El 'afilaor' abandona las dos ruedas de la bicicleta y se pasa al carrito
Jonathan Martínez, toledano, acude dos veces a la semana a Almería donde trabaja afilando los cuchillos de bares y particulares · Cuenta que su caso es especial, heredó el oficio de su abuelo gallego
Recuerda, sin apartar la vista de los transeúntes que caminan rápido cuando cae el sol de mediodía, a un niño pequeño embobado mirando al abuelo afilando cuchillos. Conquistado por el sonido, las chispas, la leyenda y la tradición, quedó colgado del oficio de quien, llegado desde Galicia, sonreía a su pequeño nieto. Con poco más de once años, le plantó la duda. Era mucho tiempo de admiración, de cariño contenido que por algún sitio tenía que salir. Jonathan Martínez fue contundente: Yo quiero ser como tú.
Nacido en Talavera de la Reina (Toledo) hace 31 años, aprendió rápido el oficio de afilador. Además, le gusta. Aunque actualmente reside en Granada, viaja a Almería un par de veces a la semana. Carga en el coche los útiles de trabajo y recorre las calles del centro, deteniéndose cerca de los bares o restaurantes. Tiene 5 hijos, igual alguno de ellos decide continuar con la tradición, pero eso es algo que no sabe. De momento.
"Martín Martínez, que así se llama mi abuelo, fue mi ejemplo a seguir durante mucho tiempo, el que me enseñó todo lo que sé", recuerda. Luego aterriza en el presente, en el siglo XXI, el de la vida electrónica, el estrés y la crisis. "Claro que se nota, estamos peor y el tema está regular, pero qué vamos a hacerle", dice. Mira a un lado y a otro. Saluda a su ayudante que descansa en un banco. "Seguro que a esto le queda poco y se recupera la economía". Reflejada en múltiples factores, esta carencia económica ha repercutido en los precios, hasta el punto que "he tenido que bajar, ahora cobro tres o cuatro euros, dependiendo del objeto a afilar". Y referente a los mismos, queda pensativo. "No recuerdo exactamente qué es lo más extraño que me han pedido, porque demandan muchas cosas". Otro reojo. No se acerca ningún cliente, de momento. "Viene mucha gente con tenedores o tijeras, pero es que considero que eso no es raro". No hay nada que se salga de la normalidad, asegura. "Yo lo afilo todo".
Ahora lleva la máquina en un carro con dos ruedas. Los tiempos cambian y el aparato es eléctrico. Antes, cuando comenzó, llevaba una bicicleta. "Esos tiempos ya pasaron pero era habitual ver a los afilaores llevar este medio de transporte". Sonríe y pone cara de pícaro. Su abuelo, rememora, ya llevaba el carrito. "Quizás un adelantado a su época". "Yo también usé la moto, pero tuve un accidente y fue cuando cambié por la máquina que llevo ahora". Además de Almería y Granada, Martínez cuenta con una apretada agenda de viajes. "Es que prácticamente he recorrido todas las provincias españolas". Empezó por los alrededores de Talavera de la Reina, pero ahora se mueve más por Andalucía, ya que es donde tiene su lugar habitual de residencia.
Reconoce que buena parte de lo que sabe se lo ha enseñado la experiencia, aunque valora siempre aquello que su abuelo Martín le decía. "Siempre me hacía hincapié en la importancia de quitar grosor a los instrumentos antes de afilar". Coloca unas tijeras sobre la piedra y explica cómo realiza esta maniobra. Es feliz mientras da a conocer su trabajo. No en vano, es puramente vocacional. De impulsos.
Espera que la llegada del nuevo mes le traiga más clientes. "Los primeros días salen muchos particulares, a mediados los colegios, las universidades que aunque parezca que no, tienen muchos cubiertos en el comedor, y los hoteles", afirma con una sonrisa.
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