De La Unión al Martinete

Crónicas desde la Ciudad

La suma de cuatro núcleos urbanos conformó en 1868 el municipio de La Unión, el más floreciente enclave minero de la Sierra de Cartagena. De allí procedía Antonio Gómez Egea, nuestro protagonista

De La Unión al Martinete
Antonio Sevillano / Historiador

24 de octubre 2010 - 01:00

DESDE tiempos del Imperio romano en que la península ibérica fue dividida en provincias administrativas, las hoy Almería y Murcia adquirieron la condición de territorios fronterizos, entre la Bética y la Tarraconense. Obligadas ambas a complementarse, los flujos migratorios se sucedieron constantes en toda la raya del Sureste. En la segunda mitad del siglo XIX un auténtico trasvase humano tuvo su origen en la explotación minera de la Sierra de Gádor, en Berja; al agotarse sus entrañas la mayoría de jornaleros y peonaje marcharon a Almagrera; y de aquí -tras una nueva crisis extractiva-, como última etapa del éxodo laboral, al Campo de Cartagena.

En 1868 se crea el municipio de La Unión con la suma de cuatro caseríos: El Garbanzal, Portmán, Los Roches y Las Herrerías. Aunque hay una notable presencia almeriense en los distintos núcleos, en Las Herrerías, con el 44%, alcanzan la mayoría. Participantes todos en una especie de "ruta del hambre" en la que muy pocos lograron fortuna (caso del alhameño Pío Wandosell) y fama artística otros: el trovero de Pechina José Castillo y los cantaores Chilares y Rojo el Alpargatero, aunque este de origen alicantino. Pero también hubo murcianos que recorrieron el camino en dirección contraria. Es el caso de los futuros dueños de los prestigiosos establecimientos de tejidos El Río de la Plata, La Tijera de Oro, Villa de Lyón, Las Filipinas y Casa Ferrera. O simplemente obreros en busca y captura del salario que le permitiera subsistir.

VIAJE DE BODAS

El Padrón Municipal (AMAL) y Registro Civil nos proporcionan la cédula personal de Antonio Gómez Egea, en su segundo domicilio en Almería, c/. Ramos, 44: Mecánico, nacido en La Unión (Murcia) el 26 de octubre de 1898. Falleció el 23 de septiembre de 1986.

Y de su esposa, Ginesa Vivancos Fructuoso, natural igualmente de La Unión. Nacida el 29 de febrero de 1894 y fallecida en Almería el 6 de abril de 1987.

El matrimonio tuvo cinco hijos, de dos en dos años a partir de 1925: Josefina, Raimunda, Antonio (fallecido), Cayetano y Ramón.

El joven Gómez Egea sirvió al Rey y a Primo de Rivera en León, en un Regimiento de Caballería acuartelado en el que fue convento renacentista de San Marcos. Ahí ya dio pruebas de la destreza y capacidad creativa que le distinguiría: construyó un pozo artesiano donde sació su sed la tropa y cuadras, gracias al cual -obligado a ocuparse de su mantenimiento- se libró de marchar a pegar tiros a la guerra de Melilla. A su regreso se incorporó a la Naval de Cartagena y contrajo matrimonio con Ginesa Vivancos, familia de los fabricantes de Chocolate Tárraga. Su desplazamiento a Almería supuso un viaje de bodas sin retorno. Primero domiciliados en c/. Cucarro (aquí nacieron las dos hijas) y posteriormente en la de Ramos, en una casa de alquiler de Serrería Almeriense que luego adquirió.

Por indicación de la firma Frima, de Barcelona, vino a nuestra ciudad a organizar la fábrica de hielo que proyectaba la viuda de Ángel Pastor en la calle Juan Lirola, esquina a González Garbín. De este tipo de industrias sólo existía una pequeña por el Manicomio, en Los Molinos (el propio Antonio la desmanteló más adelante) y otra más floreciente a la salida de la carretera de Málaga ("esta Sociedad dedica sus actividades a la industria pesquera y exportadores"), razón social que al instaurarse la II República en 1931 cambió su nombre por otro bien significativo y rotundo: "Al fin libres".

Puesta en marcha las instalaciones de Pastor (más una serrería anexa de la que también sería responsable) continuó en la empresa, con tiempo y libertad para, junto a su socio, Diego Villegas, montar en Pescadería sendos almacenes (próximos al Parque Móvil y al bar La Barraquilla) distribuidores de cajas de madera para el pescado y suministro de hielo a los barcos (las barras elaboradas en Juan Lirola y trasladadas en carros de mulas).

COFRADÍA DE PESCADORES

En septiembre de 1944 quedó constituida la Cofradía de Pescadores de Almería, tutelada por la Comandancia de Marina y dependiente del Sindicato Nacional de Pesca e Instituto Social de la Marina. Patrón Mayor del Pósito fue Francisco Gibaja, al que sustituyó Pedro Cazorla y en cuya Junta de gobierno figuraba, entre otros, Ramón Gómez Alarcón, padre de los excelentes cantaores Pepe (fallecido) y Juan Gómez. A Gibaja le autorizó el Ayuntamiento (mayo, 1946) la construcción de una moderna fábrica de hielo en la calle Cordoneros del barrio de Pescadería. Para su montaje y posterior mantenimiento la Cofradía designó a Antonio Gómez Egea como la persona idónea dado sus probados conocimientos técnicos en el sector (Andrés Ventura, su sucesor en el cargo, no lo fue hasta que éste se jubiló). Inaugurada en agosto de 1946, comenzó a funcionar con dos grupos frigoríficos eléctricos, traídos de Barcelona, con una capacidad de producción (en 1949) de 4.800 Tm. Aumentadas al siguiente ejercicio con un nuevo compresor, las 190.000 barras iniciales resultaron suficientes para hacer desaparecer "los agobios que su escasez planteaba en los últimos años a la flota de arrastre y cerco". En la viabilidad del proyecto tuvo capital importancia, insisto, la dirección técnica de aquel joven venido de La Unión y avecindado en la calle Ramos

HEREDERO EN DESTREZA

El cuarto hijo, Cayetano, resultó el más apegado al padre y heredero de su habilidad e inventiva respecto a la mecánica y a los motores. Él fabricó y ensambló la infraestructura requerida por la Cofradía de Pescadores, además de una noria de cangilones y trituradora levantada por su padre en el cantil del Puerto -camino del Faro- para el abastecimiento de traiñas y palangreros.

De manos de Federico Granados, maestro ajustador de los desaparecidos Talleres Cabezuelo, en la calle General Luque, hizo el aprendizaje. Su factoría de torno, fresa, ajuste y ensamblaje al servicio de la incipiente industria local y provincial merecería por sí sola un capítulo. Al terminar el Servicio Militar y ya con los conocimientos suficientes, se independizó en un local de c/. Murcia, con un socio de nombre Juan Antonio y el yerno de este. Los pedidos aumentaron (Recauchutados Blas García Vicente y Vigas Francisco Ordoño eran dos buenos clientes) y Cayetano se vio obligado a trasladarse a otro más amplio en la citada Cordoneros, primero de alquiler y luego en propiedad. El solar -perteneciente en aquel momento al Obispado- correspondía al ingenio metalúrgico del Martinete, erigido por la Compañía Minera La Cruz, de Linares, para la fundición de plomo y plata.

Compró la totalidad de la sociedad Talleres Martinete y pasó a dirigirla en solitario, llegando a emplear hasta 14 trabajadores en la reparación y montaje de piezas para motores de la flota pesquera o de la nueva fábrica oficial de hielo emplazada en el Puerto. Pero sin duda, su gran éxito empresarial lo obtuvo con la patente de los "haladores" (poleas) con los que se izaban las artes de cerco a bordo. A ellos y a la sociedad comercializadora con su hermano Ramón nos ocuparemos más adelante.

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