El lado oscuro de Almería

El crimen de la zanja

  • En mayo de 1983 en un anchuroso cortijo de Cuevas del Almanzora tuvo lugar la tragedia conocida como el crimen de Campos en el que fue asesinada Ana García, ‘nieta del carabinero’

El crimen de la zanja

El crimen de la zanja / D.A. (Almería)

La perspicacia y las especiales dotes de observación de un sargento de la Guardia Civil de la comandancia de Almería posibilitó el rápido esclarecimiento de este caso que por las circunstancias que lo rodearon se puede considerar sin genero de dudas como uno de los más brutales y sádicos crímenes por parricidio cometidos durante el pasado siglo XX en la provincia de Almería.

El caso conocido también por los vecinos de la comarca del Almanzora como el crimen del “Pago de Campos” por que en este paraje ocurrió la tragedia, se produjo el día 17 de mayo de 1983 en un anchuroso cortijo ubicado en el término municipal de Cuevas del Almanzora. La victima, Ana García, de 46 años de edad, conocida como “la nieta del carabinero” murió violentamente asesinada de un fuerte golpe en la cabeza. Friamente, su marido, Miguel L. tras acabar con la vida de la infortunada mujer cavó una zanja de poco más de medio metro de profundidad junto al porche del cortijo donde enterró su cadáver. Cuatro días más tarde el caso quedó resuelto. El asesino no contaba con la sagacidad y profesionalidad de un suboficial de la Guardia Civil que puso fin al misterio.

El criminal, el mismo día del asesinato, visiblemente dolido y compungido comenzó a preguntar a diestro y siniestro a los vecinos si habían visto a su esposa en las ultimas horas. La operación de confusión, ideada por el parricida, la mantuvo durante un par de días repitiendo insistentemente las preguntas en las tiendas, bares, comercios e incluso a los taxistas de la localidad por si la mujer había decidido solicitar sus servicios para desplazarse a algún sitio. El matrimonio vivía solo, ya que los hijos durante esos años residían por motivos de trabajo en Suiza. Ana García no tenía ninguna familia directa en Cuevas del Almanzora. Se comentaba en las localidades próximas de que el matrimonio no se llevaba bien y que la mujer sufría malos tratos físicos, llegando incluso a pegarle el marido en diversas ocasiones. Miguel L. segun comentaban sus convecinos era una persona extremadamente aficionada al alcohol lo que a veces le hacia bastante iracible y sacar un fuerte carácter.

La desaparición de Ana García hizo que en la cortijada aflorasen rumores de todo tipo. Uno de ellos le llegó al sargento de la Guardia Civil quien guiado por su olfato decidió visitar al afligido marido. Tras unas breves y discretas vigilancias volvió a inspeccionar el cortijo y sus alrededores. Algo le llamó la atención. El agente de la Benemérita observó como a unos dos metros de la puerta principal del cortijo, junto al porche la tierra estaba un tanto removida. Esta observación, como el que no hace la cosa, se la hizo saber a Miguel L. al que le indicó que escarbase la tierra para ver que era. El sujeto de inmediato palideció y este síntoma no paso inadvertido para el experimentado sargento.

Cuatro días tardó en resolver el caso la Guardia Civil y detener al marido de la víctima

Aturdido y descompuesto el individuo comenzó lentamente a escarbar descubriéndose entonces unas mantas que envolvían el cuerpo sin vida de la mujer. En la misma fosa junto al cadáver la barra de hierro, elemento utilizado en el crimen, aun conservaba restos de sangre. Ana García tenía la cabeza machacada. Ante las rotundas evidencias, su asesino desmoronado confesó su crimen. Horas mas tarde completaba su declaración ante las autoridades judiciales y unos días después, una vez instruidas las diligencias del caso ingresó en la prisión provincial de Almería. Un mes antes, en este mismo año se produjo otra tragedia donde de nuevo el alcohol tuvo funestas consecuencias.

En esta ocasión victima y verdugo murieron. Desde hacía unos años la convivencia entre el matrimonio no era buena. Edmundo H. de 49 años de edad se transformaba a consecuencia del alcohol. Tenía una mala bebida y aunque sereno era una buena persona, según comentaban entonces sus vecinos de Lucainena de las Torres, cuando se encontraba en estado de embriaguez perdía la cabeza y se volvía insoportable. El luctuoso suceso se produjo el 21 de abril de 1983. Un día más las broncas y malos modos de Edmundo Hernández a su paciente esposa se convertían en un hecho cotidiano, aunque ese día sobre las ocho y media de la tarde, la violencia llegó al limite transformándose en una doble muerte. Ambos estaban solos en el cortijo.

El marido era un adicto y la víctima del crimen sufrió durante años una situación de acoso

Según determinaron posteriormente las investigaciones efectuadas por la Guardia Civil, el hombre acabó de un disparo de escopeta con la vida de su mujer, Isabel Ortega de 37 años que recibió el tremendo impacto en el pecho destrozándole el corazón y acto seguido el parricida volvió el arma contra él y se voló la cabeza de un disparo. La muerte de la pareja fue descubierta al día siguiente por una de las hijas mayores del matrimonio, que acudió al cortijo donde residían, a unos cuatrocientos metros del pueblo, para interesarse como estaban, visita que solía realizar de vez en cuando cuando sus obligaciones se lo permitían ya que la muchacha vivía con su marido en su vivienda ubicada en el otro extremo de la localidad.

La puerta del inmueble estaba cerrada, sin que nadie respondiese a sus llamadas, por lo que la muchacha un tanto extrañada se asomó por una de las ventanas del cortijo quedándose estupefacta al ver los cuerpos sin vida de sus padres tumbados en el suelo en medio de un gran charco de sangre. Este caso, tristemente se sigue recordando en la comarca como uno de los crímenes más violentos registrados en la década de los años ochenta y que acabó con la vida de una mujer muy apreciada y querida por sus convecinos quien en silencio estuvo sufriendo un autentico calvario por un marido al que el alcohol llevó a la perdición.

Tags

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios