El equipo de Los Galgos se lleva el trofeo al barrio de la Cimbra

Desde el año 1982 se disputa el partido de fútbol solidario entre los equipos de la Guardia Civil y el de etnia gitana

Ricardo Alba

30 de marzo 2014 - 01:00

Lorca, de nombre Federico, probablemente habría puesto en verso de gloria bendita que ayer hubo un encuentro entre once Civiles sin charol y once Gitanos sin cachicuerna en el campo verde falto de lirios que está al doblar las últimas esquinas de Garrucha, donde hay farolas, donde no se encienden los grillos. No salpicaron la pradera claveles rojos, eran once contra once y uno con una caracola, cuatro varas de mimbre en las esquinas del Emilio Moldenhauer rematadas con el pañuelo de cuatro mozas que no se fueron al río porque tenían marido.

Era camino de las cinco de la tarde de un sábado ventoso, en un campo sembrado de líneas blancas con dos cipreses, uno por cada horizonte envuelto en redes de la mar cercana sin caracolas. No había silencio en el anfiteatro, era imposible callarlo, con el ¡ay de las damas!, con el ¡uy de los viriles!, anda jaleo, jaleo, que ahí abajo andan corre que te pillo, corre que te marco, tú serás lo que eres, yo no me aparto. No cayeron hojas, ni una ni dos ni tres, no hay cuartel para un balón que se enreda en los pies. El hombre que vigila las flores llega un minuto después. Mira cómo se mecen una y otra vez en el aire de ayer. Eran, fueron, once contra once y uno con una caracola. No ganaron ni unos ni otros, todos vencieron a las puertas de un Abril que se asoma. Ahora, luego, hundido el arcaduz del día, chopos y luceros, pastores y palomas, bailarán en el trigal a la luz de la luna lunera el arbolé, arbolé.

Las calles están desiertas, cantan los niños, el corazón es una fiesta; eran, fueron once contra once y uno con una caracola, se acabó el alboroto, comenzó el alborozo, ni tú eres más ni yo soy menos, hombres como castillos dejan el balcón abierto al abrazo, sin espuelas, sin miradas rotas, se fueron del brazo a la taberna por los lisos caminos de la guitarra. Hay olor cordial, aromas de afecto. Ya vino la noche, cada cual cogió el camino de los álamos para llegar a su fragua. Quedaron en verse la próxima primavera, once contra once y uno con una caracola en un campo sin nardos, cientos y cientos bajo el árbol que da sombra. Toma, quédate la flor, me la devuelves en un año con tallos de ruiseñor.

En el Estadio Municipal Emilio Moldenhauer de Garrucha, Juan Cortés Cortés, gitano del barrio de la Cimbra, hace el saque de honor en memoria de su abuela, Dolores Moreno Santiago, recién fallecida. Sobre el tapete verde cruzado de líneas blancas los equipos de la Guardia Civil y Los Galgos, Alcalde, Concejales, 'El Tinto' y su grupo de organización, árbitro, y el graderío, guardan el minuto de silencio por Dolores. En la porfía deportiva, primero la Guardia Civil, después Los Galgos, y así de seguido hasta en ocho lances que el balón entraba en las redes que ayer no se hicieron a la mar. Los dos habían ganado y uno había de quedar. A la entrada, Cruces Rojas recogían alimentos que dejaban en sus manos las manos de la solidaridad.

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