Los bosques absorben menos nitrógeno del que se creía: Almería participa en el estudio
La nueva investigación, en la que ha contribuido un científico de Almería, replantea la capacidad real de la naturaleza para mitigar el cambio climático a través del nitrógeno
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Los bosques, praderas y otros ecosistemas naturales no están absorbiendo tanto nitrógeno como se pensaba. Y esa conclusión, que cambia de forma notable la comprensión que la ciencia tenía hasta ahora sobre uno de los ciclos más importantes del planeta, tiene firma almeriense. La Universidad de Almería vuelve a ser protagonista en una investigación internacional de primera línea que ha sido publicada este mismo miércoles, 16 de julio, en la revista científica ‘Nature’, una de las más prestigiosas del mundo.
La investigación, desarrollada por un equipo global de 24 científicos y liderada por la Universidad Estatal de Oregón (EE. UU.), incluye la participación del investigador Emilio Rodríguez, del Área de Edafología y Química Agrícola de la Universidad de Almería, miembro del grupo RNM-927 ‘Ecohidrología y restauración de tierras áridas’. Su contribución ha sido clave: ha facilitado un mapa global de biocostras —las costras biológicas del suelo que fijan nitrógeno—, elaborado previamente por su equipo en 2018, que ha servido para recalcular con mayor precisión cuánto nitrógeno se fija realmente en el planeta.
Y el resultado ha sorprendido. La naturaleza absorbe menos nitrógeno de lo que se creía. En concreto, los ecosistemas naturales presentan una tasa de fijación de nitrógeno más baja de la estimada hasta ahora, incluso incorporando las biocostras, un componente esencial que hasta hace poco no se incluía en los modelos. Esta menor capacidad de fijación tiene implicaciones directas en la lucha contra el cambio climático: las plantas necesitan nitrógeno para crecer y almacenar carbono, lo que significa que si el nitrógeno escasea, la capacidad del planeta para absorber CO₂ también podría verse reducida.
Frente a esta reducción en los entornos naturales, el estudio ha constatado un aumento de la fijación de nitrógeno en tierras agrícolas, especialmente en cultivos como las leguminosas. Esto podría parecer una buena noticia: una mayor fijación en cultivos reduce la necesidad de fertilizantes sintéticos. Sin embargo, el panorama no es tan simple. Un exceso de nitrógeno en los suelos agrícolas puede filtrarse a las aguas subterráneas, generar gases de efecto invernadero como el óxido nitroso o provocar desequilibrios ecológicos, como la proliferación de algas o la expansión de especies invasoras.
La trascendencia del hallazgo se acentúa por una cuestión metodológica clave. Según explica Emilio Rodríguez, las estimaciones anteriores estaban sesgadas, ya que las mediciones se hacían en lugares donde los organismos fijadores de nitrógeno eran hasta 17 veces más abundantes que en la media mundial. El nuevo modelo corrige ese error y ofrece una visión mucho más ajustada a la realidad global.
El estudio recuerda que, aunque el nitrógeno constituye más del 75 % de la atmósfera terrestre, la mayoría de los organismos no pueden usarlo en su forma gaseosa. Son las bacterias fijadoras las que lo convierten en compuestos útiles como el amoníaco, esenciales para el desarrollo vegetal. Sin este proceso, la fotosíntesis y la producción de alimentos serían inviables, por lo que la disponibilidad de nitrógeno es un factor central en la sostenibilidad del planeta.
En palabras del propio investigador de la UAL, este trabajo “actualiza un modelo esencial para entender el equilibrio entre naturaleza y agricultura, entre sostenibilidad y productividad”. Y también pone sobre la mesa el riesgo de que, si no se gestiona correctamente, el aumento de nitrógeno en el sistema agrícola, aunque positivo en términos de rendimiento, pueda empeorar la calidad del suelo, el agua y el aire.
En definitiva, esta investigación no solo modifica los cálculos sobre un nutriente esencial para la vida, sino que abre nuevas preguntas sobre el papel de los ecosistemas en la lucha contra el cambio climático. La UAL, a través de su participación en esta publicación internacional, vuelve a demostrar que desde Almería también se investiga —y se influye— en las grandes cuestiones globales del presente y del futuro.
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