Un asesino anda suelto

El lado oscuro de Almería

El cuerpo de Francisco Fuentes Cintas fue encontrado en su domicilio amordazado y con signos de violencia. A pesar de los 13 años transcurridos aún no ha podido ser localizado el autor de la muerte del anciano de 74 años

Un asesino anda suelto
José Ángel Pérez / Periodista

04 de enero 2010 - 01:00

LLevaba ya varios días muerto cuando lo encontraron. Francisco Fuentes Cintas había cumplido recientemente los 74 años de edad, y el anciano le tenía dicho al portero del inmueble donde vivía en la calle de San Pedro numero 3, que sí pasados unos dos o tres días no lo veía entrar o salir del edificio, que por favor subiese al piso ya que no se encontraba muy bien de salud.

Francisco Fuentes Cintas, había nacido en Lubrín y en su juventud trabajó como cocinero en el extranjero y de vuelta a España residió en varias provincias españolas. No llegó a contraer matrimonio y su familia más directa residía entonces en distintos municipios de la provincia. No tenía grandes problemas económicos y vivía solo en un piso situado en la quinta planta de un edificio junto a la iglesia de los Jesuitas en la capital.

La tarde del 21 de febrero de 1996, el portero de la finca, cumpliendo instrucciones del propietario, al no haber visto a Francisco durante los últimos días, un tanto temeroso de que hubiese sufrido algún problema, subió hasta la vivienda para interesarse por su situación, ya que era una persona de frágil salud y temía por su estado.

Tenía llave de la casa, facilitada por el propio inquilino. Al abrir la puerta de la vivienda, notó que la luz del salón estaba encendida pese a que el sol entraba por la ventana. El portero llamó a voces por su nombre al propietario de la casa, sin obtener respuesta alguna. Avanzó unos metros por el pasillo, quedándose petrificado ante la escena que tenía frente a sus ojos.

En un pequeño cuarto anexo al salón estar de la vivienda se encontraba el cuerpo sin vida de Francisco Fuentes. El cadáver estaba recostado sobre el lado izquierdo de su cuerpo, con la cara negra, amoratada y los ojos desorbitados. Su asesino lo amordazó con unas corbatas. Las manos y los pies los tenía amarrados con los cordones de las cortinas de la habitación y de los zapatos de la victima.

Según determinó posteriormente el informe forense, el infortunado anciano falleció asfixiado al atragantarse con su propia dentadura postiza. Según la Policía su asesino quizás, no tenía realmente intención de matarlo, solo asustarle un poco para continuar chantajeándole o robarle, aunque desgraciadamente en esta ocasión al criminal se le "fue la mano".

A la victima, en aquellos días se le relacionó con los ambientes homosexuales de la capital y para los investigadores del caso, el móvil según todos los indicios hallados por la Policía Judicial, fue presumiblemente el robo ya que la mayoría de los cajones de los armarios estaban totalmente revueltos y forzados.

No era la primera vez, que Francisco Fuentes sufría en silencio la brutalidad de otras personas. Según llegó a comentar en alguna ocasión a algunos vecinos del bloque de su vivienda cuando aparecía con la cara echada abajo o aporreado, afirmaba que los autores habían sido unos jóvenes que le habían quitado dinero por la fuerza. Incluso en ocasiones las trifulcas o discusiones del anciano con otras personas en la propia vivienda eran conocidas por algunos vecinos del inmueble.

No existe la menor duda de que el asesino del anciano, lo conocía bastante y gozaba de su confianza. Incluso, en la pequeña cocina de la vivienda quedaron restos de comida para dos personas y dos cubiertos sobre la mesa. La puerta de entrada a la casa estaba perfectamente cerrada, por lo que incluso el criminal podría tener llave propia de la vivienda o la entrada le fue franqueada sin problemas por ser conocido de la víctima.

La hipótesis barajada por la Policía fue que Francisco Fuentes Cintas falleció por que no quiso ceder a las pretensiones de darle más dinero a su asesino, quien ante la negativa y para forzarlo no dudó en maniatarlo y amordazarle ocasionándole finalmente la muerte.

Conocido el crimen, el portero del inmueble de inmediato curso aviso del macabro hallazgo a la sala operativa del 091. Sobre las tres y cuarto de la tarde del 21 de febrero llegó a la vivienda la primera dotación policial, un patrullero "Zeta" adscrito al sector Centro donde los agentes solo pudieron verificar la muerte del anciano e informar a sus superiores.

Protegida la escena del crimen, una hora más tarde funcionarios del Gabinete de Policía Científica y Policía Judicial de la Comisaría Provincial de Almería, a las ordenes del juez de guardia, en esta ocasión Nicolás Poveda Peña, iniciaron las investigaciones sobre el caso. Durante varias semanas fueron interrogadas una docena de sospechosos conocidos de la victima, algunos de ellos "chaperos" o personas que habían tenido relación más o menos directa con el fallecido.

El círculo de sospechosos se fue cerrando, hasta fijar el objetivo policial en dos personas como centro de la investigación. Mientras tanto, un equipo super especializado de la Policía Científica radicado en Málaga, se desplazó hasta la capital almeriense para hacer un "barrido" de huellas en todo la casa, a través de rayos láser y efectuar la prueba de Luminol.

El trabajo dio resultado. En uno de los utensilios que fueron utilizados para la comida, los agentes del laboratorio de Criminalística lograron trasplantar una huella, diferente a la de la victima, con total precisión y nitidez.

Toda esa labor, requirió cierto tiempo y una dedicación minuciosa lo que sin duda fue aprovechado por el asesino, que veinticuatro horas después de producirse el crimen -el cadáver de Francisco Fuentes se descubrió dos o tres días más tarde- huyó de inmediato de la capital a paradero desconocido.

La Policía varias semanas después ya tenía identificado al presunto autor. Faltaba localizarle pero no se consiguió. Según los investigadores se trataba de un joven de origen magrebí llegado recientemente a Almería procedente de Marruecos, al que la víctima había conocido unas semanas antes por la zona centro de la capital.

La primera pista de la Policía, llevó la investigación hasta la provincia de Barcelona su lugar anterior de residencia, pero con escasa fortuna, ya que su búsqueda en la Ciudad Condal resultó infructuosa. Se consideró entonces que el individuo en cuestión logró eludir el cerco policial y pasar la frontera huyendo de España para refugiarse en cualquier país europeo, sin que hasta la fecha por cualquier otro hecho delictivo haya caído en manos de la Policía. Su ficha, retrato robot y huellas las tiene Interpol, pero desgraciadamente después de trece años el asesino anda suelto.

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