El lado oscuro de Almería

Muertes extrañas

  • La muerte de un matrimonio estuvo rodeada de un gran misterio. Los vecinos tenían sus interpretaciones, que iban desde el suicidio, el crimen o un simple accidente

Muertes extrañas

Muertes extrañas

Fue calificado como un caso curioso y un tanto enrevesado, del que no trascendieron muchos detalles a la opinión pública. Tuvo como protagonistas a una pareja hallada muerta en el interior de una vivienda de planta baja en la localidad de Serón cuyos propietarios por esas fechas no se encontraban en el municipio. Esos días en el pueblo hubo comentarios para todos los gustos y en los que cada vecino sostuvo una interpretación de los hechos. ¿Qué fue realmente? ¿Fue una muerte accidental de la pareja? ¿Fue un doble suicidio? ¿Existió acaso una mano criminal”. ¿Quizás la mala combustión de una estufa de gas?

De vuelta al pueblo para pasar unos días de vacaciones con motivo de la Navidad regresaron a Serón, Juan Pedro Gallego y su esposa tras haber estado pasando una pequeña temporada en tierras catalanas adonde se desplazaron para visitar a unos familiares. La fría mañana del 28 de diciembre de 1979 quedará para siempre fija en su memoria y no se les olvidara fácilmente. Al abrir la puerta principal de la casa, un profundo e hiriente hedor alarmó al matrimonio, pensando que el desagradable y putrefacto olor procedería de algún animal muerto que durante la ausencia se hubiese colado en la vivienda.

Al penetrar en el salón principal de la casa, el olor era todavía más intenso y penetrante, observando entonces a través de la puerta del dormitorio un cuadro que les heló las venas, dejándoles sin aliento y quedarse el matrimonio petrificado. Dos personas muertas, un hombre y una mujer completamente desnudos yacían sobre la cama del dormitorio y cuyos cadáveres se encontraban ya en avanzado estado de putrefacción lo que evidenciaba que debían de llevar bastantes días muertos. De inmediato fue avisada la Guardia Civil y la autoridad judicial. Las primeras conclusiones tras la inspección ocular por parte de los agentes de la Policía Judicial de la Benemérita revelaron que la pareja, dado el estado que presentaban los cuerpos podría llevar entre 40 y 45 días muertos.

El hombre que en los primeros momentos no llego a ser identificado tenía alrededor de unos cincuenta años. La mujer fue identificada como María F. de 36 años de edad y al parecer no residía habitualmente en el pueblo. La casa estaba totalmente cerrada. La puerta con la llave por dentro echada, así como todas las ventanas. Durante la instrucción del caso se advirtió que la llave de paso de la bombona de butano se encontraba abierta. Ningún vecino apreció entonces olor a gas procedente de la casa o algún otro signo extraño. El caso se cerró como si de un suicidio se tratase, aunque no faltaron comentarios e hipótesis acerca de lo ocurrido.

En cualquier caso lamentar la muerte de dos personas en extrañas circunstancias. Y unos meses antes, se produjo en la provincia otro caso con ribetes de un cierto misterio y que tampoco fuer aclarado lo suficientemente para despejar muchas de las dudas que se llegaron a plantear. La mañana del 10 de abril de 1979, el agente de la centralita del cuartel de la Guardia Civil de Aguadulce recibía una llamada de un comunicante extranjero que a duras penas entendía. Chapurreaba español y excesivamente nervioso que solo repetía y que pudiera entenderse la palabra “muerto” asegurando ante el confuso guardia civil que se encontraba muy cerca del cementerio de aquella barriada.

Media hora más tarde un patrullero de la Benemérita localizaba a unos cuatrocientos metros del cementerio a dos extranjeros haciéndoles señas para que se aproximasen. En el fondo de un barranco, conocido como El Risco y a unos diez o quince metros de altura se encontraba el cadáver de un hombre. De pelo color claro, estatura media y complexión delgada aparentaba unos 25 o 30 años, El cadáver estaba completamente desnudo y solo llevaba puestos unos calcetines deportivos de color blanco. La inspección ocular determinó que el fallecido presentaba signos externos de extrema violencia, con golpes en las piernas y quemaduras en la zona torácica. Se barajaron distintas hipótesis sobre el turbio asunto que no parecía que pudiese tener una fácil solución. Una primera impresión que se tuvo en el ámbito de la investigación fue que el autor del crimen había trasladado hasta aquella zona el cadáver con la intención de ocultar el cuerpo y retrasar así en lo posible que se conociera su muerte.

Las dos víctimas se encontraban sobre la cama completamente desnudas, ya sin vida

Sin embargo el posterior hallazgo de una mochila junto a un saco de dormir y otros efectos personales de la victima apuntaron la teoría de que el muchacho fue asesinado en el mismo lugar para robarle. En cualquiera de los casos el crimen quedó impune. La víctima fue identificada como José Luis Sanz de 23 años natural de Soto del Real que se dedicaba a la elaboración y venta de objetos de bisutería y pequeña artesanía que solía vender en puestos callejeros de hippies. Su esposa, Estrella S. de 20 años de edad, que solía acompañarle habitualmente en la elaboración y venta de estos artículos de adorno no fue localizada en los primeros días tras el hallazgo del cadáver. Al parecer la muchacha en aquellas fechas se encontraba viviendo en Málaga. Se supo que el matrimonio, unos meses antes habían estado en Colmenar Viejo y después en Palma de Mallorca de donde se desplazaron hasta Almería. Se descartó la implicación de la joven en el crimen.

La Guardia Civil mantuvo una extensa investigación que se amplió a otras provincias sin resultado por lo que el caso quedó archivado. Cuando se produjo la muerte de esta persona no se llegará a saber nunca. Los hechos conocidos arrancan desde el 9 de octubre de 1991 cuando unos agricultores encontraron restos del cadáver de una mujer en una charca en la zona de Punta Entinas entre los municipios de Roquetas de Mar y El Ejido. Diversos huesos y el cráneo se hallaron semienterrados a unos doscientos metros del mar en la denominada “Charca de la Guarra”.

Tras el macabro descubrimiento, todas las investigaciones se centraron en determinar la relación de estos restos humanos con el crimen de la enfermera británica Alexandra Lily Lye desaparecida desde el 30 de agosto de ese mismo año, cuyo caso desde entonces ha estado siempre rodeado de una gran misterio. Las medidas antropológicas del cadáver, alrededor de 1,60 de estatura coincidían con los de la enfermera desaparecida, pero los resultados del ADN y otras pruebas científicas a los que fue sometido rechazaron posteriormente con rotundidad de que pudiera tratarse de la misma persona. El cadáver se encontró en avanzado estado de descomposición. Boca arriba y con la cabeza ladeada, estaba totalmente desnudo cubierto solo con el sujetador.

Ningún vecino apreció entonces olor a gas procedente de la casa o algún otro signo

Parte del cráneo conservaba restos manchados con tonos rojizos, posiblemente sangre, carcomido por los insectos. En algunas zonas de las piernas eran latentes los efectos de la corrosión aunque no presentaba señales externas de mutilación. El caso fue decretado secreto sumarial por orden del juez Nicolás Poveda Peña. Los restos fueron remitidos a la clínica del doctor Riberte de Madrid para un completo estudio forense y recomposición plástica ante la sospecha de que se tratase de la inglesa desaparecida, pero los informes no aportaron ningún dato revelador sobre ello. A este cadáver no se le pudo poner nombre propio ni apellidos. Nadie en aquellas fechas denunció la desaparición de mujer alguna. Pasados tres meses nadie volvió a hablar del caso. Sin duda, uno más de los crímenes sin esclarecer cometidos en la provincia de Almería.

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