Misericordia y Perdón

El Santo Cristo del Perdón tras su salida. / Javi Alonso

27 de marzo 2018 - 02:31

Durantedice el Papa Francisco que la Misericordia puede curar las heridas y cambiar la

historia del hombre. El martes santo, vivo un momento muy especial de Misericordia y Perdón gracias a un crucificado y junto a un puñado de penitentes en riguroso silencio. Momento que nace en la Parroquia de San Ildefonso de Almería, el Vía-Crucis Penitencial de la Hermandad Juvenil del Santo Cristo del Perdón. Se le conoce con algunos nombres a esta hermandad: "El Perdón", "La de los fuegos", "La de Silencio", así cada espectador del martes santo identifica a esta mi Hermandad. Espectadores que contemplan en la noche del Martes Santo algo que algunas veces no tiene ni explicación, ni palabras. Es un día, el Martes Santo, que se identifica con el Silencio profundo en oración que es y debe de significar el PERDÓN. Y es en martes santo donde otra hermandad a la misma hora hace su salida en la ciudad de Úbeda: La Noche Oscura. Cofradía que es una de la raíces, junto al Cristo de la Buena Muerte de Úbeda, del Perdón de Almería. Cofradía, la de la Noche Oscura que procesiona a un crucificado, que al igual que el Cristo del Perdón fue obra de Francisco Palma Burgos. Noche Oscura y Perdón en dos vía-crucis penitenciales, uno rezado por estaciones y otro en silencio, rezado y vivido interiormente por cada penitente del Perdón.

La sencillez del Vía Crucis de hoy es la sencillez del que sabe perdonar

Y es ese penitente, farol en mano el que acompaña y alumbra no sólo a Cristo sino algo necesario, difícil de conseguir pero una vez conseguido todo se ve diferente: EL PERDÓN. El silencio de estos penitentes nos recuerda y enseña que no conviene tener demasiado a menudo en los labios la palabra "perdón" si uno no está dispuesto a perdonar. Porque hablar es gratis y el silencio es compromiso de oración y perdón. Este impresionante vía-crucis no debe de ser sólo una imagen de un cortejo que impacta pero que su silencio se convierte en palabrería una vez pasado el Cristo del Perdón. Transmitir públicamente el mensaje del perdón durante unas horas no es tarea fácil. El perdón llega a ser difícil y a veces doloroso. Tal vez acertemos o nos equivoquemos, pero perderíamos la batalla de antemano si no somos capaces, de vez en cuando, de intentar perdonar y ser perdonados. Y este es uno de los mensajes de estos penitentes, que se hacen uno de tantos, EL PERDÓN, el pedirlo y el recibirlo. Y no es tarea fácil el mensaje en que insisten los hermanos del Perdón en enviarnos a todos los que contemplan el vía-crucis y a ellos mismos como penitentes del Perdón: luchar por los otros, para recuperar a quienes queremos. Estar dispuestos a sortearobstáculos, a lidiar con problemas, a perdonar, a dejar que cicatricen algunas heridas… Difícil tarea verdad, pero habrá que intentarlo. Y ahora viene la pregunta clave, ¿Cuántas veces tendré que perdonar? ¿Cuántas veces le tengo que perdonar?, ¿Cuántas veces he tenido que intentar hacer esta dura tarea?... Solo Cristo tiene la respuesta: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete". Y aquí está el reto, la dificultad, aquí está nuestra fe, aquí está ser discípulos de Él, el perdonar hasta el agotamiento, Él perdono hasta la muerte.

Y la sencillez de este vía-crucis es la sencillez de quien sabe pedir perdón y perdonar. Todo eso ha de ser el horizonte de nuestro caminar. Y todos los que caminamos acompañando y contemplando a este Cristo vamos cargados de un equipaje muy nuestro que incluye nombres, abrazos, errores, lecciones, perdones, fracasos y éxitos, caricias, opciones, luchas, oraciones… un camino muy humano y sencillo. Y en este camino de silencio, pobreza y pies descalzos hagamos una gran oración por la reconciliación. Es un don que necesita nuestro corazón, pero no sólo para nuestro día a día, sino para todos los lugares violentados de nuestro mundo. Hay tantos miedos que nos llevan cerrar y desconfiar, a juzgar sin escuchar, a dividir por dividir, negando la suma.

Pero el Martes Santo alguien se ha empeñado en hacernos hombres y mujeres capaces de perdón: de amar a las personas tal como son. ¿Saben a quién me refiero? Solo contémplelo a su paso por cualquier calle de su recorrido. Es el Cristo del Perdón quien nos pide y anima a que le ayudemos a reconciliar al mundo. Empecemos con un pequeño gesto, una mirada de dulzura, una llamada, un abrazo, un café, una visita inesperada, un beso, un abrazo… El martes santo nos pide que hagamos una cadena de perdón y de reconciliación. Que se extiende no solo a los que nos ven, nos contemplan, nos siguen o puedan leer este artículo. Tenemos que ser pequeños eslabones de la cadena del Perdón. Lleva y pide perdón. Es el momento de aprender de los hechos y de los errores, de rectificar, de intentar sanar las heridas que hayamos podido causar. De no negar el valor de la reconciliación; de no convertir los agravios en muro definitivo; de no dar ni darnos un veredictos de culpabilidad. Hay que dar tiempo y lugar al lenguaje del perdón, porque esa es la única misericordia que aprendemos en Jesús todos los Martes Santo y siempre. Comencemos a crear la cadena del perdón y de la misericordia, Porque dando se recibe, olvidando se encuentra, perdonando se es perdonado, y ÉL con su PERDÓN EN LOS LABIOS resucito a la vida eterna.

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