El apuñalamiento en Pescadería destapa la convivencia rota de un matrimonio divorciado

La tarde del martes en el barrio de Pescadería estuvo marcada por el sobresalto. El reloj se acercaba a las siete menos cuarto cuando el 112 recibió la llamada angustiada de una hija que alertaba de que su madre había apuñalado a su padre en la calle Remo número 30.

Hasta la segunda planta del edificio se desplazaron con rapidez patrullas de la Policía Nacional, Policía Local y una ambulancia. Allí, en el rellano, se encontraron al hombre de 61 años consciente pero con abundante sangrado en el costado, fruto de una cuchillada con un cuchillo jamonero procedente de la cocina. A escasos metros, dentro del piso, permanecía la mujer de 57 años en medio de un ataque de ansiedad, mientras los dos hijos de la pareja asistían atónitos a la escena.

El herido fue trasladado de inmediato al Hospital Universitario Torrecárdenas, aunque las primeras valoraciones médicas apuntan a que no presenta lesiones graves. La agresora, una vez atendida, quedó detenida por la Policía Nacional.

En un principio se barajó la posibilidad de que los hechos se investigaran como una tentativa de homicidio, pero finalmente la calificación ha quedado fijada en un delito de lesiones, según confirmaron fuentes policiales tras la inspección ocular y el informe del equipo médico del 061.

La historia detrás de esta agresión no es nueva. La pareja se encontraba divorciada, con un régimen peculiar que les llevaba a turnarse el uso del domicilio cada seis meses. Sin embargo, en la práctica convivían de manera irregular, lo que habría dado lugar a discusiones constantes y a un clima de conflictividad doméstica prolongada. Ambos cuentan con antecedentes y ya habían protagonizado episodios de enfrentamientos previos.

La Policía Científica intervino en la vivienda para recoger el arma utilizada y documentar la escena, mientras los agentes instruían diligencias. La mujer permanece bajo custodia y se prevé que pase a disposición judicial el viernes, en los juzgados de Almería.

El suceso ha dejado tras de sí la imagen de un hogar roto, en el que un matrimonio ya disuelto y con una relación marcada por los desencuentros desembocó en un nuevo acto de violencia, esta vez con un cuchillo de cocina como protagonista y bajo la mirada impotente de sus propios hijos.