Los jóvenes homenajean a una veterana voz de la saeta

Cuando el olor a incienso ya ha quedado atrás y los cofrades se han recuperado de la resaca de la Semana Santa, la Hermandad Juvenil de Jesús Cautivo y María Santísima de Los Dolores de Fiñana ha decidido rendir homenaje a una veterana de la saeta de este pueblo de la comarca del Río Nacimiento. La homenajeada por esta cofradía fundada en el año 2008 para su salida procesional en 2009 ha sido Celestina Mesa Rueda.

Con un sencillo acto y la entrega de un obsequio la joven directiva de la hermandad juvenil de Fiañana ha querido mostrar su respeto y veneración a la que han denominado como "ejemplo de voz en Fiañana".

El hermano mayor de la hermandad juvenil, Jesús González Clares, ha explicado que "Celestina Mesa a su edad es todo un referente en el mundo de la saeta y queremos rendirle un pequeño homenaje por su implación en nuestra Semana Santa".

"A sus 88 años -ha añadido- es un gran mérito reconocerle a esta señora su arte con este homenaje, porque con su edad viene recordando las letras de las saetas de memoria sin que se le haya olvidado absolutamente ni una". "En su cante mantiene la saeta antigua que es lo que predominaba en su tiempo", ha concretado Jesús González.

Celestina Mesa asegura que recuerda todas y cada una de las saetas que canta desde niña. Coplas breves y sentías que aprendió de oído escuchando a sus mayores y es que esta mujer nunca ha aprendido ni a leer ni a escribir.

Su afición por cantar coplas ante las imágenes de su pueblo se remonta al año 1.925, cuando esta fiñanera tenía solo 12 años. Influenciada por su madre, que también cantaba y la gente de la época que también lo hacía en su barrio, se metió en este mundillo del cante.

Mesa Rueda entonó su primera saeta a los 12 años, una copla que dedicó a la Virgen de los Dolores de Fiñana. Celestina recuerda la letra sin titubear: "Ya viene la Dolorosa, ya viene la Dolorosa, con su corazón partido, de ver a su hijo amado en el sepulcro metido".

Esta Semana Santa, Celestina ha vuelto a cantarle a la Dolorosa, pero también al Nazareno desde el portal de su casa que da al Calvario, uno de los lugares por los que pasan las procesiones. De hecho, esta fiñanera dice que desde que le picó el gusanillo por las saetas ha cantado todos los años, con excepción de tres semanas santas en las que no pudo alzar su voz por motivos personales.