Las herencias en el espacio social/ agrario en la época de Münzer

Las herencias en el espacio social/ agrario en la época de Münzer

15 de octubre 2014 - 05:01

PUNTUAL y ocasionalmente puede deducirse la existencia de un estrecho círculo de dominadores y una gran masa de dominados. Cuando refiere la elaboración de pasas en Alicante afirma: "el conde de Concentaina es el verdadero señor de los moros de la comarca que se dedican a tales faenas", y, de manera menos explícita, manifiesta: "a cualquier forastero que desee avecindarse allí (ciudad de Almería) le dan gratis la vivienda, el huerto, la tierra de labor y los olivos, para que pueda vivir holgadamente, con lo cual es seguro que ha de poblarse en breve". El binomio, que venía dándose en el devenir histórico de España, de un reducido círculo de opresores y una considerable masa de oprimidos, estos autóctonos y aquellos frecuentemente extraños (godos, musulmanes, cristianos), no escapa al fino observador que era Jerónimo Münzer.

La relación de productos agrícolas es muy amplia: uva (pasas y vino), almendras, arroz, aceitunas, y las frutas más diversas, con interesantes observaciones: "en Lorca abundan las frutas de fina calidad y muy aromáticas, las peras que vimos en los árboles eran de un tamaño que excedía de lo común". En otras ocasiones da una completa visión del paisaje agrario, con atinadas observaciones referentes al medio físico y al humano, como ocurre cuando se ocupa de los espacios agrarios de Granada, Guadix y Almería.

Las alusiones a los productos agrícolas menos familiares al viajero son las más abundantes, al contrario ocurre con los que le son más conocidos como los cereales. Se extiende ampliamente sobre los más diversos frutales, especialmente en lo tocante a las especies más exóticas y africanas: escribe sobre Elche, entre otras cosas, que "en ningún otro lugar he visto tantas palmeras", y de Almería: "un risueño valle regado por un riachuelo, a cuyas orillas extiéndense frondosas huertas y verdes campos, donde crecen la palmera, el olivo, el almendro, la higuera".

Entre las especies africanas exóticas y pintorescas la que más llamó la atención del viajero fue el "árbol de Egipto". En su visita al monasterio de San Francisco de la ciudad de Almería dice: "en un huertecillo de esta casa vimos cinco o seis árboles de Egipto, de los que producen el higo chumbo, miden una altura de cinco o seis codos y el grueso de mi muslo, y las hojas dos o más pies de ancho por diez o doce de longitud; su fruto,

que nace en racimos, como el del ricino, el del quinquefolio y el de la vid, es grande, oblongo y de la forma del cohombro; en cada racimo hay de treinta a cincuenta higos, y por dondequiera que se corte uno de ellos aparece la figura de una cruz; cuando el fruto está maduro es sumamente dulce, cual pueda serio el higo común, pero allí no logra madurez tan perfecta como en Egipto y en diversos países africanos. En otras dos casas vimos también bastantes árboles de esta clase con muchos racimos; pero creo que, más que por utilidad, se plantan por adorno, porque el fruto, según dije, no llega a completa sazón, cosa análoga a lo que acontece con el dátil. Nunca creyera, a no haberlo visto con mis ojos, que tal árbol de Egipto se daba en Europa, pero se comprende que así sea, porque Almería es tierra vecina de África y en tan alto grado calurosa".

En las traducciones españolas se habla de higos chumbos y chumbera s, sin embargo, la descripción de Münzer no encaja con tales plantas.

En el texto latino original se dice: "arbore muzi" y "arborem Egipti, que fert mala musa". Julio Puyol uno de los traductores, seguido por Juan García Mercadal, anota: "musus" es el nombre dado al higo chumbo en el bajo latín.

El profesor de Árabe de la Universidad de Almería Jorge Lirola Delgado, en comentario que le agradecemos, cree más apropiado partir del árabe, lengua en la cual muz es plátano. Por lo tanto las plantas vistas por Jerónimo Münzer no serían chumberas, sino plataneras, las cuales encajan mejor con su descripción, incluso el hecho de no llegar a madurar del todo. Por otra parte, en Almería se constata la existencia de plataneras con anterioridad: al-Udri (siglo XI) ya mencionaba que al-Mutasim tenía de estas plantas en un espléndido jardín llamado la Sumadihiya (Lirola, 2005, pág. 31).

Los viajeros posteriores al referir todo aquello que les llama más la atención, en relación con el cultivo, insisten en la gran variedad de frutos que hacen las delicias de propios y extraños, prestando un análisis preferente al higo chumbo: Francis Carter, en su visita a Málaga, describe la planta, su cultivo, y el fruto, haciendo hincapié en las propiedades refrescantes y saludables atribuidas al mismo; y, Joseph Townsend (1786- 1787), al referirse igualmente a Málaga, menciona frutos como naranjas, limones, higos, almendras, destacando la calidad de los higos chumbos.

La crónica del viaje tiene el peligro de convertirse en una seca descripción geográfica, en una pura relación topográfico-estadística. No ocurre esto con el narrador que, al ocuparse de Almería y sobre todo de Granada, refleja un espacio de formas, colores, aires sutiles, sonora y sensorialmente apasionante, proporcionando nuevas visiones y sensaciones.

La lectura detenida de lo escrito por nuestro autor sobre Almería y Granada manifiesta su pasión por la Andalucía Islámica, de lo que fue y ya no puede ser, aspirando a que la herencia musulmana sea inteligente y eficazmente asimilada e interpretada por los nuevos dominadores, cristianos viejos. Sus planteamientos no eran ciertamente idealizadores, ni ficticios, pero tampoco un antídoto para la injusticia. Más allá de las dimensiones espacio-temporales, en el relato, se sitúa la dimensión social.

El viajero se mueve entre los diferentes grupos y capas de la población con gran facilidad, atravesando los espacios sociales con una rapidez a veces inverosímil, desde las más altas jerarquías hasta llegar a los sectores marginados de la sociedad, paradójicamente incluidos por su misma exclusión. Establece contacto tanto con los mercaderes extranjeros y con las altas esferas de la administración y sus representantes: alcaides de las fortalezas, conde de Tendilla, etc., como con los grupos mudéjares / moriscos.

En este mundo social total almeriense-granadino Jerónimo Münzer establece una relación simultánea de identidad y diferencia, tanto respecto a Europa como entre sí. Está latente el esfuerzo por no manifestarse radicalmente respecto a la población musulmana, sin embargo, ejercita con gran habilidad su percepción de la diferencia, el musulmán es el "otro" de Europa. El objeto de comparación y paradigma de la diferencia, si bien aparece como exótico, se torna al mismo tiempo comprensible.

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