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Para empezar el nuevo año, nada como una gran cena en familia
Más de una treintena de hermanos, tíos, primos, sobrinos y nietos se reúnen cada nochevieja en la casa de los Piñero
La Navidad es una época de encuentros familiares. Comidas y cenas con los más allegados se repiten en todos y cada uno de los municipios de la comarca, como una tradición centenaria. En el calendario navideño de festines hay dos fechas señaladas especialmente en rojo: Nochebuena y Nochevieja. Aunque a menudo no es fácil juntar a todos los miembros de un clan familiar, por las diversas circunstancias vitales de cada uno, los Piñero de Turre son uno de esos casos (ya no muy frecuentes) de familias numerosas que consiguen reunirse casi al completo para comenzar juntos el nuevo año.
Este año se han juntado más de una treintena de miembros de la familia. Tres generaciones, yendo desde el mayor de los hermanos hasta la última nieta, María, nacida hace apenas unos días. Pero no pudieron estar todos. La distancia u otros compromisos hicieron que no pudieran asistir a la cena otros nueve miembros de esta extensa familia.
Evidentemente, cocinar para tantas personas requiere un gran trabajo y una planificación previa. Una semana antes de Nochevieja se reúnen y deciden cuál será el menú y de qué se encargará cada uno de los hermanos. Sin embargo, a la hora de la verdad, siempre aparecen con algo de más que no estaba en lo previsto. Al final, decenas de platos llenan la larguísima mesa instalada especialmente para albergar a tanto comensal.
Tostas de diferentes patés, tortas de aceite con lomo en orza, calamares rellenos, jibia en salsa, vol au vent de pollo y champiñones con bechamel y queso, costillas de cerdo a la Coca-Cola, solomillo con beicon, alcachofas con gambas, crujiente de gambas con frutos secos, por citar algunos, fueron los platos que cenaron en casa de los Piñero. Para terminar, siempre dejan hueco para el postre. Coulant de chocolate con helado de vainilla, un tradicional pan de calatrava y una espectacular tarta de mousse de yogur. Todo elaborado por ellos mismos. Como es de esperar, siempre sobra comida. Así tienen excusa para volver a juntarse en la comida de Año Nuevo y pasar la tarde juntos, jugando con los nietos y echando un bingo, u otros juegos de mesa.
Mientras los mayores terminan de cenar, los pequeños ya hacen de las suyas. Juegan, corren, gritan y arrasan con todo. Sin embargo, cuando escuchan que es la hora del postre todos corren de nuevo hacia la mesa. "Tarta, tarta", gritaba el pequeño Iván, de dos años, mientras intentaba alcanzar el pastel, que estaba sobre una mesa, con su lengua.
Minutos antes de la medianoche toca preparar las doce uvas. Se reparten los vasos con las frutas y se preparan las botellas de cava para recibir el nuevo año. Hay quienes apuran los últimos minutos del 2015 quitándole las semillas a sus uvas, que con las prisas de las campanadas pueden ser traicioneras. Luego toca elegir en qué canal de televisión verlas este año. ¿En Canal Sur? "No, mejor no jugársela", bromean.
Las doce en punto. El reloj de la Puerta del Sol toca una a una las doce campanadas, mientras los Piñero se comen las uvas de la suerte. Con la última, comienza el nuevo año y uno a uno se desean lo mejor para este 2016. Los tapones de las botellas de cava salen volando con un estruendo, aunque menos potente que el que emiten los tubos de confeti que hacen estallar. Los más pequeños reciben su bolsa de cotillón, se ponen los antifaces, gorros y bigotes y empiezan a sonar los matasuegras. Es hora de brindar por la familia y desearse, sobre todo, salud, para poder seguir repitiendo estas cenas que celebran desde hace décadas.
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