Gusanos de seda, la 'mascota' de distintas generaciones de almerienses: "¡Qué recuerdos!"

Medio ambiente

Vuelve la moda por este pequeño y voraz artrópodo, que vive en una caja de zapatos

Gusanos de seda en Almería: Una tradición que se remonta a la etapa andalusí

Lucas, Mario, Mateo, Víctor, Violeta y Alma posan con sus cajas de gusanos junto al Parque del Andarax.
Lucas, Mario, Mateo, Víctor, Violeta y Alma posan con sus cajas de gusanos junto al Parque del Andarax. / Marian León

El gusano, a secas, es ciertamente poco atractivo. A quien más quien menos, se le viene a la mente la imagen de este invertebrado saliendo de una manzana. Sin embargo, cuando va a acompañado del apellido de seda, la cosa cambia. Ese pequeño cuerpo desacompasado, que se mueve sobre las hojas de mora con la misma parsimonia que voracidad, resulta hasta adorable.

Raro es el almeriense que no ha tenido en su casa una caja de zapatos agujerada en cuyo interior una decena de gusanos de seda se daban un festín cada vez que la tapaba se abría. Esta peculiar mascota, nada cariñosa ni tampoco molesta, es muy del gusto de niños y mayores por lo que representa.

Para los niños, el afán de tener algo propio y cargarse de responsabilidad, aunque sean unos bichos que se transforman en una fea mariposa [también es mala suerte que del capullo no salgan unas alas coloridas y hermosas, sino una polilla]; para los padres de esos niños, la vuelta a su juventud, a esa infancia en la que no había móviles y apenas consolas, pero sí muchas horas sollándose las rodillas en una pachanga futbolera en la antigua Rambla de Almería, cuando aún no estaba urbanizada. En esos partidillos, las moreras servían primero de portería y luego de habituallamiento para sus gusanos de seda.

“Yo sí que me acuerdo de coger hojas de mora en la parte alta de la Rambla”, indica Yandira Delgado, madre de Lucas y Mateo. Ella ha sido la encargada de hacer de intermediaria entre Irene García, que se los trajeron de Granada, y sus amigos, que los han apadrinado: “Qué grandes son, parecen anacondas”, dice en tono humorístico Pablo, que los recordaba más pequeños: “Yo también tenía de pequeño, pero en mi caso cogía hojas de la Rambla Alfareros y de Ciudad Jardín, junto a la Plaza de España”.

Irene ya había tenido el año pasado gusanos de seda. Una muchacha del vecino pueblo de Ugíjar tiene unas moreras en su jardín donde crían. Y se reproducen a más velocidad de los dálmatas de la película de Disney, por lo que ella los regala a media Alpujarra. “El año pasado mi prima me dio de éstos, pero no llegaron a adaptarse a la temperatura de Almería y no nacieron. Mis hijos, Violeta y Víctor, se quedaron con muchas ganas de tener”, y como lo que quiera un hijo se convierte prácticamente en una orden para los padres, este año ha habido una nueva intentota, fructífera viendo la cantidad de hojas de mora que recoge.

Víctor y Violeta juguetean con sus gusanos.
Víctor y Violeta juguetean con sus gusanos. / Marian León

“Una amiga con la que trabajé lo puso en su estado de guasap y me los hizo llegar. Al principio, al verlos pequeños, no imaginábamos todos los que nos habían dado. En cuanto les dimos hojas de mora y empezamos a crecer, nos quedamos sorprendidos. He contado en torno a unos 250 gusanos de seda”, que eso sí, encontraron rápido acomodo entre las familias almerienses. Y sigue teniendo compromisos

Sólo hizo falta que Violeta extendiera la voz en el colegio de que regalaba gusanos de seda. Rápidamente, empezaron a llegar cajas de zapatos agujereadas a su casa: amigos de la pequeña, amigos de sus amigos, primos de esos amigos... Amigos o desconocidos, daba igual, el caso es que el gusano de seda tiene algo que despierta un instinto primario en el almeriense: “Lo primero que dije al verlos fue que me recordaba a cuando era chica. Llevaba mucho tiempo sin tener, pero en cuanto abrí la caja y olí a hoja de mora, un montón de recuerdos se acumulaban en mi cabeza”, dice risueña Irene.

Lo primero que dije al verlos fue: “Me recuerdan a cuando yo era chica” — Irene García Hita - Madre

Como tantos niños de sus edades, hablamos de la década de los 80, Irene, Yandira, Chari, Gloria, Ricardo y Víctor bajaban al cauce de la antigua Rambla a coger las hojas que saciasen la voracidad de sus gusanos. Ahora, convertida en una de las arterias más transitadas de Almería, hay que buscarse otros lugares. El carril existente entre el Parque del Andarax y el río (seco, pero río) tiene frondosas moreras, cuyas hojas comparten la misión de proteger a los corredores que estos días ya huyen del sol con la de servir de último tentempié a los gusanos. Y es que la mayoría han hecho ya sus capullos o entran en cuentas en unos días. “Cucha, parecen Chetoos”, apunta Ricardo mientras abre la caja de su hija Alma.

Violeta, Víctor, Lucas, Mateo y Alma se han subido a coscos de su padre para arrancar unas cuentas hojas. Lucas, Lorenzo y Mario, primos, han tirado de ingenio y se han traído una pequeña banqueta para llegar a las ramas, puesto que las moreras no lo ponen fácil para servir el primer plato a estas mascostas ya preparadas para emprender el viaje hacia mariposa. “He hecho un vídeo de cómo iban formando el capullo, se pone en el centro el gusano y poco a poco se va forrando con su misma seda”, finaliza con tono divertido Yandira, mientras le hace un nudo a la bolsa. Da igual la edad, el estrés del día a día o la última derrota del Almería, los gusanos de seda sacan el lado más infantil y familiar del almeriense.

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