Vámonos a hacer pascuas
La ciudad se llena de fervor con el Cristo de la Escucha
Centenares de devotos velaron la imagen en su capilla de la Catedral hasta que hizo su salida a las cinco de la mañana
Cuando el reloj de la sede catedralicia de la Encarnación marcaba las cinco de la madrugá, en una noche de cielo estrellado y una temperatura casi primaveral, se abrieron las puertas del templo fortaleza y apareció bajo la cancela renacentista el paso sobrio con un reducido monte de claveles rojos y unas rosas al pie de la cruz del Santo Cristo de la Escucha, realizado por el insigne indaliano almeriense Jesús de Perceval, devoción soberana de Almería. Un silencio sobrecogedor inundó a los miles de fieles y personas que se congregaban en la vetusta plaza, santiguándose unos, y haciendo una genuflexión otros, en señal de veneración.
Previamente, durante toda la larga noche penitencial de adoración al Santísimo Sacramento en el Monumento, cientos de personas estuvieron acompañando al Cristo de la Escucha en la capilla funeraria del obispo Fernández de Villalán, y en cuyo exterior se encuentra uno de los símbolos de Almería, el llamado Sol de Portocarrero, y otros muchos, esperaban tener ocasión para poder portarlo en señal de devoción o promesa. Resaltar la presencia de Lola Haro vistiendo en señal de luto riguroso la clásica mantilla española tras haber realizado estación de penitencia en el Silencio.
Era difícil que el paso se abriese camino entre la multitud, el cual era llevado por 24 portadores y guiado por el cofrade Adolfo Pageo, y auxiliado por otros muchos hermanos de la Hermandad del Santo Cristo que portaban sus medallas corporativas penitenciales y un brazalete con el escudo de la cofradía, cuya mayordomía corresponde al Cabildo Catedral. Entre los portadores señalar a Juan Castro Martínez, teniente coronel jefe de Reclutamiento de la Subdelegación de Defensa. El Vía Crucis estuvo dirigido espiritualmente por el deán de la Catedral, Juan Torrecillas Cano, revestido con sotana y manteo, y acompañados por los canónigos Tomás Cano, vicario general, y Manuel Pozo, provicario general.
Los lectores de las estaciones del Vía Crucis, organizadas por el archivero diocesano y capitular Francisco Escámez, fueron pronunciadas por el canónigo deán Juan Torrecillas, la catequista Encarnación Molina de la parroquia de San José, teniente coronel José María Millán Martínez, Fray Justo Cuberos, prior de los Dominicos; Antonio Asensio, ordenado recientemente diácono permanente; María Cassinello Pérez, secretaria del vicario general; capitán Francisco Alcaraz Munuera; María del Mar Gómez Polo, del Apostolado de la Oración de la parroquia de Santiago; subteniente Antonio Arranz Colmenero; brigada Miguel Sevilla González; Luciano Calatrava Tenor, párroco de San Pablo; Rafael Leopoldo Aguilera, secretario general de la Agrupación de Cofradías; Eduardo Muñoz, canónigo doctoral; y Manuel Pozo, vicario de Pastoral y consiliario de la Agrupación de Cofradías.
Un momento estelar y piadoso del Santo Vía Crucis, bajo la mirada solemnísima del Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de San Cristóbal, fue el tránsito por el Convento de las Madres Clarisas, que nos recordaba la Hora Santa con la Archicofradía de Nuestro Padre Jesús de la Pobreza, y cuyas venerables monjas de clausura esperaban tras las rejas de una ventana del Monasterio en la Calle Mariana para depositar en los pies del Cristo unas rosas rojas cultivadas en el jardín del claustro junto a la Cruz de los Caídos.
En el alba de la mañana, cuando el cielo dejaba la negritud por el azul celeste, se llegó a la Plaza de la Catedral, y la última levantá del paso fue en homenaje y recuerdo al anterior deán de la Catedral, el sacerdote José Guerrero Martín, que falleció el año pasado. Un atronador aplauso dio paso a la lectura de la XIV Estación del Vía Crucis, pasándose a continuación en el interior del templo a besar con unción los pies del Santo Cristo y la entrega a los fieles de un clavel rojo sangre y una estampa con el himno del Cristo de la Escucha. Muchos fieles se quedaron para asistir al Oficio de Lecturas y Laúdes rezado por monseñor González Montes, cabildo de canónigos, clero, seminaristas y laicos.
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