La escalofriante frialdad de las autoras que 'lloraron' de dolor
Los culpables participaron en la búsqueda y lloraron cuando se enteraron de lo ocurrido
"Estaba metida en una caja de cartón. Así lo deberían meter a él, pero hecho pedazos". La frase fue pronunciada por Juana Santiago ante las cámaras de televisión que se repartieron por todas las calles de Piedras Redondas aquellos días de marzo en los que la tragedia se quedó a vivir entre sus vecinos. Mientras encontraba sus cinco minutos de gloria en directo, con su mano izquierda cubría la derecha, en un gesto al que nadie dio importancia, pero que después la tuvo. En esa mano derecha estaba la carga de su culpa, las huellas de los disolventes que utilizó en un intento de borrar las miserables huellas de sus acciones. Ella tomó parte en la muerte de su sobrina; ella vio cómo moría delante de sus ojos y no hizo nada para impedirlo.
"Estoy muy nerviosa. Lo único que sé es que es hija de un primo hermano mío y que no sé lo que ha hecho con ella. Se fue a un cumpleaños de un primo y estaba mi niño jugando con ella. No sé para dónde tiró la niña y después empezamos a buscarla. Otra vez subimos para arriba y estaba ahí metida en una caja de cartón. Así lo deberían meter a él, pero hecho pedazos, más que estaba ella". Fue su lanzamiento al estrellato en Televisión Española, delante de la cámara del recientemente fallecido Luis Carranza. Al periodista le contó su convencimiento de que "no podía ser una persona sola, porque él (por Antonio Torres) sabía que habíamos muchos buscando a la niña. Ha habido mucha gente buscándola; no parábamos de buscarla por todos los sitios, por los cerros y no la encontrábamos". Su falso llanto puso fin a su intervención.
Ese mismo día fue detenida acusada del crimen. La tensión era tan insostenible que el magistrado encargado de la investigación, Andrés Vélez, se desplazó hasta la Comisaría de la avenida del Mediterráneo a tomarle declaración en un intento por evitar incidentes en una menos segura Audiencia Provincial. En un primer momento, se mantuvo firme en exculparse de todo. No tardó mucho en verse cogida por todas partes por una investigación impecable que la arrinconó. Ella misma participó directamente en muerte de Montse.
Fue conducida directamente a prisión donde se montó en torno a ella un dispositivo de seguridad interna como pocas veces se ha hecho. Su cara, en ese intento por mostrar una falsa pena, se había hecho demasiado conocida. Se le puso una interna de confianza de la dirección para evitar que se suicidara. No obstante, las amenazas contra su integridad comenzaron al poco de llegar, lo que hizo que se le trasladara al centro penitenciario de Jaén. Después el sistema penitenciario se encargó de perderla. Nadie sabía dónde estaba.
A los pocos días era detenida Engracia y su marido, El Follares. También ellos participaron en la tragicomedia de su búsqueda; también ellos fingieron dolor cuando se enteraron de su muerte; también ellos tuvieron entrañas de hacer todo eso a pesar de haber participado en ello; también ellos sintieron la ira de quienes les despreciaban a pesar de compartir sangre.
Sólo aparecieron en Almería para comparecer a un juicio donde volvieron a enfrentarse con la tragedia que había provocado, entre declaraciones de forenses, peritos y agentes de policía. Sus actitudes era de total ausencia, como si con ellos no fuera nada. Veredicto: culpables. Sentencia: 23 años de cárcel. Han cumplido una década, aunque las consecuencias de sus actos, les sobrevivirán.
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