Círculo Mercantil e Industrial se salvó por los pelos. Aunque su derrumbe no habría sido nada extraño en una ciudad caracterizada por las tropelías urbanísticas.
La lista de atropellos es infinita; el premio mayor se lo llevaron “El Chalé del Gitano” en la Plaza de Santa Rita –echado abajo de madrugada en plena Semana Santa de 1982-, la preciosa mansión que había en la esquina de Navarro Rodrigo con Obispo Orberá y el primitivo Correos. En sus lugares, respectivamente, un feo bloque de 21 viviendas, otro más horrible aún que data de 1974 y un inmueble que ahora está siendo demolido. Y el Teatro Cervantes, ideado a finales del XIX por Enrique López Rull (1846-1928) y construido en 1921, estaba en esa lista de barrabasadas. Ya se quiso vender antes de la Guerra Civil por 8 millones de pesetas, pero el clamor impidió el desafuero.
Aprobado por los socios
El derribo del monumento fue aprobado por la junta general de socios de la entidad, en su reunión del 13 de octubre de 1973. Las 50 personas que asistieron aceptaron adjudicar las obras a la empresa “Ofitesa”, de la que el empresario de Albacete Juan José Moreno Alarcón (1933-2011) era accionista mayoritario.
A finales de 1973, el salón noble del Círculo Mercantil era un espacio donde tenían lugar actos y celebraciones de todo tipo. Hasta los alumnos del extinto Colegio Universitario de Almería (CUA) organizaron el 11 de noviembre un desfile de modas para recaudar fondos, con prendas de “Marín Rosa” y calzados de “Zapatería Salas”. Mientras tanto, en el despacho del presidente, la directiva cocía un siniestro plan para derruir el edificio y levantar garajes, pisos y oficinas.
Tal es así, que el jueves 22 de noviembre de 1973, la Permanente del Ayuntamiento de Almería presidido por José Luis Pérez-Ugena y Sintas (1927) llevó en su orden del día el anteproyecto del derribo y de nueva construcción. En esos momentos, la ciudad era un hervidero de rumores sobre el asunto, azuzados por algunas declaraciones de personas vinculadas a la sociedad propietaria, en las que daban por hecho que al edificio histórico le quedaban cuatro días de vida porque se iban a construir “muchos pisos”.
La defensa a ultranza del valioso inmueble histórico se articuló muy rápido. Personajes muy conocidos de la Almería social y cultural comenzaron a protestar en diferentes ámbitos. El ex alcalde de la ciudad, Emilio Pérez Manzuco (1910-1977), escribió que el anteproyecto “llenaba nuestro corazón de zozobra sobre si tendremos que ver desaparecer uno de los edificios más bonitos de nuestra ciudad”.
Perceval respondió airadamente
No obstante, el inmueble a derribar carecía de la protección urbanística que posee cualquier bien arquitectónico, por lo que el Ayuntamiento estaba entre la espada de salvarlo y la pared de aliviar los intereses económicos de la sociedad privada Círculo Mercantil, que era la promotora de la obra y poseía un elevado déficit. Así se evidenció en el Pleno Municipal del 10 de diciembre de 1973. Sobrevoló la opción de convertir al Cervantes en teatro municipal, de declararlo “edificio singular” y de “amnistiarlo” con cualquier fórmula administrativa.
El presidente de la entidad, Antonio González Vizcaíno (1912-1976) expuso en la reunión de la “Tertulia Indaliana” del 14 de diciembre que su directiva ejecutaría la decisión adoptada por los socios y que la opinión pública local había sido confundida con las distintas versiones. Jesús de Perceval (1915-1985) le respondió airadamente que en la periferia de la ciudad existían terrenos suficientes como para levantar cuantas torres y rascacielos se quisieran.
Sea como fuere, lo cierto es que sobre la mesa existía una detalladísima propuesta arquitectónica que supliría al bello edificio. Incluso se editó un librito con los pormenores de la obra bajo el título: “Anteproyecto de edificio singular para teatro, locales comerciales, oficinas y aparcamiento subterráneo en Almería”. La idea de construir aquella horripilante caja de cemento y cristal, del llamado estilo “brutalista” y que daba a cuatro calles, fue de los arquitectos Santiago de la Fuente Viqueira y el madrileño Antonio Vallejo Acevedo (1930).
La Navidad de 1973 se celebró en la capital con la preocupación social por el derribo. Aun así, el Círculo Mercantil aprovechó el tirón publicitario para “vender” su festejo de Nochevieja en el edificio en cuestión. Para ello, no dudó en lanzar programitas y octavillas anunciando que la gran fiesta de fin de año con los grupos musicales “Jónicos” y “Los Invasores” se celebraría en el “maravilloso marco del Teatro Cervantes”. Mientras los invitados tomaban las uvas de la suerte, sobre el despacho del presidente reposaba el anteproyecto para demoler, precisamente, aquel “maravilloso marco”.
Asamblea de socios, clave
La tarde del domingo 17 de febrero de 1974 fue una fecha clave para la resolución del conflicto. Aunque a esa hora echaban por la tele un Barcelona-Real Madrid, la asamblea de socios fue multitudinaria y tensa; más de 200 asistentes, de un censo de 236. El abogado Juan José Pérez Gómez (26/02/1916-13/11/2009) –hijo de un socio fundador- llegó a escribir que jamás hubo tanta movilización de afiliados y que el presidente de la entidad había frustrado a muchos de ellos, contrarios a desprenderse del monumental edificio histórico.
González Vizcaíno estuvo acompañado por el secretario, su pariente José Terriza Bordiú (1928-2007), sus directivos, por el notario Carlos Hornillo Escribano y un delegado gubernamental. Explicó los antecedentes del asunto y desveló que el recién nombrado director general de Cultura Popular, Ricardo de la Cierva y Hoces (1926-2015), durante su visita oficial a Almería del día anterior para inaugurar el Club Hípico, había mostrado su disposición a ofrecer ayuda institucional para salvar el inmueble. Pocos sabían que Perceval lo había telefoneado, desesperado, contándole la aberración en ciernes. Mientras, Pérez Gómez no paraba de escribir artículos y celebrar reuniones defendiendo a ultranza la conservación del edificio.
Con la propuesta de De la Cierva, el presidente decidió suspender la asamblea en mitad del estupor de los presentes, que comenzaron a gritar y a pedir su dimisión, sin que se sometiera a votación la idea de parar el derrumbe. La disputa “conservación-demolición” parecía decantarse por la primera opción. Tampoco se debatió el escrito presentado por un grupo de socios en el que exigía la celebración de una junta extraordinaria y la creación de una comisión en la que estuvieran todos los presidentes del Círculo, anteriores a González Vizcaíno. Sobre el ambiente flotaba la inscripción masiva de 42 personas como socios para, en las asambleas, decantar a favor del derrumbe la opción que se debatía. Según Pérez Gómez, adalid junto a Bartolomé Marín y Jesús de Perceval de la defensa del monumento, entre los nuevos asociados figuraba la familia propietaria de la empresa “Ofitesa”, además de varios empleados, abogados y personal vinculado a la constructora.
Pero muchas veces la agonía rompe el saco. Y el proyecto “brutal” de los arquitectos suponía una altura de pisos y un volumen de construcción tan desmesurado que el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) del Ayuntamiento lo rechazó. Y la demolición tampoco se aprobó. La Corporación incluyó a toda la manzana del Cervantes en el catálogo de edificios históricos a proteger, salvándolo “in extremis” de la piqueta.
Menos mal que ganó la cordura gracias al valiente grupo de almerienses liderado por Juan José Pérez Gómez, que peleó por preservar el patrimonio urbanístico de la ciudad. Por una vez, las pilastras, las cornisas de dentellones, las balaustradas y los mascarones vencieron al hormigón. Las “cosicas” que tiene Almería…
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