Los peculiares negocios de la calle Séneca

Almería

Hasta 1923, en la pequeña calle del centro se instalaron comercios, tiendas, servicios y empresas de todo tipo

La calle Séneca, en la actualidad
La calle Séneca, en la actualidad / D.A.
José Manuel Bretones

Almería, 05 de noviembre 2023 - 08:00

La calle de Séneca de Almería apenas mide 60 metros de longitud. En un minuto se recorre andando y los portales de solo diez inmuebles desembocan a sus estrechas aceras. Las fachadas, pintarrajeadas, desconchadas y sucias contrastan con el nuevo pavimento. A pesar de su estrechez, es la vía que enlaza la calle Real y la zona de la Catedral con la Plaza de la Virgen de Mar (o de Santo Domingo, como se decían antes).

Es una calle, que antes fue callejón, con una larga historia, con vecinos peculiares y donde se asentaron, hasta hace un siglo, innumerables comercios y tiendas de todo tipo: hubo una funeraria, un colegio de niñas, bodegas, un picadero, una fábrica de hielo, una serrería, un escribiente, una tienda de agua, otra de quesos o una constructora de fajas.

Anuncio de 1912
Anuncio de 1912 / D.A.

“Se alquilan coches fúnebres para niños”

En 1865, existía un negocio cuya publicidad horrorizaría hoy a los más remilgosos. Sin tapujos, el dueño de una funeraria ubicada en el número 1 publicó un anuncio en “El Eco del Mediodía” en el que, entre otras ofertas, decía: “se alquilan coches fúnebres para niños, a precios sumamente arreglados. Serán gratis para el que lleve el ataúd del mismo establecimiento. También hay en el expresado establecimiento un magnífico y variado surtido de ataúdes de todas clases y tamaños”.

Más agradables era el servicio de café y helados que existía en los bajos del número 4, en 1875. “El Buen Gusto” se llamaba el establecimiento. También el comerciante Manuel López del Pino tenía en 1878 una tienda de comestibles, famosa por la calidad de sus aceitunas sevillanas. La tienda, que desde 1886 se llamaba “Virgen del Mar” y luego “El puesto de María Santísima”, amplió su oferta a queso “Gruyers”, manteca “L.E. Brum”, galletas “Palay” o ron “del Negrito”. Allí cerca, en el número 7, vivía Manuel García Cassinello, quien en 1880 se encargó de distribuir por la ciudad los retratos que el fotógrafo de cámara por la Casa Real José García Ayola (1836-1900) realizó a varios personajes importantes de la ciudad.

La ampliación hasta la Catedral

A finales del XIX, en 1883, existía un proyecto municipal consistente en expropiar dos viviendas para ampliar el ancho de la calzada, ya que apenas podían circular los carruajes, y comunicar de forma directa la calle Real con la plazoleta de Santo Domingo. La tasación de uno de los inmuebles se cifró en 64.000 reales que fueron abonados en abril de 1886, aunque el derribo se demoró en demasía, como manda los cánones almerienses. En 1888 se procedió a su demolición tras sufrir un pavoroso incendio, pero el aspecto del lugar y de la calzada en esos años era deplorable. Hubo que esperar hasta noviembre de 1909 para que el Ayuntamiento invirtiera 2.690 pesetas en adoquinar la vía y adecentarla. La obra la efectuó el constructor Miguel Gabín Roldán. Dos décadas después, en 1929, surgió otro proyecto para prolongar la calle hasta la plaza de los Olmos (hoy Bendicho) atravesando la del Lugarico (hoy Masnou) y dando más anchura a la actual calle de Murillo. El proyecto quedó olvidado.

La epidemia de cólera de finales del XIX azotó a los residentes de la calle que, en ese momento, era un callejón. “Es un foco inmundo, sombrío, estrecho y malsano”, describía “La Crónica Meridional”. En agosto de 1885, el Ayuntamiento tuvo quemar varias arrobas de azufre en la calle y desalojar las viviendas porque en apenas 48 horas habían muerto siete vecinos. Fue uno de los puntos negros de la enfermedad en Almería.

Anuncio tienda de 1886
Anuncio tienda de 1886 / D.A.

Fajas medicinales

A finales del XIX alcanzó fama en Almería Carmen Aguilar, vecina del número 1 de la calle porque era “constructora de fajas medicinales para señoras”. Sus reclamos publicitarios en “La Crónica Meridional” de enero de 1897 instaban a comprarlas a las mujeres “con enfermedades en la matriz, exceso de abdomen, vientres descolgados y abortos”. Las más baratas costaban dos duros. Curiosa también era la profesión del vecino del número 2: escribiente. Se ofrecía a letrados y procuradores a llevar al papel sus conclusiones jurídicas al módico precio de 40 céntimos cada pliego. La afamada “Casa Llusac Puigiy Cía” de Barcelona arrendó un local en la calle para almacén de sus productos, así como el exportador frutero Manuel R. Amérigo que fue secretario de la Cámara de Comercio española en Londres.

En febrero de 1910, el Ayuntamiento aceptó la cesión de un solar del ciudadano Salvador Romero. Hacía esquina con la calle Real y el objetivo era abrir un colegio público para niñas y amas de casa analfabetas, aunque la construcción debía hacerla el consistorio. Una vez efectuada, la escuela se abrió con el nombre de “Santa Rosa”, destinada a chiquillas desde los 4 años y a mujeres adultas. Estaba dirigido por la profesora de primera enseñanza Rosa Soto García (+31/12/1953), trasladada más a tarde a Cariatriz (Sorbas) y muy vinculada a Vera.

También en ese verano se anunció la creación de una escuela de equitación, cuya sede social y picadero estaba en la calle Séneca. La iniciativa era del profesor sevillano José Coto Montero. Se inauguró el 14 de agosto de 1910 “con una pista grande y arenada, pesebres forrados de cinc, sumideros y una tribuna”, decía el diario “La Independencia”. En aquella época, varias familias pudientes como los García Vivas, Martín Yebra, Juaristi o Roda poseían yeguadas, aunque en el negocio se alquilaban monturas, caballos de tiro y monte y disponía de servicio de carruajes.

Anuncio de venta de agua a granel de 1911
Anuncio de venta de agua a granel de 1911 / D.A.

Agua a granel

Otro comercio peculiar de 1911 era la venta de agua a granel. Conocida la pésima calidad de la que abastecía el Ayuntamiento, la distribución de “agua buena” se disparó. Las de Alhamilla, Enix, Araoz… En este caso, en los bajos del número 2 “Los dos hermanos” expendían la que traían de Enix y costaba 30 céntimos el cántaro si te la llevaban a domicilio, aunque dos meses después el precio casi se duplicó a 50. En agosto de ese año, la tienda se trasladó a la calle Real.

En diciembre de 1912 se solicitó permiso para instalar una serrería mecánica, aunque no pudo abrirse pasados ocho meses -cobrando 6 pesetas la hora de trabajo- y en junio del año siguiente una fábrica de hielo con su consabida maquinaria frigorífica para ofrecer un producto de “calidad superior y cristalizado”. Ambos negocios eran propiedad de Andrés Aparicio hasta 1921, que traspasó a Carmelo Briñón quien ofrecía a 10 céntimos el kilo de hielo a diez bajo cero. Después, éste montó allí una fábrica de licores y aguardientes.

Los cocheros de los carruajes de caballo de la ciudad tomaron la costumbre de aparcar en la calle sus vehículos durante toda la noche; era fuera de las paradas oficiales situadas en cinco puntos de Almería, por lo que se elevaron quejas al Ayuntamiento por parte de los vecinos ya que había malos olores, ruidos y peleas de forma habitual.

A primeros del XX rara era la calle importante que no contara con una bodega o un despacho de vinos. La de Séneca, en 1913, tenía “La Bombilla”, lugar que la prensa criticaba “por la constante y noctámbula alegría de la vida crapulosa, producto de las algaradas vinícolas”. Vamos, lo que hoy es “el botellón”, pero de hace más de un siglo.

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