El futurólogo de Serón… y de Mojácar
Pequeñas historias almerienses
Hace medio siglo, el seronés Rafael Lafuente era famosísimo por sus predicciones, además de un gran promotor turístico del municipio costero del Levante
La transformación comercial de la plaza Manuel Pérez García
El 13 de febrero de 1914 nació en Serón un niño al que sus progenitores, Rafael y Piedad, bautizaron como Rafael Pedro-Gregorio. Su padre era secretario del Ayuntamiento de la villa y oriundo de Baza. Dos años después, la familia se marchó del pueblo por necesidades laborales.
Lejos de Serón comenzó a fraguarse el fenómeno “futurólogo Lafuente”. Profesor, escritor, articulista… y adivino. Fue inspector del gobierno de Franco, en Alemania, para examinar las condiciones de trabajo de los emigrantes. A mediados del siglo XX, unió el artículo a su apellido y comenzó a promocionarse. Decía que era novelista y promotor turístico, pero aún no se presentaba como vidente sino como “charlista políglota”. De hecho, escribió y presentó varios libros sobre gitanos, magia y astrología.
En 1956 ya hacía buenas migas con la Tertulia Indaliana de la capital y cada vez que podía, o quería, se unía a sus miembros en reuniones, viajes culturales y exposiciones. En enero de 1961 apareció por Almería y gracias a su amistad con Perceval se entrevistó con el gobernador civil, Ramón Castilla Pérez, para convencerle de las extraordinarias posibilidades turísticas de Mojácar y del resto de la costa almeriense. Y lo hizo con el general Máximo Cuervo, que tanto impulsó posteriormente Aguadulce y el resto del municipio roquetero.
Es verdad que en la primitiva difusión nacional de Mojácar como paraíso costero él tuvo mucho que ver; incluso defendió un detallado proyecto como promotor mojaquero y representante de un grupo de artistas, intelectuales y agentes de viajes que deseaban explotar aquel edén.
Fue en junio de 1970 cuando Lafuente comenzó a difundir que era futurólogo. Lo nombraron vicepresidente de un ente con nombre extraño: “la Sociedad Internacional de Cosmobiognosis”. Con este título trajo a Almería un simposio de magia y anunció a bombo y platillo que presentó una querella judicial contra un cerebro electrónico de una empresa que fabricaba textos para horóscopos de los periódicos. Ignoramos la sentencia.
Lafuente era de Serón, pero todo el mundo pensaba que había nacido en Málaga porque vivió allí muchos años. No obstante, presumía de seronés porque “no tengo nada que ver con el espíritu del boqueroncito frito. Yo soy de Serón donde se comen buenas gachas y se bebe vino”, decía. Estaba casado con una británica que se llamaba Joana y presumía de haber engendrado dieciséis hijos.
El boom Lafuente hace medio siglo
Hace medio siglo, en 1974, Lafuente comenzó a hacerse muy popular gracias al desaparecido diario “Pueblo” de Emilio Romero, al periódico “Arriba” y a la tele. La única que había. Salía en los programas en blanco y negro de TVE anunciando predicciones de todo tipo, pero las catastróficas eran las más habituales y asombrosas: guerras, hecatombes, desplomes económicos… José María Íñigo llevaba al melenudo seronés a su programa de la tele; lo veíamos en TVE con demasiada frecuencia y hasta apareció contando sus augurios en el concurso “Un, dos, tres… responda otra vez” de Kiko Ledgard y luego de Mayra.
Además de manejar la angustia humana como nadie caía gracioso porque culpaba de todos los males sociales a banqueros, alcaldes, economistas y ministros y les echaba en cara que no hacían caso a sus consejos futuristas. Además, usaba un léxico poco conocido y a la audiencia le gustaba que calificara a los mandamases del país de “ilustres lumbreras, burócratas, católicos de las Sagradas Escrituras, católicos de los bancos, capitalista al pairo o lumbreras diplomados”. Su capacidad de embelesar al oyente era inagotable.
Confesaba que no “tenía pelos en la lengua”. A Picasso le tildó como “un chalao que pinta”. Incluso de sí mismo decía que era un “contestatario” desde que nació; se definía como “subnormal moderado porque Dios me hizo así” e insistía en que él no era “una muchachita que acude a una casa de citas para hacer cosquillas en el culo a un subsecretario”.
Su barroca habilidad lingüística le impedía errar en sus primeras predicciones de futuro porque nadie sabía a qué se refería. Además, empleaba la manida estrategia de afirmar a tiempo pasado que en su día él ya predijo sucesos ya acontecidos, aunque en ningún papel o grabación sustentara tal convicción. Ocho años después de las bombas de Palomares salió diciendo que lo había visto con antelación y cuando las torres de pisos se comían la costa de Málaga él afirmó que todo aquel desarrollo lo sabía muchísimas décadas antes. En la crisis del petróleo de 1973 prometió que cerrarían las empresas “que fueron creadas con la candorosa idea de que todo el monte es orégano”. Y claro, vaya usted a saber a quiénes se refería.
Adivinó que la Lotería de Navidad tocaría en la provincia, pero erró en otras muchas “visiones”, como la fecha de su muerte
Cuando aparecía en la pequeña pantalla con sus pelos largos y blancos, a lo Dalí pero sin mostacho, llamaba la atención de los telespectadores porque aquella España de los albores del franquismo estaba deseosa de saber qué depararía el futuro. Conforme se hacía famoso, las preguntas sobre predicciones eran más concretas y directas. Pero pocas veces, muy pocas, dio en el clavo. Una de ellas fue en verano de 1974 cuando vaticinó que el presidente americano Richard Nixon dejaría el poder antes de esa Navidad. Acertar lo tenía a “huevo” porque desde marzo el americano ya estaba señalado por el “Escándalo Watergate” que le obligó a dimitir.
Pero Lafuente erró muchas veces en sus “visiones” de futuro. Pronosticó el fin del mundo para el año 1999; que el cristianismo caería en 1983 ante la hegemonía espiritual de la China y que ésta huiría del comunismo. Por equivocarse lo hizo hasta en la fecha de su muerte. Lafuente predijo que expiraría a las tres de la mañana del 22 de enero de 1976. Murió la primera semana de julio de 1990. Quizás la culpa de tal desajuste fue de Perceval que le envió un telegrama con el siguiente texto: “Ruego aplaces la fecha de tu muerte, pues deseamos que intervengas en la Tertulia Indaliana. Abrazos, Jesús de Perceval”. Aquello, le vino de perlas y difundió que había aplazado la fecha de su funeral para poder participar en la Tertulia Indaliana…También pronosticó que a finales de 1983 estallaría la III Guerra Mundial y que Juan Carlos I no sufriría lesiones físicas por caídas o accidentes. Pero no.
Acertó con la Lotería y la agricultura
En octubre de 1974 visitó durante unas horas su pueblo natal, Serón. Allí habló con lugareños y visionó el libro del registro parroquial con la anotación de su bautizo, celebrado ocho meses después de nacer. Llevaba 58 años sin pisar sus calles y de buenas a primeras llegó anunciando que en el municipio fundaría un “centro de investigación futurológico” (del que nunca más se supo) y que Serón sería un foco turístico en la Almería interior como Mojácar ya lo era en la costa. Además, se mostró convencido de que el “gordo” del sorteo de la Lotería de Navidad 1974 caería en Almería. Y así fue. El número 12.178 tocó en Mojácar, Vera y Garrucha, repartiendo 75 millones de pesetas. También vaticinó que la provincia sería una potencia agraria europea “con nuevas formas de cultivo”.
La fama de Lafuente, por su desparpajo y por la incesante necesidad del ser humano por saber qué va a ocurrir, llegó hasta La Sorbona francesa, donde confesó que sus vaticinios eran resultado de unas complicadísimas operaciones y fórmulas matemáticas y que en cinco años había previsto 370 acontecimientos, de los que se cumplieron 340.
Con más de setenta años, Lafuente seguía viviendo en Nerja, pero iba y venía a Almería como el que sale y entra de su casa. Estaba ya medio cojo y casi tuerto, pero viajaba en aquellos autobuses rojos de Alsina. En los años ochenta aún seguía activo en la Tertulia Indaliana y en otras reuniones culturales.
El inseparable argumento catastrofista de las predicciones de cualquier futurólogo se repitió con él en abril de 1986 cuando dijo que, durante esa Navidad, la provincia sufriría un devastador terremoto. Tampoco. Luego añadió que como las autoridades y la intelectualidad española le ignoraban donó su técnica y claves secretas de adivinar el porvenir al “Royal Instituto of Meterology de Londres”.
En julio de 1987, Mojácar le dedicó un justo homenaje por ser uno de los pioneros turísticos del pueblo y él afirmó que donaría a la localidad sus obras culturales. Y como regalo también ofreció la conferencia “Las tapadas de Mojácar y las destapadas de Benidorm". Se ve que al Ayuntamiento de Nerja –donde vivió y murió- le dio envidia de Mojácar y en el verano de 1988 le concedió el título de “hijo adoptivo e hijo predilecto”.
Poco disfrutó ambos títulos. Durante los primeros días del verano de 1990 dejó de existir en su casa de Nerja. 24 años después de lo que predijo. Un pequeño error de cálculo. DEP el futurólogo de Serón… y de Mojácar.
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