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Europa instala sensores en Almería para estudiar cómo el polvo sahariano altera el aire que respiramos

Alta precisión para analizar cómo las partículas del norte de África afectan al aire, al agua, a los suelos y a la salud

La calima triplica los niveles de polvo máximos para la salud en varios puntos de Almería

Equipos de medida instalados en la provincia. / EEZA - CSIC

Almería se convierte en punto estratégico para la ciencia del clima. Parte del equipo del ambicioso proyecto europeo CiROCCO, que investiga el polvo atmosférico y su impacto global, será instalado en zonas experimentales de la provincia. Este despliegue forma parte de una colaboración con el proyecto español INTEGRATYON3, centrado en las consecuencias del cambio climático sobre los suelos áridos.

¿Qué investigan exactamente? CiROCCO busca comprender y anticipar los episodios cada vez más frecuentes de polvo en suspensión, aerosoles y partículas que llegan desde el norte de África y también de zonas desérticas locales. Son nubes de polvo que a menudo se ven como una calima espesa y que pueden viajar miles de kilómetros, afectando la salud, el clima y el medio ambiente.

Además del impacto visual, estas partículas tienen efectos sobre la calidad del aire que respiramos, sobre todo para personas con asma o problemas pulmonares. Pero ahora se quiere ir más allá: los científicos estudian si esas partículas pueden afectar también al agua que se encuentra bajo tierra, especialmente en zonas secas como Almería.

El equipo de la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA-CSIC), con sede en Almería, trabaja dentro del proyecto CiROCCO para estudiar cómo la parte soluble del polvo —lo que se disuelve al contacto con el agua— puede alterar los acuíferos. El objetivo es saber si los contaminantes del aire acaban afectando al agua que usamos para beber o regar.

Para lograrlo, se instalarán dispositivos de medición muy precisos que detectan gases como CO₂, metano o vapor de agua, además de la concentración de partículas de aerosol. Estos equipos estarán conectados a sistemas de análisis capaces de detectar pequeñas variaciones y modelar cómo evoluciona el ecosistema.

CiROCCO es un consorcio internacional formado por doce instituciones de siete países. España participa a través del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y en concreto desde Almería, donde la EEZA lidera una de las principales líneas del estudio gracias al investigador Francisco Javier Alcalá.

El otro gran protagonista es el proyecto nacional INTEGRATYON3, financiado por el Plan Estatal de Ciencia y liderado desde Almería por Francisco Domingo. Este proyecto complementa al europeo con un enfoque más centrado en el intercambio de gases y partículas entre el suelo y la atmósfera en entornos áridos.

Cuatro universidades implicadas. Además de la Estación de Zonas Áridas, participan investigadores de la Universidad de Granada, la Universidad de Almería y la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. El trabajo conjunto permite que los datos obtenidos desde el terreno se analicen con diferentes enfoques y metodologías.

¿Qué buscan saber los científicos?

Quieren entender cómo el cambio climático está alterando los suelos áridos, cómo se comportan los gases de efecto invernadero en estas zonas y si están aumentando o disminuyendo. Esto tiene impacto no solo en el medioambiente, sino también en la lucha contra el calentamiento global.

Las zonas donde se instalan los sensores ya han sido seleccionadas tras un estudio exhaustivo. Están ubicadas en áreas con características representativas del clima seco y con presencia de procesos de desertificación, es decir, donde la tierra está perdiendo su capacidad de producir vida.

La posición de Almería, justo frente al norte de África, la convierte en un observatorio natural de los movimientos de polvo sahariano. Esto la convierte en un enclave idóneo para estudiar estos fenómenos con mayor detalle y precisión que desde otras partes de Europa.

La sinergia entre CiROCCO e INTEGRATYON3 permitirá compartir datos en tiempo real, mejorar los modelos predictivos y aprovechar al máximo los recursos tecnológicos y humanos. Esta coordinación también ayuda a maximizar los resultados de ambos proyectos.

Aunque parezcan investigaciones complejas, sus conclusiones pueden traducirse en alertas más precisas ante episodios de calima, mejores políticas de gestión del agua y herramientas para agricultores o responsables de salud pública.

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